"Malditas sean todas las guerras y los canallas que las hacen". La frase es de uno de los maestros (el director, creo) del CRA de Riaño, Carlos Cuenya González y forma parte de la despedida a cuatro alumnas realmente entrañables para él y a las que siempre se refiere como "mis niñas". Son Olga, Alina, Liza y Tina, ucranianas, cuatrillizas y unas de tantas refugiadas que llegaron a León, a Casasuertes, en el inicio de aquella invasión rusa a su país.
En Kiev, su ciudad, nació una epopeya familiar de seis hermanos que debieron abandonar su casa, pasaron por la República Checa, Polonia, Italia, Francia y finalmente encontraron casa y acogida en Casasuertes, en la montaña de Riaño.
¿Qué marcó el desembarco de estas hermanas en León? Curiosamente el ajedrez. Y el ajedrez sigue siendo gran protagonista de sus vidas, hasta el punto de que estos días son noticia en los medios de comunicación de Asturias con titulares como "Las cuatrillizas ucranianas que brillan en el ajedrez asturiano".
Pero estos éxitos con el ajedrez ya los habían protagonizado un año antes en tierras leonesas, defendiendo los colores del CRA de Riaño, en campeonatos escolares en los que lograron grandes triunfos, entre ellos quedar cuartas por equipos en el Campeonato de España o ganadores del torneo de ajedrez de escuelas de León.
El ajedrez estaba en el origen de la llegada de los seis hermanos a Casasuertes, donde multiplicaron la población invernal. Un profesor ucraniano de ajedrez se puso en contacto con el ajedrecista español Daniel Escanciano, de raíces leonesas, ingeniero afincado en Madrid. Le contó la complicada situación de la familia Prochaeva, de la que forman parte estas cuatrillizas que ya habían destacado en el tablero ganando torneos para niñas de 12 años con solo 10. Daniel ofreció la casa familiar de Casasuertes, consciente de que no estaba en las mejores condiciones debido a su escasa ocupación, pero la puso a su disposición después de realizar los arreglos necesarios y los hermanos Prochaeva llegaron a este pequeño pueblo el 2 de abril, con el ‘susto’ que es fácil imaginar y ellas mismas reconocían en sus cartas de despedida cuando, nuevamente a través del ajedrez, se mudaron para Asturias e incorporarse allí a las filas del Club Gijón 64. "Me preocupaba mucho que nadie quisiera ser mi amigo porque no sabía el idioma", escribía Alina; "tenía ganas de ir a la escuela pero me daba vergüenza porque no sabía el idioma", reconocía su hermana Olga... Pero en las siguientes líneas las dos venían a decir "que no ocurrió así" y fueron magnificamente recibidas.

En este recibimiento y buena adaptación al CRA de Riaño fue un excelente aliado nuevamente el ajedrez, una actividad muy valorada en este colegio, especialmente por profesores como el citado Carlos Cuenya, un maestro de esos que además de enseñar mantiene el compromiso con su tierra y defensa. Se volcó con el ajedrez, con las cuatrillizas — "mis niñas"— y juntos, con el resto del equipo del CRA, cosecharon reconocimientos y se divirtieron, como las niñas contaban en sus cartas al irse camino de Asturias, a aprovechar una puerta abierta que también les había posibilitado este deporte.
Era el 6 de junio de 2022: "Las niñas dejaron Casasuertes y se fueron para Oviedo... doy por descontado que estarán bien. Dejan una perla de amor eterno y de fe en la Humanidad en este viejo y desencantado corazón... Jamás vi tanto talento y tanta anchura de corazón juntos. Que la vida os llene de la felicidad que merecéis" les escribía el maestro que en Riaño queda y que le sangraba una última frase: "Malditas sean todas las guerras y los canallas que las hacen".