Pero no es menos cierto que pronto da el salto a la cruz de la moneda. «Lo malo son las comunicaciones por Internet o, más bien, la falta de ellas. Para Dobra y Vega (sus hijos) muchos días es un suplicio seguir las clases virtuales, conectarse con el colegio, hacer los deberes... Muchos días me tengo que levantar a las tres de la mañana para enviarles los deberes en un horario con ‘poco tráfico en la red’ y que lleguen a destino».

Y lo entiende cualquiera que se haya asomado a la puerta del refugio y haya contemplado los hayedos, la majada, los animales que pasan, el Jario, la inmensidad de Picos de Europa, las aguas cristalinas de los arroyos, los puentes de madera... «Todo muy bello, cierto, pero también hay que estar aquí cuando toca cortar la madera para tener calor en el refugio, que otra fuente de calor no hay», matiza Julián, quien sabe perfectamente que para este tipo de trabajo y para esta vida «hay que valer», como valen los 5 habitantes actuales de Vegabaño.
Una vida diferente que hace que nadie esté más acostumbrado que ellos a la soledad, al aislamiento...ala cuarentena que ahora vivimos todos.
- ¿Pero en Vegabaño no hará falta que estéis aislados?
- Como en cualquier parte. Nosotros no nos saltamos las normas porque aquí, además, la preparas gorda si te pasa algo.
A Dobra y Vega si los metes en un piso en León tumban la puerta y lo veo normalY cuenta Julián que echan de menos las escaladas, el esquí «que todavía hay dónde practicarlo», las caminatas... «Ellos tres no se mueven, yo tengo que bajar a Lario para atender a mis padres que ya son muy mayores; pero bajo y subo, como el viejo dicho ‘voy y vengo y no me detengo’».
E insiste en su teoría de tranquilidad y buenos alimentos.
- ¿Y para cuándo la normalidad?
- Yo, sinceramente, no la veo hasta bastante avanzado julio, hay movimientos de otros refugios, opiniones de todo tipo, pero yo estoy un poco con la postura de Aragón. Tranquilos, que la montaña no se va a mover de aquí, ya vendrá la gente cuando sea conveniente y seguro.
Con lo que es más crítico —además de con las malas comunicaciones o, tal vez, es lo mismo— es con el espectáculo de los políticos ante esta situación: «Esto parece un teatrillo que va subiendo de volumen; como sigan así se acaban pegando en el Parlamento para mantener el listón que se van poniendo. Y los medios de comunicación en mediohaciéndoles el juego, atentos a sus chorradas».
Y él con Internet a pedales.