– Antes de entrar en materia me gustaría preguntarle, dada su doble condición de médico y escritor, si la situación que nos ha tocado vivir con la actual pandemia podría resultar un buen material para una novela y qué lectura en el pasado podría encontrar a lo que estamos viviendo.
– Hay una novela que es ‘La peste’, de Albert Camus, que tuvo un gran impacto en la década de los cincuenta. Primero quiero manifestar mi total perplejidad ante la situación. Yo mismo no encuentro explicación a tantos contagios. Cómo es posible que 1.400 millones de chinos no tienen la enfermedad. Eso epidemiológicamente no tiene explicación posible. Yo intento cuidarme, hago una vida más o menos libre de virus, en teoría, pero sé que me puedo contagiar. Yo creo que o los virólogos no saben casi nada de este virus o nos ocultan información. Yo estoy tan perplejo como tú o más.


– Voy a hablarte desde mi posición de escritor de novela histórica. Respetando todos los gustos, lógicamente, yo huyo de la fórmula de Posteguillo de narrar flechas que vuelan, espadazos que matan, gritos de dolor. Eso vende muy bien, pero todos sabemos cómo se mata a alguien. No es tan fácil matar a alguien con una espada. Aquí no se decapita a la gente desde un caballo, como hace Pérez Reverte con El Cid. Eso es imposible. Todos tenemos la imagen de las batallas a través de las películas y realmente no eran así. En mi caso recurro a escenas concretas, como decidir si se mata a los prisioneros portugueses o no, si se les tira al río Duero para que mueran ahogados. No puedo poner al rey Fernando dando espadazos a diestro y siniestro porque siempre va rodeado de su guardia personal. Prefiero entrar en el detalle, cómo él se siente cansado, frustrado en la batalla, solitario, escuchando los gritos de la gente llamando a sus madres. Y me siento muy satisfecho de haber logrado incluir por primera vez, porque apenas existe documentación al respecto, la única visita de la reina Isabel a León. Vino al final de 1475 para hacer que Alonso de Oblanca rindiera la plaza de León, que estaba a favor de Alfonso V el Africano, tres meses antes de la batalla. Cabalgó desde Valladolid veintiséis horas con dos postas, durmió en el Palacio de los Guzmanes, entonces en obras, y se volvió al día siguiente, consiguiendo que Alonso de Oblanca rindiera la ciudad. Ella no quería destruir León, cuyo asedio hubiera llevado meses, quería conservarla al igual que la ‘Pulchra Leonina’. Me parece un hecho sumamente interesante.
– ¿Aquella fue una batalla de victoria incierta o existía desequilibrio entre ambos ejércitos combatientes?
– Había un equilibrio en cuanto a número de hombres. El ejército de Alfonso V de Portugal, que se desposó con Juana la Beltraneja, una chica de catorce años, sobrina de él, para decir que era el rey y la reina legítimos de Castilla y León y no Isabel y Fernando, cruzó la frontera con 25.000 hombres. Era un ejército profesionalizado, con impedimenta, mujeres, prostitutas, cocineros... Isabel y Fernando eran dos reyes con muy poca base económica. Apenas aportaron cada uno 2.500 hombres. Todo lo demás fue conseguir que el Cardenal Mendoza, el Conde de Benavente, Alonso Enriquez de Quiñones, el Duque de Alba aportaran ejército. Y todos juntos reunieron también unos 25.000 hombres, pero muy anárquicos. El ejército de Isabel y Fernando eran gente reclutada en las aldeas que iban con la promesa de cobrar unos cuantos maraberíes. Y allí estuvieron meses. El ejército de Portugal entró en mayo de 1475 y hasta el 1 de marzo de 1476 anduvo dando tumbos por Castilla y León. De hecho Isabel y Fernando tuvieron que licenciar a sus hombres en el verano de 1475 por la falta de dinero, de agua y de alimentos. En la novela hay un momento muy importante en el que los nobles le dicen a la reina cómo se le ocurre tal cosa. Luego hacen el reclutamiento ya definitivo al final de 1475, justo cuando ella viene a León, toman Burgos y consiguen reunirse. Es una novela tipo Ken Follet por el tamaño, porque es enorme todo lo que aconteció en aquellos poco meses.
– ¿Qué papel jugó el poder eclesiástico en una batalla que decantó la victoria hacia el bando de Isabel y Fernando?
– Muy importante. En este caso la iglesia más potente representada por el Cardenal Mendoza se posicionó en el bando de Isabel y Fernando y aportó mucho dinero. De hecho la reina le encarga recaudar veinticinco millones de maraberíes. Como te dije todos los personajes son reales y todos los datos de la novela están contrastados. Cuando se dicen veinticinco millones de maraberíes fueron los que fueron, ahí no hay especulación. La familia de los Mendoza eran riquísimos. Para que te hagas una idea, la parte contraria a Isabel y Fernando, que se aliaron con Alfonso de Portugal, el famoso Marqués de Villena y el Arzobispo Carrillo, dos figuras muy importantes de la nobleza y el clero, tenían a su cargo hasta veinticinco castillos y setenta mil vasallos. Imagínate el poder que tenían. Lo que pasa es que la historia la han explicado de manera poco clara.
– ¿Cómo va a ser la hoja de ruta de la novela en cuanto a presentaciones públicas dadas la actuales circunstancias derivadas de la pandemia?
– La novela ya se encuentra en las librerías desde la semana pasada. De momento no vamos a hacer la presentación habitual que hubiéramos realizado en condiciones normales, siempre con bastante asistencia de público. Aunque ahora no habría problemas en presentarlo en el Salón de los Reyes del Consistorio de San Marcelo, el aforo máximo permitido sería tan solo de treinta personas, por lo que no interesa. No tiene ningún sentido porque a lo mejor no van ni siquiera esos treinta por temor al contagio. Simplemente lo que haremos quizás, si el editor Héctor Escobar lo estima oportuno, es una firma protocolaria de ejemplares durante un par de tardes. Pero es algo que todavía no está decidido por parte de la Editorial Eolas Ediciones.