- ¿Y el día Nochebuena cuántos estabais?
- Espera que sumo... once. Como a los bolos también.

Tomás va hablando y sigue a lo suyo, atendiendo el bar, a lo que le piden los de la partida, que es una de las causas de que esté abierto el González. "Yo ya tengo una edad, y Matilde también. Cuando la pandemia y todo aquel lío de confinarnos lo cerré, pensando en no abrir más; pero ahora resulta que si lo cierro, ¿qué hacemos? ¿dónde va toda esta gente, que echamos la tarde en la partida? Y lo abrí otra vez»; cuenta este paisano tranquilo y grande, buena gente, que fue camionero, ganadero, cantinero...
- Perdemos dinero, pero Tomás no quiere cerrar; abunda Matilde, una de las cocineras de más fama de la comarca, sobre todo con el cordero y los postres caseros. Después de ‘echar las cuentas’ sorprende con otra pregunta:
- ¿Queréis que os escriba una poesía para que sepáis lo que hay en Casares?
- Venga. Manos a la obra.
Y marcha a escribirla.
Sigue la partida en el bar. Como es domingo ha venido un matrimonio de Rodiezmo, que vive en Gijón, pero a diario juegan los del pueblo, con Tomás y algún otro, incluso Matilde. Con ellos esta Bayón, el más viejo de los que viven en el pueblo, con 90 años, y su mujer, Ángeles, también es ‘la última que vive en el pueblo’ de las históricas pandereteras de Casares.
Pese a la poca gente que vive en el pueblo han colocado una ‘potente’ iluminación navideña. «No queremos que parezca un pueblo sin gente, de la España vaciada y ese rollo; por eso yo compré unas luces, se lo dije a Tomás, que es la autoridad, y las colocaron Kico y David, que trabajan en el Ayuntamiento, como Miguel, que además es vecino del pueblo; explica Sonia, que acaba de irrumpir con una lata de dulces de coco. «Coger, que son caseros»; aunque su especialidad son las pastas caseras de Folledo, su otro pueblo. «Anda que no comimos pastas para combatir la pandemia», bromea Tomás.
Uno de los lugares iluminados es la ermita de San Roque, uno de los orgullos del pueblo pues «era de tres particulares que la habían comprado por cuatro perras y nos costó 12.000 euros recuperarla. Más los arreglos, pero quedó muy guapa, explica Tomás, que sonríe al ver salir a Matilde: «Ya te trae la poesía».
Y la traía:
«Que Casares no se acabe
no se tiene que acabar
que lo repueblen los jóvenes
que no les gusta la ciudad.
Es una pena perder
donde hay amabilidad
con todos los visitantes
que por aquí quieren pasar.
No se olviden de este pueblo
de la Montaña central
con los tres picos preciosos
que desde todo el municipio se ven.
Y todos nuestros encantos
que no se pueden perder,
respirar el aire puro
tan difícil de tener...».
«Coge otra pasta», insisten, y la verdad es que no apetece irse de Casares, pero como decía el histórico cantinero cuando quería cerrar: «Esta gente tendrá una casa para la que marchar».