Si nadie duda en llamar precursor del libro electrónico al invento de la leonesa Ángela Ruiz Robles en este caso la relación del auto-mapa (así lo llamó Martín Santos) con el GPS parece incuestionable, sobre todo si pensamos en su primera y más conocida utilidad.
Consiste en un sistema de cintas con mapas que, conectadas al cuentakilómetros, van mostrando itinerarios El invento —como tantas veces, como tantas cosas— nace en una curiosa casualidad, más bien anécdota que ha repetido un nieto de nuestro inolvidable, José Antonio Aldasoro. Tenía su abuelo un Simca 9 Aronde con el que fue a visitar a su hija, recién casada, que vivía en Jerez de la Frontera (hablamos del año 1954). «Después de muchos kilómetros recorridos, y al meterse la noche, la familia se perdió en los alrededores de Sevilla. La realidad es que lograron encontrar la ruta correcta, pero en la cabeza del ingeniero leonés, aficionado a los coches y amigo de los inventos, quedó grabada la idea de no volver a perderse y crear un sistema que mejorara a los engorrosos mapas Firestone de la época», mucho menos prácticos en la noche, por lo que también tuvo muy claro que debía llevar algún tipo de iluminación.
Y se puso manos a la obra.

El coche circula a velocidad directamente proporcional a la que avanza el itinerario Para él, sencillo. Lo colocaba en el salpicadero y lo conectaba mediante un cable a la transmisión del coche... fue haciendo mejoras, salvando problemas —como la incidencia del calor en los materiales de las cintas— y nació el Auto Mapa Martín Santos que patentó en toda Europa, presentó en numerosos países y fue premiado con la Medalla de Oro en el Salón Internacional de Inventores de Bruselas.
No le faltaba humor al recomendar «no mirarlo demasiado tiempo pues un árbol se te puede poner delante»...
Menudos son los de Astorga cuando se pierden yendo a ver a una hija.