En el que reposaban todas sus historias.
(Natacha Vicente. Poema)
La exposición de la salmantina Natacha Vicente es pura poesía en la que se entremezclan diversos objetos, modos muy distintos de crear y un trabajo de intervención realizado con muchas técnicas artísticas: el barro, la pintura, el tejido, el papel, el hierro, y surge de una idea que es el libro que forma parte de la muestra que actualmente puede visitarse en la sala de Armaga.
Su creación parte de esa pieza singular y a través de ella encontramos un mundo interior convertido en un lugar idílico llamado Kame Muse, situado en las fuentes de Río Blanco, junto al lago No y en pleno valle de Muer. Los nombres que encuentra la autora son fruto de su propia experiencia vital, y en ese lugar imagina que han vivido, disfrutado y sufrido muchos seres humanos, especialmente dos mujeres que encarnan el núcleo de su creación. Todo ello se muestra como una labor arqueológica que ella ha creado a partir de su mundo interior.
Antes de todo se debe comenzar por el principio, y el principio fue un cuadro que pintó antes de su enfermedad y que es el inicio de la exposición. La autora confiesa: «El cuadro es una reflexión sobre la idea de la mujer, que está en el origen del mundo. La mujer como generadora, como creadora, que da la vida, no solo por su capacidad de dar a luz sino que quería reivindicar a la mujer como ser principal, no la posición secundaria o de comparsa que le ha dado la historia del arte. Quería reivindicar el hecho de que la mujer está en el origen del mundo».


La exposición es diferente y en ella se pueden ver varios tipos de piezas, muchas de las cuales se supone son fruto de una investigación arqueológica sobre ese lugar: el cuadro previo a su enfermedad, con lo que recupera una historia anterior como un trabajo de memoria, el libro, los nidos que son piezas de porcelana metidas en un cubo que es como el útero, las figuras, que son personajes de todas las mitologías, como Gea, la mujer embarazada, la diosa, la esencia de la mujer, la novia con pequeñas conchas llamadas buizos que se utilizaban como moneda de cambio o como medio de adivinación para atraer los buenos espíritus.
La pieza más importante de este ajuar es el collar, obra de confinamiento que comenzó como un pequeño trabajo y se fue ampliando hasta parecer una telaraña que ocupa la pared, con pájaros, animales, conchas y es el elemento más llamativo de la exposición por su simbolismo, como dice la autora: «todo ello fue surgiendo y he seguido trabajando en él a base de coral, cáñamo y lino, teñidos con tintes naturales así como diferentes elementos naturales. Lo he ido haciendo desde noviembre hasta ahora dos o tres horas cada tarde y algunos días me enredaba. Todo lo he hecho a mano. Todavía me apetece seguir trabajando en él».
Una exposición muy diferente a las que se pueden contemplar en la actualidad, pues se trata de una cosmogonía interior porque como dice la artista: «En realidad Nastha Baru soy yo».
Esta exposición, tan diferente a todas las demás, se podrá ver en la sala Ármaga, equipada con todas las medidas anti covid, en principio hasta mediados de abril, aunque puede prolongarse un tiempo más.