Antonio Gaudí y Míster Güell

Por José María Fernández Chimeno

José María Fernández Chimeno
28/01/2023
 Actualizado a 28/01/2023
Fachada del Palau Güell (1888, fecha de su inauguración).
Fachada del Palau Güell (1888, fecha de su inauguración).
«Imaginó (Güell) que aquella montaña era el monte Parnaso de Olimpia y mandó a Gaudí que le proyectara una ‘ciudad jardín’ con la forma de la ática Delfos, para revivir allí la hazaña de Apolo venciendo a la serpiente [...] Quiso que se hiciera también el trípode desde donde la pitonisa recitaba sus oráculos y que hubiera tres fuentes: Delfussa, Cassoti y Castalia […] Encima del templo dórico una gran explanada recibió el nombre de Teatro griego, al igual que existió en Delfos…» (Juan Bassegoda Nonell, en su obra: Gaudí, la huella modernista)».
(Juan Bassegoda Nonell, en su obra ‘Gaudí, la huella modernista’).

El Sr. Güell era un viajero empedernido, los viajes para él eran una necesidad, fruto del interés y la curiosidad por todo lo conocido: «Nada le era indiferente. Viajaba por placer y por asuntos de trabajo; solo o en compañía. Entre sus desplazamientos más frecuentes Londres y París constituían sus destinos favoritos. En cualquiera de estas dos ciudades, que se conocía como la palma de la mano, estaba bien relacionado» (Carmen Güell, de su obra: Gaudí y Güell, el artista y el mecenas). Durante sus estancias en Inglaterra, se relacionó con William Morris (1834-1896), arquitecto, diseñador y maestro textil, traductor, poeta, novelista y activista socialista británico que rechazaba la producción industrial a favor de la artesanal. De ese interés de don Eusebi por los muebles artesanales surgió una relación inesperada, pues durante una visita a la Exposición Universal de París en 1878, paseando por el pabellón español, le palais du Chaublot, se detuvo ante una vitrina encargada a Gaudí por la guantería Esteban Comella de Barcelona.

A su vuelta a España, don Eusebi Güell contactó con el empresario y supo que Gaudí era el arquitecto que había diseñado esa pequeña obra, original y bella…, el resto es ya historia. La relación del mecenas con el arquitecto fue constante y desinteresada a lo largo del tiempo. El magante no tuvo en cuenta el poco modélico paso por la Escuela de Arquitectura de Barcelona del joven arquitecto y confió, al igual que después el obispo de Astorga Juan Bautista Grau, «en el genio del joven Gaudí «aún inédito y con fe ciega y sin regatear medios» [ver artículo en LNC, titulado: ‘Reflexiones sobre la estancia de Gaudí en Astorga’ (27-08-19)], no solo puso en sus manos la concepción y realización del Palau Güell sito en la calle Conde del Asalto (hoy carre Nou de la Rambla), sino que le dio manga ancha para gastar lo que fuera necesario.

Hasta el administrador de don Eusebi, Ramón Picó i Campanar, «se dolía del dineral que el arquitecto hacia gastar a su mecenas». Las obras se prolongaron hasta 1890, pero fue en 1888 cuando se procedió a su inauguración, para hacerla coincidir con la Exposición Universal de Barcelona. Gaudí era ya por entonces el arquitecto de la Sagrada Familia, pero su alto nivel de vida le llevó a aceptar el proyecto y poner fin a sus estrecheces económicas.El resultado fue considerado por los barceloneses como «raro, babilónico, mazmorra o templo», pero en cualquier caso al magnate y su arquitecto el palacio les pareció una obra «bella y original» que no resistía ninguna crítica adversa. Antoní que no tenía pelos en la lengua, replicó diciendo: «A don Eusebio Güell y a mí nos gusta». En su salón de 17 metros de altura, decorado con pinturas de Aleix Clapés, con una bóveda de alabastro oriental de forma elíptica, se representó la única audición en España del ‘Himno a Apolo’. Míster Güell hizo representar los ‘Himnos Délficos’ en su Palacio en 1894, un año después de haber sido hallados en las ruinas de Delfos; y apenas unos meses desde su estreno en París. Y ensayó una interpretación en clave helénica del Park Güell: «deseaba una nueva Delfos en Cataluña. En suma, la conversión de la ‘ciudad Güell’ en una Delfos rediviva que, de nuevo, vincularía la Antigüedad con la Edad de Oro de la Renaixença». (Bassegoda Nonell, J., El Park Güell, mitología i nacionalisme)Lejos de Barcelona, en tierras leonesas, también Gaudí dispuso de mecenas a la altura del Sr. Güell: el obispo Juan Bautista Grau de Astorga y el empresario del textil Mariano Andrés. Y por igual, en León, el arquitecto catalán halló un proyecto digno de su ingenio, como fue la Casa Botines (1893)…, pero su historia (la de Mariano Andrés) la dejamos para otra ocasión. Ahora procede seguir con la exitosa relación entre Gaudí y don Eusebi, basada en la admiración, el entendimiento y la confianza mutua. Este le abrió las puertas de su casa de par en par, le presentó a su familia y amigos, y le prestó el apoyo moral y económico que requería para abrirse camino. Así se fueron sucediendo proyectos como los Pabellones de la finca Güell (1884), la casa de Garraf (1882), la cripta de la Colonia Textil Güell (1898)…, hasta llegar al año 1900.Con el cambio de siglo el empresario de ojos claros y mirada bondadosa (pero viva, que lo captaba todo), de frente amplia y despejada, barba patriarcal y cabellos ondulados, frisaba los cincuenta y cuatro años de edad y alardeaba de un porte señorial…, solo le faltaba un título nobiliario español. El 1º Conde de Güell le llegaría el 20 de octubre de 1910, creado por el rey Alfonso XIII. Tendría que componer un escudo de armas y escogió «como elementos la cúpula concebida por Gaudí para el Palau Güell, una paloma enseña de la colonia de Santa Colomba de Cervelló y una leyenda que invertía el dicho popular: «Ahir pastor, avui senyor» (ayer pastor, hoy señor)»; en recuerdo al origen modesto de su familia paterna. Por entonces don Eusebi se embargado en un proyecto digno de un potentado millonario inglés: el Park Güell (1900). El sueño de una ciudad jardín persistía en el subconsciente de Güell mientras «su arquitecto» estaba casi por entero dedicado a la construcción de la Sagrada Familia, aun así, Gaudí acompaño a su mecenas a visitar una finca de 15 hectáreas en la zona alta de Barcelona. «Pero no fue hasta el regreso de aquel viaje en el que tomó debida nota de las ciudades jardín existentes en Gran Bretaña, que decidió crear una urbanización, a modo de barrio residencial privado, cerrada por un muro […] de ahí el nombre por el que es conocido internacionalmente: Park Güell». (Carmen Güell, Gaudí y Güell, el artista y el mecenas). En 1904 se inició en el norte de Londres Letchworth Garden City, la primera ciudad-jardín, propuesta por Ebenezer Howard (1850-1928) e impulsada por él mismo, pues no era un planificador urbano sino un reformador social. Esta se convertiría en uno de los modelos urbanos esenciales en la ciudad del siglo XX.

El mecenas del Modernismo no llegaría a ver cumplido su sueño. La palabra «modernista» había aparecido por vez primera en Cataluña en las páginas de la revista ‘L´Avanç’ con motivo de una exposición de Casas y Rusiñol, pero, según los historiadores, la eclosión de este movimiento coincidió con la Exposición Universal de Barcelona de 1888. En Europa adquirió otros nombres, como Art Nouveau en Francia y Bélgica, Liberty en Italia o Modern Style en Inglaterra. Gaudí se nutrió de la diversidad y eclecticismo de sus obras, pero, como creador de las tres tendencias-manifiesto que aún están vigentes (tradición geométrica, acervo naturalista y visión post-gótica), en realidad no perteneció a ningún estilo. [Ver artículo en LNC, titulado: ‘La herencia del lenguaje gaudinista (1ª & 2ª Parte)’ (12-02-20)]

El proyecto del Park Güell no llegó a concretarse como una ciudad-jardín para sesenta viviendas. No obstante, fiel amigo del promotor, Gaudí adquirió la casa de muestra en 1906 y se instaló con su padre, su sobrina Rosa Egea y un gato. En ese mismo año, don Eusebi abandonó el Palacio Güell y se trasladó a una vivienda del parque, como estrategia para acelerar su venta, aunque no surtió efecto (hubo un solo cliente, el médico Martín Trías). Mas, «ello incrementó el trato entre el mecenas y el artista. Muchos días acudían juntos al oficio de la catedral y a las tertulias del Ateneo». (C. Güell, Gaudí y Güell, el artista y el mecenas)

También se aficionaron a pasear por la gran explanada del Park Güell que recibió el nombre de Teatro griego, sustentada sobre 86 columnas de capitel dórico, según la particular visión de Gaudí, parco en aplicar el orden clásico. Don Eusebi murió el 8 de julio de 1918, al no poder sobreponerse a la muerte de su hijo Claudio y Antoni Gaudí, que había perdido a su padre y a su sobrina, se quedó sin compañía, refugiado en su trabajo de la Sagrada Familia. En las horas de asueto gustaba de pasear en solitario por lo que fue el «sueño inacabado del conde Güell».
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