– ¿Se siente influyente?
– En absoluto, porque los dramaturgos somos muy invisibles para la sociedad. Por eso, no siento una mirada fuerte sobre mí. Tengo una responsabilidad como dramaturgo. Sé que hay gente que me sigue… Pero si sales a la calle y preguntas quién soy nadie lo sabe. Esta es la primera lección que aprendes y está muy bien hacerlo. A veces, en los circuitos teatrales, las cosas parecen ensancharse o la perspectiva cambia, pero luego en la calle nadie te conoce. Lo importante es que la gente vaya al teatro.
La biografía de Conejero delata su condición superlativa en el contexto escénico. Las numerosas referencias que la colman dan contenido a una trayectoria creativa que encuentra en el teatro su principal eje. «El teatro está ahí y ahora. Está sucediendo. Está vivo. Necesita la materia, a los actores, a la carne… Es una forma pura de presente y de presencia. Se hace a la vez que se comparte».
‘La geometría del trigo’ lo devuelve a los escenarios leoneses. Bajo el auspicio de Teatro del Acantilado, Alberto Conejero ha suturado en su confección las tareas de autor, director y productor. «Lo más difícil ha sido el diálogo de Alberto Conejero autor con el Alberto Conejero productor. Mi implicación ha sido absoluta». El resultado se podrá saborear el próximo lunes (20:30 horas; entradas a 14 euros) en el Auditorio ‘Ciudad de León’. La obra nace del relato que le hace al escritor su propia madre. Un recuerdo que devino en confidencia y del que ha acabado extrayendo la materia poética sobre la que amasar un espectáculo teatral que aborda la historia de una familia andaluza a lo largo de cuatro décadas a partir del viaje que emprende una pareja desde Cataluña para reencontrarse con el pasado. «Una historia de transiciones: la transición entre dos concepciones diversas de amar, de la(s) identidad(es) de los migrantes, de la sexualidad de la mujer, de la relación con nuestro pasado familiar y también político, la transición entre el amor y lo que ya no es el amor». Así la ha desmenuzado el propio Conejero. «Nuestra vida es siempre cambio y camino, es siempre transición».


– El sur es mi cuna. Soy andaluz y lógicamente ahí está la memoria de mi familia, mi propia genealogía… En la obra aparece como origen, como raíz…, y no como símbolo. La trama que sucede en Cataluña es protagonizada por un hijo de emigrantes andaluces. Me interesaba sobre todo el diálogo de norte a sur, de sur a norte.
– Los críticos tildan ‘La geometría del trigo’ de lorquiana y usted la considera chejoviana.
– La obra se desarrolla en un Jaén minero de los años 70. Reconozco que en mi teatro siempre hay una impronta lorquiana pero esta vez he trabajado conscientemente cierta atmósfera chejoviana que tiene que ver con los silencios, con la imposibilidad de afrontar los retos que la vida nos impone, con la debilidad de los personajes… Los críticos, por cierta inercia, insisten en lo de lorquiano y creo, de verdad, que es una obra que se desplaza hacia otros lugares. Aunque, al final es una obra de Alberto Conejero, no de Lorca o Chejov.
Conejero asumió la puesta en escena de su texto como consecuencia de una residencia artística en la sala Cuarta Pared, recientemente galardonada con el Premio Nacional de Teatro, y con el objetivo de «devolver la exploración y la investigación escénica al centro de mi labor como dramaturgo». La dirección, faceta en la que debutaba, constituye para él una «forma más de creación, igual que la escritura. Escribes con cuerpos, con tiempo, con presente…». Ha sido una tarea, la suya, exhaustiva, realizada con estrecha e íntima complicidad y a lo largo de tres años con el resto del equipo, en especial con el elenco actoral, sobre el que se deposita la esencia de la puesta en escena. «Sin estos actores la obra no sería», indica. «Yo los considero coautores porque ellos me mostraron caminos equivocados que yo había tomado, posibilidades de ensanchar la obra hacia lugares mejores».
El reparto que llega a León varía en dos nombres con respecto a quienes la estrenaron: Susana Hernández, José Troncoso, Eva Rufo, Elías González, Zaira Montes y José Bustos. «Representándola estos días, hemos descubierto cosas nuevas en la obra. El tiempo escribe en el teatro. La obra se ha resignificado sin tocarla una coma y además, al estar el teatro vivo, hemos encontrado lugares donde ahondar. Hemos aprendido mucho del público, estamos abiertos a su mirada, y si esta nos hace crecer allá vamos».
– Usted es un autor exigente con el público, le obliga a meterse de lleno en su propuesta.
– Confío mucho en el espectador. Quiero un público activo, que esté con nosotros, que se salga de su cotidianeidad, que sea consciente de que merece la pena ir al teatro porque va a encontrar una forma poética que no va a encontrar en otro lugar.