Déjame que te proponga un recorrido por parte del Bierzo Alto. O, mejor dicho, con distintas posibilidades –que no siempre encontrarás en las guías turísticas– para descubrirlo, para que las combines como te apetezca. Y, desde luego, para que te dejes caer por allí, no solo en una ocasión, claro; sino de vez en cuando, regresando a aquellos lugares que más te impresionen e incorporando otros nuevos a tu hoja de ruta, incluso al margen de los que aquí se apunten –ni que decir tiene que ha sido necesario seleccionar; que el listado podría ser interminable–, que irás añadiendo por tu cuenta. Esa es la idea. Ya me contarás cómo resulta la experiencia…
Comenzaremos en Losada, un pequeño pueblo de alrededor de un centenar de habitantes que pertenece al Ayuntamiento de Bembibre, a unos siete kilómetros de la capital del municipio; y por el que pasa, a su vez, una de las rutas jacobeas: el llamado ‘Camino olvidado’. ¿Qué por qué en Losada? ¿Y por qué no? No hace falta que te diga que uno se encuentra cómodo en los entornos que no le son ajenos; y este, desde luego, lo conozco bien, que para eso es mi pueblo, en el que se pierden mis raíces, en donde pasé muchos veranos y viví momentos inolvidables, a donde me escapo siempre que puedo –aunque menos, mucho menos de lo que me gustaría– y del que llevo a gala haber sido nombrado ‘hijo adoptivo’ en 2013. Que la cabra siempre tira al monte, vamos…
El punto de partida es el bar, que regentan Eva y Gabi. Y, ya que estás, dales recuerdos de mi parte. No te van a cobrar menos; pero digo yo que tampoco más… ¡Ah! Y allí mismo puedes hacerte con la revista ‘Losada’, una publicación cultural con una trayectoria ya considerable –ronda los veinte años– y que merece la pena…; aunque, claro, supongo que el hecho de que sea su director quien la recomiende le quite cierto mérito… Y si vas en verano, tal vez puedas disfrutar de la piscina.
No dejes de pasear por el pueblo. Acércate hasta la ermita del Santo Cristo, y hasta la iglesia vieja –de la que apenas queda en pie la espadaña; la riada de 1964 causó estragos–; y pasa por los lavaderos, y por los pozos –Cimavilla, La Estrada, Las Quirogas, La Ermita, Plaza La Fuente, La Pallarina–, y por las antiguas escuelas –que la hubo de niños y de niñas; y en esta última, por cierto, se encuentra la sede de la junta vecinal y también su biblioteca–, y por el parque… Y date una vuelta por el monte. Llega hasta La Grulla, una laguna artificial que se formó por los trabajos de una mina de carbón próxima –y a donde, en tiempos, subíamos a bañarnos–; y a Bellouta, con una zona habilitada como merendero, fuente incluida; en donde puedes probar a tirarte, sobre una tabla, por el ‘resbaladero’, una de las laderas del terreno.
Saliendo ya de Losada, es casi una obligación moral pasar por el resto de pueblos que conforman el municipio: Arlanza, San Román de Bembibre, Santibáñez del Toral, San Esteban del Toral, Viñales, Rodanillo y Labaniego –en este último comienza la llamada ‘Ruta de la Conquista’, que pasa también por los tres anteriores, y que finaliza en Congosto–; y Bembibre, claro, de donde no deberías irte sin visitar el Museo Alto Bierzo, que se encuentra en la Casa de las Culturas y en el que se sintetiza buena parte de la esencia de esta tierra. Y si, ya puestos, te acercas hasta la iglesia de San Pedro –en la plaza Mayor– y hasta el santuario del Santo Ecce-Homo, tanto mejor. Y no te olvides de tomar algo en sus bares, que te sorprenderán.
Dejando atrás Bembibre, una buena opción es acercarse a Torre del Bierzo, en donde la Fundación Cultura Minera mantiene viva la memoria de la que fue, durante mucho tiempo, la forma de vida de buena parte de las gentes de por aquí. Y, además de visitar el museo y una nave con maquinaria y vehículos utilizados en otras épocas, podrás entrar en la llamada ‘Mina del oro’, que fue explotada hasta hace unas décadas.


Pasando Toreno –uno de sus pueblos, Librán, cuenta con un columpio de nueve metros de altura–, por cierto, se llega a Vega de Espinareda –allí se encuentra un monasterio, el de San Andrés– o, por otra carretera, a Fabero –no pasa desapercibida La Gran Corta, que fue una extensa explotación a cielo abierto–, en donde también te puedes hacer una idea de lo que significó la minería del carbón. El poblado de Diego Pérez –hoy un barrio más de la localidad, pero construido en 1955 para alojar a los mineros–, el Pozo Viejo –con su economato y su ‘hospitalillo’ entre otros edificios– o el Pozo Julia –que te ‘traslada’ a una mina de mediados del siglo pasado– son buenos ejemplos.
Y, de nuevo, regresamos a Losada. Otro día cualquiera. Para volver a empezar. Y conocer –o redescubrir– distintos lugares. Y dejarse seducir por esta tierra…