Un bis histórico de ‘Nabucco’ en el Teatro Real

El público de la ópera madrileña nunca había pedido que el coro repitiese una pieza. Tuvo que ser ‘Va pensiero’, el lamento escrito por Verdi en 1842. Este jueves podrá verse en Cines Van Gogh

Javier Heras
19/10/2023
 Actualizado a 19/10/2023
Un momento del montaje de ‘Nabucco’ de Verdi en el Teatro Real de Madrid. | L.N.C.
Un momento del montaje de ‘Nabucco’ de Verdi en el Teatro Real de Madrid. | L.N.C.

El Teatro Real está ligado a ‘Nabucco’ ya desde su inauguración en 1850: en las pruebas acústicas previas a la apertura solía usarse el preludio. La ópera de Verdi se estrenó ya en 1853 (una década después de ver la luz en Milán), y durante veinte temporadas se representó sin descanso. Pero desde 1871 no volvió a rescatarse hasta 2022. Siglo y medio de ausencia que solo podía compensarse con una noche histórica. Y así fue. Por un lado, gracias a las voces, un elenco de especialistas como el tenor Michael Fabiano, el bajo Roberto Tagliavini o la soprano Saioa Hernández. Por otro, a la batuta de un Nicola Luisotti que lleva siete títulos de Verdi en este foso, desde ‘Il trovatore’ en 2007, y que demostró criterio, lucidez y dominio de las dinámicas. La arriesgada producción del alemán Andreas Homoki traslada la acción de la Babilonia del VI a.C. a la Italia del XIX, ocupada por el imperio austrohúngaro. Con un decorado minimalista (un gran muro divisorio en el centro), la lucha del pueblo contra el ejército invasor se asocia a la que sufrían los judíos a cargo de los asirios, que ocuparon Jerusalén y los expulsaron.

El planteamiento tiene sentido: fue ‘Nabucco’ la ópera que convirtió a Verdi en un héroe del Risorgimento, el movimiento de unificación. La nostalgia del hogar perdido parecía una analogía de lo que vivía Italia en esa época. Y desde el 9 de marzo de 1842 en La Scala, la melodía de ‘Va pensiero’ caló como un símbolo de la resistencia y, poco a poco, como una especie de himno nacional. Por eso fue tan hermoso que en Madrid el público –con un fervor nacido de la pandemia y de la preocupación por la guerra de Ucrania– ovacionase al coro Intermezzo y le solicitase un bis. Nunca antes había sucedido en la Historia del Teatro Real. La formación vocal dirigida por Andrés Máspero repitió el canto de los esclavos a su patria («tan bella, tan perdida»). Al fin y al cabo, el pueblo es el gran protagonista de la obra, por encima de las rivalidades familiares.

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Este jueves, Cines Van Gogh retransmite una grabación de este montaje de ‘Nabucco’ de julio de 2022. La ópera resulta fascinante tanto por su concepción como por sus repercusiones. Verdi no pudo escribirla en condiciones más terribles: en 1839 habían muerto su primera mujer, Margherita Barezzi, y sus dos hijos. Desolado, concibió una comedia que, por supuesto, fracasó: ‘Un giorno di regno’. Pero el empresario de La Scala, Bartolomeo Merelli, se negó a que ese joven de 29 años renunciase a componer, como pretendía, y le ofreció el libreto de ‘Nabucco’. Según relata el propio músico en sus ‘Esbozos autobiográficos’, regresó a casa sin ganas y lanzó el manuscrito a la mesa. «El libro se abrió. Y leí: ‘Va, pensiero, sul’alli...’ Cerré el texto y me fui a la cama. Pero ‘Nabucco’ no paró de darme vueltas». En su mente brotaron sin parar las melodías que iban a encumbrar su carrera. 

Se asoció con el escritor Temistocle Solera, que ya había colaborado con el genio de Busseto en su debut, ‘Oberto’. Aquí lograron su primer gran éxito, y repetirían con ‘I lombardi’, ‘Giovanna d’Arco’ y ‘Attila’, obras menores de un período (los llamados «años de galera») en que componía sin parar. Se puede considerar ‘Nabucco’ el principio de todo: de la fama y la riqueza, de su relación con Giuseppina Strepponi (la soprano que encarnó a la primera Abigail) y de su estilo musical.

Sus inolvidables arias (‘Dio di Giuda’, para el barítono, o ‘Tu sul labbro’, del bajo) no solo demuestran su don para la melodía, sino también su concisión: los cantantes nunca se deleitan en despliegues vacíos ni florituras, como hacían en el bel canto. Todavía se aprecia la influencia de maestros como Donizetti o Rossini, pero impresiona la energía de la orquesta y sobre todo su dramatismo. Una audacia y un instinto teatral que siempre fueron el sello del autor de ‘Rigoletto’.
Muchos años más tarde, antes de morir en 1901, el anciano Verdi dispuso en su testamento que el funeral fuese modesto, «sin cantos ni música». Pero las calles de Milán se abarrotaron. Y la multitud lo acompañó a la tumba cantando… ‘Va pensiero’.

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