Despedida y cierre: los mejores libros del año según José Ignacio García

Los libros del año 2025, según el crítico literario y colaborador de La Nueva Crónica

José Ignacio García
27/12/2025
 Actualizado a 27/12/2025
Algunos libros del año 2025 según José Ignacio García.
Algunos libros del año 2025 según José Ignacio García.

Entono antes de nada una disculpa porque, para aquellos que me han catalogado de lector infatigable, este 2025 no he sido más que un fiasco. Si otros años pasaron ante mis ojos carcomidos por la presbicia más de trescientos títulos, en este no creo haber leído completos más de medio centenar. Y es que -cada vez evoco más aquella frase premonitoria que me recetó hace un lustro el doctor (y sobrino de Antonio Pereira) David Santamarta- en este año impar, que cierra el primer cuarto del siglo que antier parecía que acabábamos de desprecintar, he dedicado muchos más esfuerzos a amogotar palabras propias en eras alfombradas de folios que a escribir sobre las que otros han escrito.

Se une a mi holgazanería lectora -o a mi egoísmo narrador- el hecho de que la añada editorial que ha brindado el calendario que está a punto de extinguirse tampoco ha sido de pirotecnias atronadoras. O al menos eso me ha parecido, por lo poco que he leído y por lo mucho que he seguido a distancia. Sin ir más lejos, en el que para tantos ha sido «el año Uclés», su requetepremiada novela me ha dejado tan frío como el cierzo que rasca cuando viene del Norte. Por eso no he escrito sobre ‘La península de las casas vacías’, porque es notorio para quien me sigue que solo escribo habitualmente sobre libros que me gustan mucho o que, incluso, muy de tarde en tarde, me entusiasman. Por eso no he dedicado tampoco algunas reflexiones a novelas de amigos a los que respeto de antiguo y que me han preguntado con una insistencia inútil cuándo les iba a juzgar. No quiero perder su amistad declarando que no me han hecho tilín sus nuevos libros, aunque mucho me temo que finalmente alguno se tomará mal que no los haya destazado. De una manera u otra, el crítico es el que sale siempre trasquilado.

Aun así, el año ha dejado a la intemperie hallazgos más que interesantes. Libros que voy a traer a colación con la advertencia de que esta no pretende ser, ni mucho menos, una lista de referencia, ya que no se ciñe ni a los intereses de grupos editoriales que endilgan nóminas tendenciosas, en las que solo refulgen sus autores, ni puede ser certera, panorámica y justa, porque para eso tendría que haber tenido entre mis manos miles de ejemplares que en la mayoría de los casos ignoro; como no tengo constancia de las legiones de autores que proliferan cada día con una consistencia cargante, díptera y caduca.

Esperaba mucho de ‘Cárcel de tinieblas’, segunda parte de ese mastodóntico ‘Mil ojos esconde la noche’, del que Juan Manuel de Prada ya nos había adelantado la monumental  ‘La ciudad sin luz’. Quizás por la dimensión de aquella, la nueva entrega me ha dejado un poco desanimado, como ese niño que canta los últimos números del sorteo de la lotería navideña, a sabiendas de que ya no queda algún premio remolón en el bombo. No obstante, nadie puede dudar de la excelsitud de uno de los grandes referentes de la literatura española contemporánea.

Por el contrario, me ha sorprendido gratamente el premio Biblioteca Breve. La inmensa mayoría de los galardones que conceden los grandes sellos editoriales huelen que apestan a pucherazo, y Seix Barral, con este, llevaba años recompensando los servicios prestados a autores de la casa. Sin embargo, quizás porque el tufo ya resultaba pestilente, esta vez han optado por la vía de la novedad y de la calidad, arriesgando y alumbrando la ópera prima del reciente escritor y consolidado experto musical Benjamín G. Rosado. ‘El vuelo del hombre’ es una novela prodigiosa y viajera, envuelta en varias capas que desvelan el temple narrativo de un autor al que, como insinúa en el título, le aguarda una trayectoria de altos vuelos.

Hay otras tres novelas que me han encandilado especialmente. ‘Cordillera’, de la bañezana Marta del Riego Anta, es brutal en todos los sentidos, un canto a la vida, a la naturaleza y a la relación entre los seres humanos y los osos, entre otras cosas. No sé si será la novela más leída del año, pero dudo que algún autor haya viajado tanto como Marta, para acercar esta maravilla a los lectores cobijados en los recovecos más intrincados. ‘Cuando el mundo se llamaba Cerralbo’, del (hasta ahora) poeta salmantino Ramón García Mateos es un canto entrañable a la memoria, a las raíces, a la infancia, a la lealtad de los amigos, a la tradición oral y al lenguaje más exquisito; quizás por eso la RAE no ha dudado en concederle hace unos días su premio anual a la excelencia creativa. La tercera -y el orden de preferencia no tiene que ser forzosamente el que estoy empleando, porque cada una es absolutamente distinta y única- es ‘Wendy’, de Eugenio Fuentes. Si el escritor extremeño ya había situado las andanzas previas de su detective Ricardo Cupido entre los referentes señeros de la novela policiaca, con esta nueva investigación, donde hay tantos hilos de los que tirar y donde maneja una literatura de tamaña envergadura que desmonta esos tópicos que predican que en las obras de género no importa la sedosidad de la escritura, sino el ritmo y el argumento, se consagra como el más grande. Fuentes intriga, agarra al lector por los perendengues, mata, secuestra, tortura y además emplea las metáforas más hermosas y describe las escenas más conmovedoras y esmaltadas de contrastes.

Como conmovedora es ‘Un imposible adiós’, ese himno septuagenario al amor y al Alzheimer que Jesús Carazo dedica a su esposa. Pocas novelas habrán retratado el cruel trastorno mental, indiferente e insensible, desde una sufrida óptica familiar, con tanta crudeza y tanta ternura al mismo tiempo. Aquello del amor eterno, en la salud y en la enfermedad, no lo cuenta casi nadie con la delicadeza con que lo hace el autor burgalés que, para disgusto de sus seguidores, amenaza con haber echado el cierre con esta obra a su dilatada carrera como novelista y dramaturgo.

‘Madre mujer muerta’, de Adolfo García Ortega, es otro homenaje a la memoria, a la muerte y a la maternidad, ambientada de palabra y obra en esa época decimonónica donde destacaron Clarín, Galdós, Flaubert o Maupassant. Entre ellos, el talento del descollante autor, editor, ensayista y traductor vallisoletano no habría desentonado en absoluto.

‘Las leyes de la caza’, de la salmantina Pilar Fraile es, junto a ‘Cordillera’, la otra gran novela «ecologista» del curso. También agreste, rural, intrigante y con lobos en lugar de osos como animales de compañía. Otro adictivo descubrimiento.
Por supuesto, además de Marta del Riego Anta, ha gozado de mis preferencias algún autor leonés más, especialmente ese icono anacrónico a los tiempos que sufrimos que es Luis Artigue. Su ‘Trumpsilvania’, publicada por Eolas, es una descarnada y desternillante denuncia a una sociedad corrompida, diseccionada con el talento y desparpajo de un genio que se acurruca entre los brazos de la fantasía para abrir de par en par las ventanas de la realidad.

Y si de fantasía y ficción y denuncia social hablamos, y porque no puedo (ni quiero) olvidarme de la narrativa breve, hínquenle con saña dientes y muelas al libro de relatos ‘Fragmentario’, de Rodrigo Martín Noriega. Casi nadie como él sitúa la imaginación, las palabras y las situaciones en territorios que cualquiera en su sano juicio no se atrevería a desbrozar. 

No dirán que al final, con este listado alternativo, variopinto y original, me he quedado escaso a la hora de expurgar, siquiera superficialmente, títulos que pedirles a los Reyes Magos en sus cartas. Personalmente, en la mía voy a incluir lo último de Marcos Giralt Torrente y Marc Collell, dos autores de Anagrama y Siruela a los que me apetece mucho explorar, y el desembarco de Marta Jiménez Serrano -una de mis debilidades, lo reconozco- en Alfaguara.

Pero de estos libros, y de otros, si acaso, ya les hablo al año que viene.

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