Una carta inédita de los Azcárate durante la proclamación de la República

El presidente de la Asociación de Amigos de la Fundación Juan Negrín, Félix Vidal, comenta una carta escrita por Pablo de Azcárate a su mujer, Amelia Diz Flórez, y fechada el 14 de abril de 1931

14/04/2024
 Actualizado a 15/04/2024
Patricio de Azcárate, hijo de Pablo, junto al leonés, amigo cercano de la familia, Félix Vidal. | L.N.C.
Patricio de Azcárate, hijo de Pablo, junto al leonés, amigo cercano de la familia, Félix Vidal. | L.N.C.

Azcárate significa «portillo de peñas». Lo señala la multitud de páginas que desentrañan toponimias y etimologías para dar con un canto en los dientes al ávido buscador del origen de las palabras. El de Azcárate es en euskera, pues se remonta a un Manuel del siglo XVI que vistió el apellido en tierras navarras. Desde entonces, el árbol genealógico se fue ramificando, como los senderos que se bifurcan en el jardín de Borges, hasta llegar a su rama leonesa, en 1770, cuando Manuel Tomás de Azcárate Villar llegó a León.

Tuvo cinco hijos. Uno de ellos fue Patricio de Azcárate Corral, que se casó con Justa Menéndez para alumbrar una familia numerosa con Gumersindo, Tomás, Jesusa, Manuela y Cayo como hijos. Y debe escogerse la rama de Cayo en este inmenso árbol genealógico, que –por seguir con los maestros latinoamericanos– bien podría ser la familia de ‘Cien años de soledad’, para explicar la historia que acontece. Cayo, coronel de ingenieros, tuvo dos esposas y cinco hijos. Uno de ellos fue Pablo, nacido en 1890 y fenecido en 1971. Este, casado con Amelia Diz Flórez, tuvo a su vez cuatro hijos: Delfina, Patricio, Amelia y Manuel. En este peldaño –podría seguir–, ya se percibe que los Patricios, Pablos y Gumersindos de la familia Azcárate no distan demasiado en número de los Aurelianos y Arcadios o José Arcadios de la familia Buendía relatada por Gabriel García Márquez. Tampoco es que su historia sea muy distinta de la que un lector pueda encontrarse en una novela. 

Al otro lado del teléfono, desde Valencia, habla el leonés Félix Vidal, presidente –«y patrono», añade– de la Asociación de Amigos de la Fundación Juan Negrín y amigo cercano de la familia Azcárate. «Especialmente, de Carmen», puntualiza riguroso. Carmen es una de los dos hijos de Manuel de Azcárate, «secretario de Relaciones Internacionales del PCE durante muchos años y candidato por León en las primeras elecciones de 1977», en palabras de Vidal. Pero el motivo por el que se programa esta conversación no atañe al padre, sino al abuelo de Carmen, Pablo de Azcárate Florez, remitente de una carta enviada a su mujer, Amelia, y fechada el 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la II República.

«Pablo de Azcárate y su familia, en aquel momento, residían en Ginebra», explica el patrono y presidente de la asociación. Pero la carta tiene sello del Hotel Astor de París. Y es que «don Pablo», como le denomina Félix, «tenía un alto cargo en la Sociedad de Naciones», que acabaría derivando en lo que hoy es la Organización de las Naciones Unidas. 

Carmen y Pablo, los dos hijos del diplomático Pablo de Azcárate. | L.N.C.
Carmen y Pablo, los dos nietos del diplomático Pablo de Azcárate. | L.N.C.

La carta, del puño y letra del abuelo de Carmen, no había salido a la luz más que en un volumen escrito por la nieta, ‘Vivencias de una hija del exilio’. Una publicación reciente que no se ha comercializado; que ha reservado su lectura a los más allegados. En ella, Carmen hace un comentario en uno de sus capítulos, titulado ‘Una carta especial’, pues no es parca en detalles la descripción del ambiente en los círculos diplomáticos internacionales en momentos previos y durante la victoria definitiva de la República. «Las elecciones municipales que dieron triunfo a la coalición republicano-socialista tuvieron lugar el 12 de abril y la República se proclamó oficialmente a última hora de la tarde del 14 de abril», relata el leonés: «Pero las noticias de que el nuevo gobierno era inminente estarían circulando desde antes y todas ellas llegaban a París, donde estaba don Pablo». 

Allí trataba el miembro de la familia Azcárate con los emigrados. Así llamaban entonces a los republicanos y socialistas exiliados por intentar derrocar la monarquía en diciembre de 1930, la Sublevación de Jaca. Indalecio Prieto o Marcelino Domingo son un par de los mencionados. Félix Vidal continúa sus explicaciones alternando sus propias declaraciones con fragmentos textuales del ejemplar epistolar con remitente Azcárate. 

– «Al llegar Bonnet», que era un político francés, «me enseñó enseguida a los extraordinarios con la abdicación» –se salta algunas frases– «Figúrate la impresión, aunque era cosa ya descontada aquí. Pero no es lo mismo verlo hecho. En fin, ya está la vía libre y lo que hace falta es que los de Madrid tengan la cabeza bastante firme para no perder la serenidad». 

Pablo de Azcárate también hace mención de Queipo de Llano y, en un esfuerzo meditado por contextualizar la situación, Vidal analiza: «Era uno de los generales republicanos exiliados por la sublevación de 1930». Explica que «siguió una trayectoria atípica», a merced de su personalidad peculiar y continúa con la lectura. 

– «En el momento en que salió el general Queipo de Llano, que iba a la estación a despedir a Prieto y Domingo» –se interrumpe, fruto de la emoción que parece suscitarle la historia y con un interés por difundir su amplio conocimiento que se le intuye innato.– Indalecio Prieto y Marcelino Domingo eran dos de los que Alcalá Zamora había nombrado ministros y se trasladaron a Madrid para tomar posesión –sigue leyendo.– «Que Alcalá Zamora les habrá llamado con urgencia. Me fui con él y allí los vi– duda un instante– los vi un momento. Unas cien personas; unos cuantos gritos; vivas y mueras llenos de rabia a Quiñones», embajador de España en París e hijo de un político leonés.

El autor de la carta, Pablo de Azcárate, habla con Juan Negrín. | L.N.C.
El autor de la carta, Pablo de Azcárate, habla con Juan Negrín. | L.N.C.

El patrono y presidente de la asociación no tarda en añadir nuevos estractos de la misma carta. Lee fragmentos que se convierten en prueba feaciente de la capacidad de actuación del autor y su influencia en el Quai d’Orsay, «Ministerio francés de Asuntos Exteriores», o en el Foreign Office –el correspondiente Ministerio en tierras británicas–. Muestra el lado más divertido de Pablo de Azcárate con algunas frases: «Prieto y Marcelino estaban preocupados y se daban cuenta de lo que se les venía encima, pero todos los demás no hacían más que decir chistes y un sinfín de burradas y barbaridades». No tarda en salir, de nuevo, la figura de Queipo de Llano y Félix vuelve a leer: «El general parece un infeliz, pero sin duda no ha descubierto la pólvora». Cinco años antes del estallido de la Guerra Civil, Azcárate se entregó a la providencia, pues, como señala Vidal sobre aquel general –ahora en sus palabras–, «en el año 36, terminó uniéndose a los generales que, con Franco, dieron el golpe de estado y fue uno de los más crueles y sanguinarios». Suspira al otro del dispositivo: «Las vueltas que da la vida». 

Estas son solo algunas de las píldoras con las que Pablo de Azcárate describe el clima internacional a la llegada de la inminente República en un texto que, desde ahora, ve parcialmente la luz, quedando siempre para la historia de España. También, un retrato de forma epistolar que, como escribe su nieta en el capítulo ‘Una carta especial’, «muestra al hombre de responsabilidades públicas en su vertiente íntima». Un retrato epistolar en el que no faltan apelativos cariñosos como «vidina» de un miembro a otro de lo que, en definitiva, es un matrimonio. Con un diminutivo de acento leonés que no pasa desapercibido. 

«Era un hombre que se movía, era liberal, republicano y comprometido con la República», cuenta Félix sobre este Azcárate, que, a sabiendas de que su lucha estaba perdida pasado ya el tiempo a pesar de sus incansables intentos por mediar en un conflicto que acabó con la vida de más de medio millón de personas, nunca dejó de prestarse a las causas que consideró justas. Y constituyó la Asociación de Exiliados Españoles y, en el exilio, coordinó el Servicio de Evacuación de Refugiados (SERE) y se enfrentó a la Dictadura Franquista para «canjear» a su hermano Justino, encarcelado, por Raimaundo Fernández Cuesta, uno de los fundadores de la Falange. Se sometió al escarnio de un régimen totalitario mientras desempeñó su función como secretario en la Comisión de Palestina de la ONU, donde luchó por sofocar el fuego del conflicto palestino-israelí. «Era muy amigo de Juan Negrín, el presidente del gobierno en el exilio», declara Vidal, que le tilda de «asesor en asuntos internacionales» del que fuera presidente.

Cuando no fue diplomático, ya retirado en Ginebra, escribió. Relató sus vivencias en tan dispares y numerosos lugares del mundo. «Le gustaban mucho la historia y los libros», cuenta Félix, quizá fruto de ser sobrino de Gumersindo de Azcárate, uno de los catedráticos fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, o por ser nieto de Patricio de Azcárate Corral, filósofo, historiador, político, difusor de la filosofía moderna y traductor de Platón, Aristóteles y Leibniz. Son sólo un par de ejemplos de la ejemplar trayectoria de la familia. «Lo que pasa es que esto es como un cesto de cerezas», compara el leonés: «Tiras de una para comértela y te salen otras cuantas». Es verdad. 

«Releer esta carta me ha hecho ahondar en el conocimiento de mi abuelo, al que recuerdo como un señor mayor y que ahora se me hace visible con sus cuarenta años y su plena capacidad», escribe su nieta, que descubre al final de su comentario un misterio. Una nota ‘a posteriori’ que reza: «Devolvedme esta carta». «Quién la ha escrito? ¿Qué recorrido tiene esta carta, obviamente importante en la biografía de mi abuelo?¿Cómo fue que la encontré en un paquete de fotos?», se pregunta, de momento, sin respuesta. «Si carmen no lo sabe, menos lo sé yo», añade Félix, que no tarda en terminar: «Es importante destacar la figura de uno de nuestros hijos ilustres de León». Y, ¿qué fecha mejor que el mismo Día de la República?

La nota ‘a posteriori’ que sembró las dudas en la nieta de Pablo. | L.N.C.
La nota ‘a posteriori’ que sembró las dudas en la nieta de Pablo. | L.N.C.

 

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