Arturo Pérez-Reverte: "Nos están tapando la boca"

El escritor ha aprovechado la presentación de su nueva novela, 'Los perros duros no bailan', para alertar sobre el "momento terrible" que atraviesa el periodismo

ABC.es
05/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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La cita era a las 11 horas, en la Casa de América, en Madrid. Aunque fuera comenzaba a despuntar la primavera, Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) llegó enfundado en su tradicional gabardina. Su atuendo es ya una característica propia de la personalidad literaria de quien lleva 30 años en el oficio de escritor. Lo advirtió varias veces, antes y durante la conversación que mantuvo con los periodistas: «He venido a hablar de mis perros y mis perras». No obstante, su última novela, 'Los perros duros no bailan' (Alfaguara), cuenta con un can llamado Negro como protagonista y, por tanto, tocaba disertar sobre ello. Y Pérez-Reverte lo intentó.

Trató de que la charla la monopolizaran esos animales por los que siente auténtica devoción. Aunque no triunfó... del todo. Los poros de una realidad atravesada por los juicios sumarísimos en las redes sociales, el maltrato animal o el machismo, por ejemplo, se filtraron en una rueda de prensa en la que, pese a todo, el escritor se sintió como pez en el agua, siguiendo con la fauna animal.

«El libro es una metáfora de la vida de los seres humanos. Me ha permitido contar la realidad de una forma que no podría con los seres humanos», aseguró. En su opinión, en los últimos tiempos «se ha vuelto muy difícil escribir» y «hay que tener un cuidado tremendo», porque «todo es susceptible de generar polémica». «Estamos cortando la lengua a gente necesaria a la hora de hablar. A Javier Marías y a mí, por ejemplo, ya nos da igual, pero hay periodistas jóvenes que no se atreven a escribir porque cada vez están más preocupados por lo que puedan decir de ellos. Nos están tapando la boca. A un chico de veinte o treinta años lo pueden hundir, deberíamos recapacitar», reflexionó.

"Animalismo perruno"


El escritor es un habitual de Twitter, donde cuenta con 1,96 millones de seguidores, pese a que ya sólo abre el «bar de Lola» en ocasiones especiales, como la publicación de esta novela. Precisamente, el 30% de sus tuits están «dedicados a los perros perdidos» y, aunque el libro «no tiene ningún tipo de función social», Pérez-Reverte aprovechó el foro para denunciar que «en España la actitud de los legisladores respecto al maltrato animal es una vergüenza». «En España el maltrato animal sale gratis, y por eso cantidad de hijos de la gran puta se benefician. Como mucho, un año de cárcel y una multa, que no pagan porque son gente marginal a la que es muy difícil pillar de marrón. La ley española deja indefensos a los animales, es de las más infames en Europa».

Aunque su amigo Javier Marías se «ríe» de su «animalismo perruno», el novelista reconoce que «si tuviera que vivir solo en una isla desierta, con una librería y dos perros tendría la vida solucionada». Las virtudes que Pérez-Reverte más ama en los hombres, como la lealtad, el valor, el coraje o la dignidad, «las tienen los perros» y, aunque «hay pocas cosas» que le «mojan todavía el lagrimal», cuando uno de sus canes le mira todavía se emociona. «He perdido el respeto a muchos seres humanos, pero a los perros nunca se lo he perdido», advirtió.

De hecho, tenía en la cabeza una novela de perros policíaca (y esta es canónica del género, y 100% «revertiana») desde que leyó 'Jerry de las islas', de Jack London, aunque no fue hasta junio del año pasado, mientras escribía la tercera novela de la serie Falcó (que llegará en octubre), que se le cruzó esta historia, que remató en un mes, «porque estaba muy pensada». «Cada uno es rehén de su propia vida cuando tiene cierta edad, y yo la tengo. Yo escribo con mi vida, no puedo renunciar a ella, y todo eso está en la novela. Yo no puedo hacer una novela en plan romántico. Cuando yo duermo, cuando me pongo a pensar o a imaginar historias, me viene mi vida. Estoy condenado a escribir este tipo de novelas hasta que me muera». Cada escritor tiene su territorio, y el de Pérez-Reverte lo habitan los héroes cansados, los personajes que, como él, tienen ya una vida detrás y esa mochila les dota de una mirada enturbiada. «Esto no lo he aprendido leyendo a Faulkner, lo he conocido viviendo, y eso no me hace superior a otros escritores, pero hace que mis novelas sean mías», aclaró.

La épica de la vida


Como suyas son las reflexiones que apelan a la necesidad de épica en nuestros días, cuando todo parece ya conseguido, sobre todo para las nuevas generaciones. «No hay libertad que se gane sin lucha. Hay que estar continuamente ganándose la libertad, porque vivimos en un sitio peligroso y hostil. Los jóvenes piensan que está todo ahí porque es gratis, y no es verdad, ha costado mucho sudor, sangre... Olvidamos que el ser humano está constantemente sometido a reválida». De ahí la épica de la vida: «Uno debe estar en guerra psicológica permanente, porque nada está conseguido, todo puede desparecer». Prueba de ello es, por ejemplo, cómo cambió la posición de las mujeres en la sociedad yugoslava tras la guerra: «Antes de que estallara, tenían libertades, pero después, si eran guapas, acababan en burdeles, y si se quedaban embarazadas las asesinaban». «Estoy muy de acuerdo con que el machismo sea acorralado. Pero lo que hemos conseguido en Occidente no es válido para todo el mundo, y en el resto del mundo hay mucho que conseguir y ganar. Nada está garantizado, ni siquiera aquí», advirtió.

Si bien es cierto que estamos rodeados de falsos guerreros, que apelan a la épica inventada, cuando no hay nada por lo que luchar. Frente a la virtud de héroes históricos como Espartaco, Pérez-Reverte terminó dando la puntilla a aquellos que pretenden apropiarse de ciertos nombres: «Es muy fácil apropiarse de nombres, cualquier imbécil puede llamarse Espartaco, pero el nombre no se gana poniendo tuits».

No se trata de una denuncia que Pérez-Reverte haya querido deslizar en las páginas de la novela, donde, por ejemplo, «los perros son machistas y no les preocupa lo que diga Twitter al día siguiente», sino que «ha salido así». «El libro me ha permitido escribir sin autocensura. Vivimos un momento terrible, en el que está en peligro la única garantía de libertad, que es la prensa libre. El día que se callen los periodistas por miedo a que se les eche encima un colectivo, estamos perdidos. En Occidente nunca habíamos vivido un momento como este. Peor que la crisis económica o que la falta de publicidad en los medios es la autocensura por miedo a la reacción de las redes sociales», sentenció.
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