Amancio González, 1ª Parte, una escultura de Augusto para Astorga

Por José María Fernández Chimeno

04/05/2024
 Actualizado a 04/05/2024
Rotonda ‘Asturica Augusta’, a la entrada de Astorga por la N-120.
Rotonda ‘Asturica Augusta’, a la entrada de Astorga por la N-120.

«Encontré una Roma hecha de barro, y os la dejo de mármol […] (Antes de morir, en su dormitorio de su casa en la colina Palatina, en Roma, decorado con frescos de las máscaras trágicas y cómicas que los actores llevaban en el teatro, dice Augusto, dirigiéndose a ellas) ¿He interpretado bien mi papel en la farsa de la vida? Si os he complacido, mostrad amablemente vuestro reconocimiento con una calurosa despedida».
(‘Augusto (el primer emperador)’ / Anthony Everitt)


César Augusto fue el primer emperador de Roma. Siendo apenas un efebo (19 años), fue sacado de Velitrae por su tío-abuelo Julio César, que lo adoptó póstumamente en su testamento. En pocas décadas la ciudad-estado pasó a urbe imperial, y la metrópolis, hecha de arcilla, se convirtió en una majestuosa ciudad de mármol. Sin embargo, hoy en día, para el revisionismo histórico, Augusto no sería un buen ejemplo a seguir, pues: «transformó la caótica República romana en una rígida autocracia imperial».  [‘Augusto (el primer emperador’) / Anthony Everitt].

No obstante, se admite que su gobierno sentó las bases sobre las que se ha erigido Europa, y supo mantenerse en el poder, renovándolo regularmente, gracias al fomento del culto a la personalidad. «Hasta que Tiberio no llegó al poder, la gente no se dio cuenta de que habían dejado de ser ciudadanos de un Estado para convertirse en súbditos de una Monarquía permanente». (Ibidem). Quizá sea eso, su atrayente personalidad, aquello que ha perdurado a través de los siglos. Siendo una persona enfermiza desde la infancia, supo sobreponerse a sus dolencias; siendo en ocasiones cruel y despiadado, lo suplió con la inteligencia y tesón; y sin tener el carisma y el genio político de Julio César, acabó gobernando por más tiempo que él. Más de cuarenta años soportó sobre sus hombros el Imperio romano en solitario (entre el 27 a.C. y el 14 d.C.). Octavio Augusto, salvo guerras esporádicas, comenzó un periodo de paz que duro dos siglos, conocido como Pax Romana. «Sin embargo, nunca hizo alarde de su autoridad, y no le gustaba que le llamasen dominus (señor), sino princeps (jefe o primer ciudadano)». (Ibidem).

En breves pinceladas he tratado de describir la personalidad de Augusto, quien fue el responsable de la división administrativa de Hispania en tres provincias: Tarraconense –con capital en Tarraco–, Bética –de la que Corduba era capital– y Lusitania –cuya capital era Emerita Augusta. Las evidencias disponibles hasta la fecha nos dicen que Augusto estuvo en Hispania en tres ocasiones. La primera en el 45 a.C.. El segundo viaje de Augusto a Hispania sucedió entre el año 27 y 24 a.C., con objeto de asumir personalmente la dirección de la guerra contra Cántabros y Astures; pero, aquejado por la enfermedad, debió retirarse el año 26 a.C. a Tarraco.

El tercer y último viaje acaeció entre los años 16 y 13 a.C., y aprovechando su estancia en Hispania redactó los decretos contenidos en el llamado Edicto del Bierzo o tambien Bronce de Bembibre (15 a.C.). Lucio Casio Dion (Nicea, 165 d.C.), senador, militar e historiador (‘Historia Romana’), afirmaba que «colonizó numerosas ciudades en Iberia» y que mantuvo la costumbre de que el Senado asignara a algunas de ellas como privilegio el sobrenombre de «Augusta». Entre estas se encontraba Asturica Augusta (Astorga, fundada hacia 14 a. C. como campamento de la Legio X Gemina, a principios del siglo I se desarrolló como núcleo civil y fue capital del convento Asturicense, dentro de la provincia Tarraconense).

Por esa época empezó a cuajar el concepto de ‘pater patriae’ y se impuso el culto al soberano. Pronto se extendieron los altares consagrados a Augusto en Hispania, incluso antes de que se estableciera oficialmente el culto imperial, pues el emperador poseía ‘numen’ y con ello el poder divino. Y con la devoción por el César llegaron las estatuas. La de Augusto cual ‘pontifex maximus’ (Augusto en via Labicana) le representa no solo como princeps, sino también, con el capite velato de jefe religioso del Imperio romano; y la que ahora nos atañe, hallada en 1863 en la villa de Livia, en Prima Porta, muestra a Augusto vestido con una coraza historiada y un manto (paludamentum) alrededor de la cintura, en el momento de dirigirse a los soldados (adlocutio).

Este es el modelo que el escultor Amancio González ha elegido –con buen criterio- para representar a Augusto, fundador de Astorga, a la entrada de la ciudad (por la N-120). Al escultor me dirijo para saber que motivó su elección a la hora de presentar un proyecto creíble, cuando, como el demiurgo (en la filosofía idealista de Platón y en la mística de los neoplatónicos, era considerado un dios creador del mundo y autor del universo), sostiene entre sus manos la materia bruta (hierro corrugado) con la que dará forma (vida) a la escultura del Emperador.

Amancio González sostiene la materia que servirá para dar forma a Augusto.
Amancio González sostiene la materia que servirá para dar forma a Augusto.

– La estatua se basa en el ‘Doriforo’ de Policleto del siglo V a.C., ya que durante la época del Imperio Romano se impuso la «influencia griega», en la que los retratos de los emperadores eran idealizaciones que resumían todas las virtudes dignas de un gobernante; frente a la época de la Republica que refleja el realismo extremo. ¿Puede ser ese el motivo de tu elección?

– La elección de esta escultura no es otra que la de recordar al peregrino que Astorga fue una ciudad fundada por el emperador Augusto y al mismo tiempo estudiar en profundidad los misterios de esta obra ya que el Augusto de la Prima Porta siempre me ha fascinado, creo que transmite perfectamente al espectador la capacidad de mando o liderazgo de un dirigente, por otra parte la obra es sencilla y en ella se muestra al emperador con el rostro sereno, el brazo levantado dirigiéndose a los soldados o a su pueblo, lleva los pies descalzos y no lo comprendo, además de su ropa porta una coraza y una capa y otro detalle importante, no lleva armas.
Para mí es una oportunidad única de dialogar con el autor desconocido de esta escultura y de interpretar con un material diferente la fuerza del personaje.

– Amancio González tiene un estilo propio, que sabe trasmitir a cada una de sus obras. En este caso la escultura adquiere la forma de contrapposto, creando diagonales entre los miembros tensos y los relajados; siendo un rasgo típico de la escultura griega clásica. ¿Se puede decir que encaja con tú idea de representar al emperador Augusto? ¿Qué opinas del original?

– El autor de la escultura de Augusto era un gran maestro, un escultor sin miedo domina la técnica del labrado al mismo tiempo que sabe imponer su propio criterio liberándose de la influencia que pudiera tener de los clásicos griegos, de esta manera, en su obra se aprecia un retrato ligeramente idealizado pero con los rasgos tan característicos del arte romano, con detalles y gestos reales que nos pueden ayudar a entender la personalidad de Augusto.
La pose y soluciones anatómicas del personaje también son realistas y el brazo levantado que le da sentido y equilibrio a la composición también es otro gesto de admiración hacia el autor de  la obra.

– Salvando la diferencia de materiales, pues la descubierta en Prima Porta (1863) se trata de una copia en mármol de un modelo en bronce anterior, la construida con «hierro corrugado» por ti, escultor leonés contemporáneo: ¿Qué aporta de nuevo a esta obra que tiene más de dos mil años? ¿Y en qué se diferencia de las anteriores?

– El material es importante sobre todo para destacar o apreciar los detalles de naturaleza realista, en mi caso solo me interesa la composición y es ahí donde voy a establecer mi diálogo con el autor. Me gustaría poder demostrar que la fuerza de la escultura reside en su composición y que los detalles son secundarios, naturalmente hablando de escultura figurativa.

Si algo nos queda claro en esta entrevista, ante los prolegómenos de una obra que será emblemática para Astorga, es que la escultura de Amancio González viene a llenar una gran vacío …, aquel que una «ciudad augusta» tiene, antes de reconocer y rendir homenaje a su fundador.

Augusto en Via Labicana.
Augusto en Via Labicana.

 

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