En el Royal Ballet, solo las dos mayores figuras de su Historia -Frederick Ashton y Kenneth MacMillan- elaboraron más títulos que Christopher Wheeldon. El británico estudió desde los 11 años en la escuela de Covent Garden y perteneció como bailarín a su cuerpo de ballet hasta los 18. Ahora, como coreógrafo asociado, puede presumir de triunfos como Cuento de invierno y Como agua para chocolate, obras en tres actos basadas en clásicos literarios. Pero otro de sus puntos fuertes son las piezas cortas, habitualmente abstractas, en un solo acto. Cuatro de esas obras conforman Ballet to Broadway, una velada que se retransmite el sábado 24 de mayo a las 18.00 en Cines Van Gogh, grabada en directo esta misma semana (el jueves 22) desde Londres.
El título alude a los dos terrenos en los que se ha movido Wheeldon desde hace 25 años. Porque el de Yeovil (1973), después de formarse en Londres en la escuela académica, emigró a Nueva York apenas cumplió la mayoría de edad. Allí, en sus primeros años como coreógrafo, se empapó del neoclasicismo de Balanchine y Jerome Robbins (su libertad física, sus patrones angulares) y, por otro lado, del teatro musical, con pasos del jazz, del claqué, del tango, del folclore… Desde entonces, su carrera mezcla estilos: un vocabulario clásico con un enfoque transgresor y un gusto por lo exótico y lo ecléctico. Así, ha logrado despuntar tanto en la Royal Opera House, donde elaboró el primer trabajo de larga duración de la compañía en dos décadas (Alicia en el País de las Maravillas, 2011), como en los premios Tony de Broadway, con su reciente MJ The Musical.
Ballet to Broadwayreconoce y celebra la versatilidad de este creador. De las cuatro piezas, tres se ven por primera vez en este escenario. El Royal Ballet aprovecha para lucir su esplendoroso plantel de solistas, con estrellas veteranas como la argentina Marianela Núñez (43 años) o la inglesa Lauren Cuthbertson (41), junto a jóvenes nacidos a finales de los 90, como Joseph Sissens o Matthew Ball, ambos en ascenso fulgurante. Brillan también la japonesa Akane Takada (Prix de Lausanne), la británica Francesca Hayward (Premio de la Crítica en 2016 y 2019) o el galés William Bracewell (Best Male Dancer de 2023).
El programa comienza por Fool’s Paradise, creada en 2007 para su propia compañía, Morphoses, y estrenada en Covent Garden en 2012. Se trata de un ensayo neoclásico que enfatiza el movimiento puro, sin nada que distraiga. El estatismo y el vestuario color carne refuerzan una sensación escultórica, casi propia de Rodin. Una docena de bailarines se agrupan en formaciones geométricas que se van cruzando al ritmo de la música de Joby Talbot. Ésta sería su primera colaboración con Wheeldon antes de convertirse en su compositor de confianza (repetirían en Alicia o en Tide Harmonic).
Siguen dos ballets no narrativos que coinciden en muchos rasgos, entre ellos sus títulos: son dos pas de deux en los que la orquesta ocupa el escenario (ambos se concibieron para teatros más pequeños) y que emplean música de cantautores de la actualidad. El primero, The Two of Us (2020), nació durante el confinamiento y se presentó online en el festival Fall for Dance de Nueva York. Quizá de ahí nazca su naturaleza espontánea, su vestuario informal, casero. Gira en torno a una pareja que se junta y se separa. Intimista, tierno y nostálgico,acude a las canciones folk de la canadiense Joni Mitchell (1943), con sus letras poéticas. “En realidad, no conozco la vida en absoluto”, reza la incomparable Both sides now.
El segundo de los duetos, Us (2017), vuelve a demostrar la destreza con que Wheeldon maneja los pas de deux, siempre emocionantes, sensuales, imaginativos y profundos. Aquí son dos hombres los que miden sus fuerzas, enlazan las manos o se levantan. Casi todo el tiempo permanecen en contacto, muestran destreza, fuerza, apoyo y camaradería. Influido por la danza contemporánea, lo elaboró para la compañía londinense BalletBoyz, y utilizó música del inglés Keaton Henson (1988), cantante, poeta y artista visual.
Por último, An American in Paris, ganador de cuatro premios Tony, es el título más largo y complejo. Aquí Wheeldon expandió dos escenas de su musical de 2015 para Broadway, inspirado en la mítica película de 1951 con Gene Kelly. Sobre las melodías jazzísticas de Gershwin, un pintor estadounidense se enamora de una bailarina francesa. Los decorados de Bob Crowley de París evocan a Mondrian, sus formas geométricas y colores planos. Su energía y ritmo, sus números grupales, su sentido teatral y sus transiciones son la quintaesencia de la danza norteamericana. Este estilo le va como anillo al dedo al bailarín cubano César Corrales (1996), quien se dio a conocer como Billy Elliott en Chicago.