"Cuanto más leo, más osado me parece que yo escriba"

Juanmaría G. Campal, escritor y articulista natural de Oviedo y residente en León, cuenta detalles y reflexiona sobre su última publicación, su tercer libro de «renglones cortos», ‘Algunos nombres del tiempo’

Camino Díez Llamazares
04/05/2023
 Actualizado a 04/05/2023
El autor oventense de ‘Algunos nombres del tiempo’ junto a dos de sus aficiones, la literatura y el tabaco. | L.N.C.
El autor oventense de ‘Algunos nombres del tiempo’ junto a dos de sus aficiones, la literatura y el tabaco. | L.N.C.
Ovetense, pero afincado en León sin atisbo de arrepentimiento. Acérrimo fumador, pero temeroso de su salud; viene directo desde la consulta. Renegador de su poesía; prefiere que se llame a sus versos ‘renglones cortos’. Su última publicación veía la luz en 2022 y, de momento, no tiene prevista ninguna nueva.

Juanmaría G. Campal ha publicado dos libros de relatos y una novela corta. ‘Algunos nombres del tiempo’ es el tercero de sus libros de poesía. «De renglones cortos, yo no escribo poesía», corrige: «Poesía y poeta son palabras mayores, ¿cómo voy a decir yo que soy lo mismo que Ángel González? Ya no digamos que San Gamoneda». En cuanto se sienta a la mesa para tomar el desayuno que cada mañana le acompaña junto a su lectura del momento, saca un cigarro. Retrasa el prendérselo mientras explica: «No le quito peso a mi poesía, me sé; sé lo que leo y sé lo que escribo, entonces no me puedo igualar». No son pocos los renglones en que el autor deja claro su rechazo a ser calificado como poeta: «Cuanto más leo, tanto prosa como poesía, más osado me parece que yo escriba».

Una señora pasa cerca y su caminar airoso no impide que le dedique unas palabras a Campal a modo de saludo: «Buen día hagamos». Él ríe y se gira rápido para responder: «Buen día tengamos». Cuenta que suele escribir la expresión para despedirse en sus publicaciones de Facebook: «Ahora la gente lo está empezando a usar». Sonriente, al fin enciende el pitillo.

Son instantes, momentos, reflexiones que te vienen y te ocupan un rato en casaEl de Oviedo encuentra en la poesía una libertad que no identifica en otros géneros literarios. «Son instantes, momentos, reflexiones que te vienen y te ocupan un rato en casa», dice: «Eso es mucho más cierto, más verdadero en el sentido de lo personal, que la ficción». Este libro tenía como título provisional «un sinónimo muy rebuscado» de la palabra ‘instantes’. Fue el poeta Antonio Manilla, a quien le dedica uno de sus poemas - uno de sus conjuntos de renglones cortos -, el encargado de bautizar definitivamente a la publicación; hasta entonces, denominada ‘Periquetes’.

A Carmen Busmayor y a Rafael Argullol también les dedica ‘no poemas’. Del segundo dice que es un «humanista en el más amplio sentido de la palabra y un gran conocedor del espíritu humano»: «Sacó un libro que se llamaba ‘Poema’ y eran tres años y un día de poemas fechados, creo recordar». Su reticencia a leer ese “tocho” acabó tornando a la publicación en su compañía matutina durante el tiempo que tardó en leerlo: «Me desayuné durante tres años y un día un poema de Rafael Argullol».

«La poesía viene del yo», considera Campal. Es una forma de plasmar y aliviar las emociones, «de aliviar la vida». Y, aunque no especifica un único sentimiento como fruto de su producción literaria, sus renglones parecen cargados de desamparo. «Soy de la creencia de que uno está solo», comenta: «De que uno está con amigos y no se puede quejar de nada, pero cuando echa el freno, está sólo, entonces eso es lo que prima posiblemente en casi todo lo que escribo».

«Tan solo entre renglones cortos me abrigo/ de este frío intenso que la vida filtra y habita» declaman dos de sus renglones como si quisieran ser leídos en alto. Campal, en el intento de encontrar un sitio en el mundo, halla en la escritura y la lectura una manera extraordinaria de hacer terapia: «La escritura de los renglones cortos es más íntima y da la fuerza, ayuda a centrar lo que te está atormentando en ese momento, aunque no lo escribas, aunque luego escribas de otra cosa». A pesar de que haya quien evite a toda costa asimilar su obra a un método terapéutico, el ovetense opina contundente: «Yo creo que la mayoría, o en muchos casos, la gente empieza a escribir porque necesita expresar lo que no le puede expresar a nadie».

Mi padre siempre decía que actuáramos de tal manera que nos pudiéramos mirar en los espejosEl libro no tiene prólogo, igual que no lo tiene la vida. Si acaso, una pequeña nota del autor. Un porqué de la ausencia de prólogo. Eso y el paseo por las cavilaciones de Campal, recogido en las setenta composiciones que esconden sus páginas, dan forma a la última publicación de este autor, al que ha costado muchos renglones cortos aprender a disfrutar de la soledad que en ellos se traduce: «Me ha costado mucho trabajo aguantarme, pero ahora me aguanto muy bien».

Un elemento se repite asiduamente en ‘Algunos nombres del tiempo’ y, por sus palabras, parece que le ha ido acompañando durante toda su vida. «Yo creo que tengo un cuento, de los primeros además, en el que sale un espejo», recuerda: «Mi padre siempre decía que actuáramos de tal manera que nos pudiéramos mirar en los espejos».

Una anécdota del pasado nace de pronto en su memoria. Es sobre la primera Noche Buena que pasó sólo. Se había asegurado de que el antiguo pub Berlín abriese esa noche para tener dónde dejarse caer después de la cena. Sin embargo, nunca llegó a ir. «Yo preparé la cena con toda la ceremonia y toda la historia, como se hacía en casa de mis padres», rememora: «No sé por qué me dio por poner un espejo con el que me viera y pudiera evocar los recuerdos de cada personaje; sobre todo, de mis padres». A pesar de su temor por las emociones de una noche solitaria en fechas tan señaladas, admite sorprendido que la experiencia «no fue solamente pacífica, sino que fue muy grata» y reconoce desde entonces su fijación por los espejos.

Lo que para algunos no es más que un acto que tiene que ver con lo estético o, incluso, con la vanidad, para Campal es una «toma de conciencia de uno mismo». Un gesto para mirarse por dentro en aras de la introspección. Y de eso está lleno su libro.

El ovetense saluda a los paseantes – conoce a mucha gente – y la conversación va terminando. Con publicaciones del siglo pasado que aún hace poco no se atrevía a leer, acompañado de reflexiones sobre soledades, espejos y preguntas todavía sin responder, en una terraza de la ciudad que tanto le gusta por no contar con cuestas que le quiten la respiración a tal amante del tabaco, se queda, cigarro en mano y libro en mesa, el autor de ‘Algunos nombres del tiempo’. Un libro que no tiene prólogo, tampoco poemas. Un libro que no es de poesía. Sólo unos cuantos renglones cortos de un ‘no poeta’, Juanmaría G. Campal.
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