Parte, según ella comenta, de las ‘Historias del cine mudo’ de Julio Llamazares, y afirma: «es un libro que me llegó especialmente, un libro de Julio de los que más me gustan. El libro es el embrión, porque yo no conocía la cuenca minera, la conocí a través de Julio. Conocí lo que es Olleros a través de él. Y me decidí a hacerlo cuando vi que el cierre de las minas era inminente. Era el último coletazo, porque el fin de la minería se llevaba gestando desde hace muchos años». La mayor parte de la minería había cerrado y quedaban tres o cuatro minas que fue donde realizó la mayor parte de su trabajo.


El título de la exposición y del libro, ‘the end’ es un título cinematográfico, pues su idea era hacer algo relacionado con la cinematografía, como un guiño a las películas del Oeste que se proyectaban en los cines de las cuencas mineras, los cines que ponía la empresa, relacionando la vida de esas cuencas mineras con el Oeste americano. No era exactamente así, pero sí se puede considerar como un guiño a todo eso.
Su relación con el carbón parte a través de Julio Llamazares y a veces el ser ajeno a todo ello le ha dado una mirada mucho más receptiva porque si lo hubiera vivido directamente no se habría fijado en detalles a los que quienes habitaban las cuencas estaban acostumbrados.
A lo largo de su trabajo ha ido modificando su perspectiva sobre la mina. Dice: «En cualquier historia que haces, de cómo empieza a cómo acaba, cambias, la idea no vuelve a ser la misma porque la propia actividad te hace cambiar. A mí la problemática de las minas me interesaba por el cierre inminente que está asociado a esa España vacía por un lado, esa España denostada. También tenía un interés estético, pero al hablar con la gente me daba cuenta de que el problema es mucho más grande de lo que te imaginabas, tiene muchas más ramificaciones y complejidad. A lo largo de tu relación en el trabajo vas profundizando y vas cambiando tu idea inicial».
Otro de los temas importantes ha sido el de la complicidad con los mineros. No le gusta ir directamente a hacer fotos, hay un tiempo para conseguir la confianza con las personas, explicar su idea y su proyecto. No es por quedar bien sino que es un sentimiento hacia la minería que le hace empatizar con ellos. Como ella misma explica: «lo siento de verdad, tengo empatía con la minería, no lo fuerzo ni me hago la simpática para quedar bien. Tengo mucha afinidad con ellos, enseguida entiendo lo que quieren decir, y comprendo lo que significan sus gestos, palabras y miradas, voy con educación, pido permiso, explico lo que estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo, espero lo que haya que esperar y se establece la comunicación, algo tan sencillo como eso». Con esa actitud se consigue la confianza de las personas implicadas y a partir de ese momento ya tiene la posibilidad de ir tomando fotos.

En la exposición y en el libro aparecen pequeños detalles de ese pasado minero ya perdido, cuadernos escolares, archivos de facturas, comunicaciones variadas, pizarras con escritos, bares ya cerrados, los cines, discotecas… su mirada se posa en los más nimios detalles y comenta: «Vas buscando cosas que den a conocer ese pasado minero, que funcionen para mostrar ese mensaje». Porque sus imágenes además de sensaciones de recuerdo y nostalgia buscan también la belleza, algo que Cecilia consigue en sus imágenes estéticamente hermosas.
Para ello es importante esa atmósfera que ha conseguido en las distintas imágenes que da la iluminación natural, que es la que había porque iba buscando esa luz, porque ella no ilumina con luz artificial absolutamente nada y desde las ventanas que dan una cierta luminosidad, que es la que ella visualiza en la cabeza y luego puede resultar o puede ser un fracaso al ver la foto. Como ella misma dice: «A veces te empeñas en sacar una foto y no te sale». Y pone algún ejemplo de lugares que tuvo que visitar cuatro veces para encontrarse que ninguna foto le gustaba.
La exposición tiene dos aspectos, por un lado se encuentran las fotografías que se pueden ver en la sala y por otro el libro editado por Eolas foto, una editorial con varios libros realizados con muy buen gusto y presentación, como el de Cecilia Orueta y la diferencia entre la exposición y el libro es que el libro está hecho como si fueran secuencias cinematográficas, mientras que la exposición resulta agradable de ver, pero sin producir esa sensación.
Tras esta exposición y la parálisis de la pandemia, Cecilia Orueta quiere retomar sus proyectos y seguir trabajando en temas inacabados que debe finalizar, así como un proyecto para el futuro con la idea de hacer un trabajo en Ibiza sobre paisajes de antes de la llegada del turismo.
La exposición sobre la mina es un canto poético a un tiempo que ha pasado, a quienes lo han vivido, disfrutado o sufrido, con una visión melancólica y triste de un mundo que se esta perdiendo en las nieblas del pasado del que apenas quedan vestigios que recuerden lo que fue y que ya no volverá a ser. Conviene no perderse la exposición y si interesa, tampoco perderse el libro.