Anestesiados frente al covid

El viernes hubo 584 muertes, ¿son muchas o pocas? La tercera ola es, sin duda, la de la fatiga pandémica, las quejas y el aburrimiento. Ya no nos impresionan los datos

Sofía Morán
07/02/2021
 Actualizado a 07/02/2021
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El pasado domingo se cumplió un año desde que el coronavirus llegó a España. Fue un 31 de enero, a última hora de la noche, cuando el Centro Nacional de Microbiología confirmaba el primer caso, el de un turista alemán en la isla canaria de La Gomera.

Sólo un mes y medio después de eso, llegaría la declaración del estado de alarma y el estricto confinamiento domiciliario. La primera ola fue, sin duda, la del miedo y el profundo sentimiento de irrealidad ante lo que estábamos viviendo. Una especie de ciencia ficción apocalíptica con un virus llegado de Wuhan como protagonista.

Recuerdo lo que hacían los medios de comunicación entonces. Siempre que se hablaba de un nuevo fallecimiento por covid, automáticamente se informaba de su avanzada edad y patologías previas, siempre y en todo lugar, con el fin de que todos los demás pudiéramos respirar aliviados. No importaba demasiado asustar a la gente mayor, porque más importante era que no cundiera el pánico entre todos los demás.

El mensaje mezquino y tranquilizador que todos esperábamos en cada noticia era sencillamente eso, que sólo morían los viejos y enfermos, así que bueno, la cosa no era tan grave.

Sin embargo, hoy, 60.000 muertes más tarde, los medios de comunicación hacen justo lo contrario, rebuscando sin descanso para encontrar la noticia de ese joven que estuvo dos meses en la UCI, o la del veinteañero que no pudo superar la enfermedad. Y esas autoridades sanitarias que antes nos hablaban de ancianos y enfermos, ahora se afanan en avisar de que «los pacientes críticos de covid son cada vez más jóvenes». Es la búsqueda desesperada de esa bofetada de realidad que nos haga despertar, que despeje de alguna forma el cansancio, el infinito hartazgo que irremediablemente nos ha traído esta tercera ola.

El viernes hubo 584 muertes por coronavirus. 584 muertes, ¿son muchas o pocas?

La tercera ola es, sin duda, la de la fatiga pandémica, las quejas y el aburrimiento. Ya no nos impresionan los datos, sean los que sean. ¿Vivimos ya anestesiados frente al covid?
Desde el punto de vista psicológico es lógico que cuando una situación ‘excepcional’, como una pandemia, se extiende mucho en el tiempo, acabemos por normalizarlo. Normalizamos por pura supervivencia, como un mecanismo de defensa.

Reino Unido alcanzaba hace unos días los 100.000 fallecidos por coronavirus desde que todo esto empezó, por eso su primer ministro, Boris Johnson, comparecía ante los periodistas haciéndose responsable de cada decisión: «lamento profundamente cada vida que se ha perdido y, por supuesto, como primer ministro asumo toda la responsabilidad de todo cuanto este gobierno ha hecho».

Ese mismo día, ya en nuestro país, Pedro Sánchez también comparecía desde el Palacio de la Moncloa, sin preguntas. Un discurso cerrado en el que, por supuesto, no habló de la delicada situación sanitaria, ni de indicadores epidemiológicos, fallecimientos o la presión asistencial de nuestros hospitales. Es más, siguiendo con la comedia política habitual, habló de la emergencia sanitaria en pasado, como si se tratara de algo ya superado: «durante el año 2020 estuvimos al frente de la emergencia sanitaria, ahora en 2021 estamos al frente de la estrategia de vacunación y también de recuperación económica y social, en definitiva, de superación de esta pandemia». Y lo dijo así, sin la cara colorada, sin despeinarse ni nada.

Es por eso que el hartazgo generalizado, el desinterés, y la aparente indiferencia social que empieza a cubrirlo todo, no se debe sólo a la fatiga pandémica.

Es el ‘jetismo’ de nuestros políticos, de todos ellos, de su constante circo ambulante, la aplicación o no de medidas en función de la conveniencia partidista de unos y de otros, la crispación política, el sainete de unas elecciones en Cataluña, con los EPI incluidos, y ese cinismo que lo invade todo, lo que de verdad difumina la realidad de las UCI, el sufrimiento de los familiares, y la desesperación de todo el personal sanitario.
Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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