‘Frankestein’
Director: Guillermo del Toro
Intérpretes: Oscar Isaac, Jacob Elordi, Mia Goth, Christoph Waltz...
Género: Fantástico
Duración: 149 minutos
El clásico eterno de Mary Shelley recibe su última y, posiblemente, mejor adaptación de las manos de Guillermo del Toro, quien, sin alejarse de la versión original del texto, adorna la historia con su particular estilo, barroco en la producción, pero profundamente sensible con sus personajes; resucitando al monstruo de Frankenstein en un esplendor y una emotividad nunca vistas, ni leídas.
‘Frankenstein, o el moderno Prometeo’ no requiere de introducción alguna. La obra de la precoz autora inglesa, quien la concibió a la temprana edad de 18 años, ha marcado el devenir de la literatura moderna tal y como la conocemos. Su lúgubre reflexión sobre los riesgos que entraña jugar a ser Dios, la búsqueda de la identidad y las consecuencias últimas de la vanidad humana han influenciado a incontables autores y obras a lo largo de los años, entre ellos al propio Guillermo del Toro.
El director de ‘El espinazo del diablo’ ha confeccionado su insólita filmografía a base de monstruos, criaturas y fantasmas. No obstante, en sus filmes más personales, estos seres no son malvados per se, tan solo repudiados que aterran a una humanidad que no les comprende, cuyas sombras se recortan entorno a nuestros propios terrores y prejuicios. Guillermo del Toro separa al hombre de lo que le hace humano, solidarizando las cualidades y vicios de nuestra naturaleza con criaturas diversas, almas atormentadas con las que también compartimos el anhelo último de ser amados. Se podría decir que sus películas abrazan, literalmente, lo paranormal. A la luz de todo lo anterior, y para todo aquel familiarizado con ‘Frankenstein’ y su monstruo, es evidente que del Toro era uno de los autores más indicados para llevar la novela de Shelley de nuevo a la gran pantalla, o a la pequeña si uno espera, que no debe, a su estreno en Netflix este 7 de noviembre.
Es más, esta no es sino la segunda ocasión en la que la influencia de ‘Frankenstein’, que ha inspirado y nutrido la imaginación y el cine de del Toro a través de muchas de sus cintas, se cristaliza en una producción de Netflix. Ya en 2022, el director mexicano narró la historia de un hombre que, motivado por la pérdida y el delirio y capacitado por sus extraordinarias habilidades, se sirve de su arte para dar vida a un engendro que no debería tenerla. Me refiero a su penúltimo estreno, su singular adaptación del cuento de ‘Pinocho’. A pesar de las diferencias en tono y audiencia entre el cuento de Carlo Collodi y la novela de Mary Shelley, sendas adaptaciones se fraguan como las dos caras de la misma moneda. Tanto Pinocho como la criatura de Frankenstein son marionetas concebidas contra su voluntad en un mundo que les rechaza y hasta les teme. El niño de madera, con un relato más afable y dirigido a un público infantil, acaba siendo aceptado como un niño de verdad, mientras que la abominación de Frankenstein, mucho más apegada a la cruel realidad, a pesar de nacer tan inocente como un niño, termina convirtiéndose en el monstruo que el mundo espera que sea.
Con ‘Frankenstein’ Guillermo del Toro logra una de las adaptaciones más fidedignas, y desde luego la mejor realizada, de la centenaria novela. Toda la idiosincrasia del realizador de ‘El laberinto del fauno’ desemboca de manera natural en este último proyecto, que toma los mejores y más destacados rasgos de su filmografía para mezclarlos en el relato gótico por excelencia. La película hace gala del estilo rocambolesco y excesivo marca de la casa del Toro, con cada elemento de la producción rezumando detalle y fantasía. Los escenarios, el vestuario, el maquillaje, etc., todo se siente tangible en la ucronía victoriana en la que transcurre la historia, combinando el horror corporal con la esplendidez barroca, dotando de personalidad y peso a toda una obra que se siente manufacturada. La orquestal banda sonora de Alexandre Desplat, músico de cabecera de Wes Anderson (‘El gran hotel Budapest’), compuesta principalmente por el atronador pero a la vez delicado sonido de las cuerdas, gracias a su timbre trágico y romántico, casa a la perfección con el tono dramático y fantasioso de la cinta. A todo lo anterior se le suma una excelente fotografía que retrata entre las sombras un largometraje que se siente atemporal, dado el limitado uso de efectos especiales y su apuesta por un aspecto artesanal, con el que es capaz de aterrizar personajes y lugares difícilmente concebibles más allá la imaginación.
Sin embargo, y a pesar de la inmaculada creatividad y cariño dedicados a la realización de esta película, dista de ser perfecta. ‘Frankenstein’ de Mary Shelley es una narración magistral, una obra introspectiva, rica en personajes complejos y encrucijadas morales, un ensayo sobre los peligros del humanismo renacentista más exacerbado, capaz de emplear la ciencia del hombre para lograr el poder de Dios, asentando el precedente del género literario de la ciencia ficción. Ante semejante punto de partida, cualquier adaptación tiene las de perder frente al clásico de Shelley y, aunque la película de Guillermo del Toro ofrece un digno combate, no puede destronar a la todopoderosa novela. Se suele decir que la película nunca es mejor que el libro, pero un servidor no comulga con esa costumbre, por generalmente cierta que sea. Mismamente, el ‘Nosferatu’ estrenado hace menos de un año me parece que es capaz de sobrepasar al ‘Drácula’ de Bram Stoker, cuya laboriosa y estática segunda mitad se agiliza y resuelve más orgánicamente en la adaptación de Robert Eggers. La literatura siempre podrá ofrecer un mejor desarrollo de su relato, ya que cuenta con infinitamente más tiempo para la exploración detenida de sus temáticas; pero el cine, el buen cine, es capaz de contraatacar con sus armas audiovisuales, dando vida, como el mismísimo Víctor Frankenstein, a ideas que solo existían en la mente del lector. Es cierto que esta nueva adaptación de Frankenstein cuenta en su mano con las cartas de su maravillosa producción y su ornamentada recreación de los personajes y motivos del manuscrito de 1818; pero no alcanza a desentrañar todas las capas del intrincado retrato humanista que propone Shelley, el cual es el verdadero as en la manga del libro.
Del Toro, perfectamente consciente de las limitaciones de su medio respecto al escrito, selecciona los motivos del texto a los que mejor se adapta su propio discurso, y que innegablemente se sienten más familiares para un público generalista. De todos ellos, el mexicano se centra en explorar la relación paternofilial entre el creador y su obra, con un Víctor Frankenstein que, a diferencia de la novela, trata de adiestrar a su criatura por medio de la crueldad, alimentando el resentimiento de un monstruo que luego no encontrará consuelo entre los vivos. Aquí los roles de la creación y creador son mucho más simples que en la novela, casi como arquetipos de héroe y antagonista. El doctor es un hombre consumido por la ambición y el despotismo que encuentra la horma de su zapato en un ser casi benévolo respecto a su contraparte literaria, la cual, a raíz de la ira y el rencor que guarda contra su creador, llega a convertirse en un auténtico monstruo que hostiga fría y calculadamente a su artífice y a sus seres queridos. Esa crueldad inherente al hombre, que no obedece a otro capricho que a la misma naturaleza salvaje del mundo, ciertamente es mencionada por del Toro, pero palidece frente a la minuciosa disección de la condición humana que ofrece la novela.
En definitiva, ‘Frankenstein’ de Guillermo del Toro, aun desde una perspectiva más idealista y rebajada en complejidades filosóficas, consigue resucitar una historia para la que su director estaba prácticamente destinado, conjugando su sello macabro y emotivo con el dramático clásico gótico de Mary Shelley; firmando así la mejor adaptación jamás vista de ‘El moderno Prometeo’.