- ¿No tienes caña?
- No. Y no la voy a pedir.
No es chulería de cantinero. Es que es el último día con las puertas abiertas de este histórico bar de la Montaña del Curueño, en Lugueros, después de 53 años, con Marisa detrás del mostrador la gran mayoría de ellos. «Primero lo tenían mis padres —Teodoro y Amparo— y ya les ayudaba, al principio era también bar tienda, de aquellas de antes, y en el recreo de la escuela ya venía a despachar. Y yo sola llevo 28 años, desde que volví en la segunda etapa».
- ¿Y ahora qué vas a hacer sin el bar? Te vas a aburrir.
- Lo primero que haré es sacar el carnet de conducir, que es una asignatura que tengo pendiente y lo voy a hacer... Bueno, lo voy a intentar, vete a ver si seré capaz.
La buena mujer reconoce que sí le da pena cerrar el bar, pero ya son muchos años y el hijo trabaja en la estación de San Isidro y tienen ganado en Redilluera; «pensé que a lo mejor algún sobrino, pero nada, hay que cerrar. A ver ahora dónde van a jugar la partida, porque este bar siempre fue el de las partidas de cartas».
- Hay más bares, tendrán que hacerse a ellos; dice el hijo.

Y llega el momento de cerrar, con unafiesta el sábado para agradecer a los clientes tantos años de «compañía, que muchos son como de la familia, la de horas que habremos hecho aquí juntos».
- Entonces, ¿fueron 55 años al frente del Peña?
- Sí, pero ya veníamos de tener el bar de la Casa del Puerto, 11 años, que allí arriba aquello era muy duro con la nieve y demás.
- Pero entonces aún no trabajaría.
- No, claro, era una niña, pero sí te diré que lo de ir a la escuela era casi una odisea. Los primeros años fui a Cabañaquinta, y me quedaba allí en casa de unos señores, pero otro año me quedé en la Casa del Puerto y tuve que ir, día por día, andando hasta la escuela de Redipuertas. Entonces las cosas eran así.
Y cuando le digo que si ella es Marisa Peña, ya que el negocio lleva ese nombre, desvela que en contra de lo que mucha gente cree no llevan este apellido. «Todo el negocio del bar empezó con mi padre, Teodoro, el Peña original, pero resulta que no era su apellido sino el nombre de su pueblo, ya que él era de un pueblo de Salamanca que se llama Peña Parda».
Su padre, Teodoro, llegó a Lugueros haciendo la trashumancia con las ovejas, «pero le gustó esto y se quedó. Aquí conoció a mi madre, que era de Olloniego y estaba sirviendo en una casa aquí. Y se casaron».
Y primero en el Puerto y después en Lugueros, en el Peña. Con Marisa al pie del cañón pues el marido, Vitoriano —al que todos conocen por El Balilla— «también teníamos ganado y el fue el cartero durante muchos años de este valle, como se hizo siempre en estos pueblos, vivir de varias cosas, que una mal daba para ello».
Son muchos días, muchas noches —«sí, también muchas noches, que en aquellos años de las nevadas tan terribles, que no había quitanieves ni estos inventos, muchos bajaban de estos pueblos de arriba a comprar pan o a la tienda, y se quedaban toda la noche, que de día se camina mejor»—, muchas partidas de cartas, muchas tertulias, muchas cenas, que es restaurante y la mano de Marisa con el cordero, la caza y tantos platos es reconocida en esta comarca...
- Éste siempre fue el bar de las partidas; ahora todavía suelen jugarla en dos mesas; ahora vete a ver dónde tendrán que ir; insiste Marisa, que parece preocupada por dejarlos sin lugar para la partida mientras El Balilla hijo sonríe, «ya encontrarán».
Lo que no van a encontrar ya es un rincón como este bar Peña, se pequeña terraza, las fotos de nevadas, la conversación del Balilla... y una cantinera a la antigua usanza, Marisa la del Peña, que no se apellida Peña.