¿Cómo olvidar a la madre de tres mil niños en Laciana?

Esperanza Castro es un nombre que a los lacianiegos, sus paisanos, dice muy poco, pero si les añades que es Pochi ‘la comadrona’, la historia cambia por completo pues es casi imposible encontrar una casa en la que no haya "un hijo" de esta mujer

03/03/2024
 Actualizado a 17/03/2024
Pochi en la terraza de su casa lacianiega cultivando otra de sus pasiones, las flores, "para que el pueblo esté más guapo", decía Esperanza. | Revista El Mixto
Pochi en la terraza de su casa lacianiega cultivando otra de sus pasiones, las flores, "para que el pueblo esté más guapo", decía Esperanza. | Revista El Mixto

Tuvimos la suerte de poder hacerle una entrevista ‘de la semana’ a Esperanza Castro en su casa de Villablino, en 2019. Se había quedado prácticamente ciega y al escuchar hablar a mi compañera Laura le pidió la mano para cogerla entre las suyas. Como para verla a través de las manos ya que con los ojos no podía. Al salir, nada más montar en el coche, Laura comenta: "Cuando me cogió las manos sentí una ternura que no sé cómo explicarte, pero  era ternura".

Cada vez que en nuestras conversaciones salen los personajes a los que hemos entrevistado, las anécdotas, los apuros que hemos pasado a veces, la gracia de otros, la sorpresa de encontrar a un rapaz como Aarón que es un paisano... nunca falta la frase de Laura: "Mi  personaje favorito es la comadrona de Villablino, la ternura de sus manos". 

Inolvidable. Y en el primero del mes de marzo, el mes de la mujer, no podía faltar Esperanza Castro, Pochi.

- ¿Y el nombre, pues preguntamos por Esperanza y nadie sabía?

- Una broma de mi padre. Era muy lector y cuando yo nací estaba leyendo una novela con un ser muy tierno en ella, que se llamaba Pochita. Y le dio por decir que había tenido una Pochita... y cuando fui creciendo, me quedé en Pochi. Me gusta que me llamen así, me recuerda a papá. 

Quiso Pochi pasear por Laciana. Creo que sabía que no había mejor definición sobre quién era y qué significaba para aquel pueblo que poder comprobar de primera mano cómo la veían sus vecinos y paisanos.

- Hola Pochi.

- ¿Quién eres?; no te veo.

- Soy hija de...  

- Me acuerdo de tu madre, yo la traje al mundo en vuestra casa.

- Lo sé, nos lo ha contado mil veces y siempre nos dice que la saludemos.

Pochi sonríe. Calcula que habrá ayudado a venir al mundo a unos tres mil lacianiegos y da la impresión de que se acordaba de los tres mil... "Bueno. De todos no, pero de los que se han quedado a vivir en el valle prácticamente de todos. Y de dónde vivían, al menos cuando nacieron". 

Y es que Pochi iba de casa en casa, de día, de noche, ayudando a nacer lacianiegos. "Había días que atendía a dos e incluso tres partos. Andaba a carreras de una  casa para otra".

- No sería fácil en aquellos años...

- Pues te puedo decir con orgullo que no se me murió ningún niño en el parto; ahora que ya no ejerzo y tengo 90 años (en 2019) me atrevo a decirlo, porque en activo me daba ‘cosa’ por miedo a que pudiera ocurrir. Tal vez por eso me llamo Esperanza. 

Repetía que había ejercido la profesión más bella del mundo. Ella era Enfermera (ATS) de formación pero se decantó por ser comadrona, una  ocupación en la que se recordaba muy feliz. "Mira. No teníamos problemas económicos, mi marido tenía un buen sueldo y me propuso que dejara aquel trajín de vida que traía. Yo no lo tenía nada claro pero no pasaba nada por probar... aguanté seis meses y después tuve que volver a traer niños al mundo... es un momento de tanta ternura". 

Siempre la ternura.  

Falleció en 2021, por suerte la revista El Mixto ya había tenido la feliz idea de hacerle un homenaje y nombrarla Lacianiega del Año (en 2013), un reconocimiento que agradeció y disfrutó. Así era Pochi, por ello, su recuerdo sigue tan fresco entre los lacianiegos como cuando vivía. Mientras en cada casa haya algún descencdiente de aquellos  ‘tres mil hijos’ nadie se olvidará de "la comadrona de las manos que hablaban con ternura".

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