Estaba al tanto de que algunos de sus compañeros ya la habían solicitado o conseguido en algún otro momento y fue en noviembre cuando Sonia Calvo García empezó a pensar en la beca Ralbar. La ayuda forma parte del programa que, puesto en marcha por la Universidad de León en colaboración con la Fundación Banco Sabadell, está destinado a la «ejecución de proyectos de dinamización territorial que contribuyan a activar los espacios rurales social, económica o culturalmente».
El de la estudiante del doble grado de Historia e Historia del Arte de la ULE tiene que ver con el pueblo de su abuelo, Oceja de Valdellorma; una localidad de La Ercina que durante el invierno no alcanza la decena de habitantes. El pasado fin de semana, durante la celebración de sus fiestas de verano, la cifra ascendía –según estimaciones de la propia Sonia– a unas 300 personas. «Aquí hay gente de toda España: hay de Burgos, otros que vienen de Canarias, otros de Madrid, de Asturias... En agosto. Todos vienen en agosto», explica la becada.
Precisamente ese ha sido el mes escogido para la realización de las actividades del proyecto titulado ‘Memorias de Oceja de Valdellorma: voces del pasado, caminos al futuro’. Tras un mes de julio dedicado a las preparaciones previas, la joven ya ha podido ofrecer una charla de presentación, una visita guiada a la iglesia de San Miguel Árcangel, un encuentro entre jóvenes, un taller de juegos tradicionales y una charla sobre documentación histórica de Oceja.
«Lo que quería intentar era rescatar la documentación que había sobre Oceja en el Archivo Histórico Provincial», relata la estudiante sobre un espacio que ha visitado en numerosas ocasiones durante la carrera: «Me encontraba información sobre Oceja y pensé en empezar a investigar. Encontré testamentos, inventarios de bienes y fueron cosas que me empezaron a llamar la atención porque me pareció que a la gente del pueblo le podía interesar». También encontró entonces una herramienta para luchar contra el olvido de las costumbres y los saberes que son esencia del lugar. «Quería hacer una memoria oral con los más mayores para que nos contasen a los jóvenes cosas del pueblo en su infancia: cómo era ir aquí al colegio o trabajar en las huertas y con las vacas», continúa.

Sus intenciones han terminado tomando la forma de una programación intergeneracional en aras de fortalecer los vínculos entre habitantes y de reforzar el sentido de comunidad «en un entorno marcado por la despoblación y el envejecimiento». La respuesta ha sido una alto grado de participación. «Ha venido un montón de gente y, sobre todo, niños. Aunque ya no son tan niños: tienen entre 15 y 16 años y se lo han pasado muy bien», cuenta contenta la leonesa: «De momento, va bien: me han felicitado y les está pareciendo interesante».
El caldo de cultivo lo encontró en la asignatura de ‘Proyectos Culturales’ del grado. «Dije: voy a preparar como proyecto mi propia beca Ralbar», refleja: «Lo comentaba con mi madre y nos parecía algo muy bonito que podíamos compartir con todos los del pueblo, que también se iban a animar un poco porque normalmente no hay actividades más que en la semana de las fiestas». Sus propias ideaciones acabaron por convertirse en todo un trabajo colectivo para acercar a las distintas generaciones entre sí. «No quería mostrar la historia legendaria del pueblo ni de los hidalgos que hubiese en él, sino que quería dirigirlo hacia la población que vivía aquí y cómo era su vida cotidiana como labradores, como jornaleros», expresa: «Creo que es con lo que más identificada se iba a sentir, sobre todo, la gente mayor que al final se ha criado en el campo».
No esconde el enriquecimiento personal que le ha supuesto la recopilación de la documentación existente desde siglos atrás hasta la actualidad. Por primera vez ha visto sobre un papel los catastros de tierras y los dibujos de caminos de los que siempre le ha hablado su abuelo. Todo gracias a un proyecto que procura conocer la historia de Oceja de Valdellorma a través de la de sus gentes. Y la de sus gentes, a través de la del pueblo.
Toda esa información coleccionada, así como la transmitida y compartida en los eventos programados serán trasladadas al papel, no sólo en el informe de la beca, sino en un posible volumen. Al menos, ese es otro de los propósitos de Sonia Calvo García, que ya tiene en su mira ofrecer una charla el próximo mes de septiembre a modo de balance de todo este mes de trabajo. Aun así, por el momento está concentrada en los eventos venideros: un encuentro entre jóvenes y mayores este sábado, una ruta por la Senda del Mamut este domingo, la realización de un mural colaborativo y la proyección de un vídeo que resuma todo lo celebrado.
Ya mirando a un futuro menos próximo, la joven no tiene del todo claro en qué consistirá su primera incursión en el mundo laboral. «Siempre se suele optar por el máster de educación, pero estoy mirando algo de gestión de patrimonio», dice risueña: «También de archivista, que me gusta mucho. Me ha empezado a gustar este año buscando toda esta información e igual así me quedo». Y es que, aparte de sobre la historia de su pueblo y la de sus gentes, parece que la leonesa también ha aprendido algo nuevo de sí misma.