Carlos Álvarez brilla en la ‘Forza’ de Viena

El barítono malagueño lidera junto a Nina Stemme el elenco de Staatstoper, con Zubin Mehta a la batuta. Cines Van Gogh Gogh retransmite la tragedia de Verdi basada en el duque de Rivas este jueves a las 19:30 horas

Javier Heras
20/11/2025
 Actualizado a 20/11/2025
Una escena de 'La forza del destino' que este jueves retransmiten los Cines Van Gogh de León.
Una escena de 'La forza del destino' que este jueves retransmiten los Cines Van Gogh de León.

«Un elenco de ensueño», publicó el Financial Times en 2008 en su crónica del estreno de este montaje de La forza del destino en Viena. La ocasión no volvería a repetirse: el tenor Salvatore Licitra (1968-2011) murió pocos años después en un accidente de moto en Sicilia. Esta grabación -que Cines Van Gogh retransmite el jueves 20 de noviembre- deja constancia del talento del italo suizo, que había debutado en 2000 con Muti en La Scala, con ‘Tosca’, y sustituido a su ídolo Pavarotti a última hora en el MET neoyorquino en 2002, también como Cavaradossi. Su bello timbre, su arrojo, pasión y buen gusto en el fraseo lo hacían idóneo para los roles líricos de Verdi, igual que su rival (en esta función), Carlos Álvarez. El barítono malagueño (1966) es un experto en el repertorio del compositor gracias a su sensibilidad, presencia, convicción dramática, expresividad y, por supuesto, su voz de color inconfundible.

Aun así, la estrella no podía ser otra que Nina Stemme. La sueca (1963), premiada en concursos como Operalia y Cardiff, marca el listón de las sopranos dramáticas de este siglo, con sus heroínas wagnerianas de referencia (Isolda, Siglinda, Elsa). En la capital austriaca acababa de encarnar a Brunilda en ‘Sigfrido’, pero aquí, en la piel de Leonora, se adaptó al idioma italiano sin perder un ápice de musicalidad, riqueza de texturas, graves y medios, imponente volumen, entrega y elegancia.

El mítico Zubin Mehta (India, 1936) comandó la orquesta de la Staatsoper con sutileza, agilidad, garra y atención a los detalles de la partitura. De tinta fúnebre, es muy conocida por su obertura y el motivo del destino. Por su parte, la dirección escénica recae en David Pountney (1947), responsable artístico de la Ópera Nacional Galesa tras su exitoso paso por la English National Opera y por el festival de Bregenz (2003-2014). El inglés, también libretista y especialista en teatro, recurre a decorados minimalistas (una rampa blanca), con algunos elementos impactantes (una torre, una ruleta de la fortuna ya desde la obertura), y mezcla épocas en un vestuario ecléctico en el que incluso caben cowboys, banqueros y cheerleaders.

Si las proyecciones de vídeo aluden al trasfondo bélico del libreto de Francesco Maria Piave –basado en la sangrienta tragedia ‘Don Álvaro o la fuerza del sino’, de Ángel Saavedra, Duque de Rivas–, sobresalen los movimientos grupales, coreografiados por la alemana Beate Vollack, hoy al frente del ballet de la Ópera de Graz.

Un supuesto mal fario persigue a La forza del destino desde su estreno en 1862 en Rusia, que se retrasó por enfermedad de la soprano. Piave y Verdi no volverían a colaborar porque el escritor se quedó vegetativo años más tarde. Y, como sucede con ‘Supermán’ en el cine, algunos de sus protagonistas han sufrido episodios trágicos. Antes de la muerte de Licitra, el barítono Leonard Warren sufrió en 1960 un infarto cerebral… en pleno escenario del Metropolitan, justo después de cantar el aria ‘Urna fatale’.

En realidad, ‘La forza’ triunfó desde la primera noche, y su gestación resultó plácida. El genio de Busseto (1813-1901) se había tomado cuatro años de respiro, en los que se dedicó a la política en el parlamento de la recién fundada Italia. Tras la muerte de Cavour, que lo había animado a ser diputado, aceptó una oferta de San Petersburgo. Le daban todas las libertades: «Admitirían todo menos proclamar la República», escribió su mujer. Para el argumento, optó por un drama de moda del romanticismo español, como en ‘Il trovatore’. Con lo cobrado pudo reformar su casa. Y hasta viajó a Rusia a supervisar los ensayos. El zar Alejandro II los condecoró. Meses después, él mismo la dirigió en Madrid, con el anciano Duque de Rivas presente (no le agradó).

El propio Verdi nunca quedó satisfecho. «Demasiados cadáveres», repetía. En 1869 se empeñó en revisarla para La Scala. No solo incorporó la famosa obertura, sino que el poeta Ghislanzoni (‘Aída’) cambió el final: Álvaro, tras la muerte de su enemigo y su amada, no se suicida, sino que acepta la voluntad divina. Hoy, la ‘Forza’ sigue vigente –le perdonamos personajes prescindibles, como Preziosilla– gracias a su música y a que no solo trata de un amor fatídico, una maldición o una venganza, sino de los prejuicios raciales: el Marqués de Calatrava y su hijo Carlos odian a Álvaro por mestizo, pese a sus méritos militares y su posición económica.

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