Tarde o temprano todos los
fotógrafos de naturaleza queremos ampliar horizontes y salir fuera de nuestra provincia, o incluso de nuestro país, en busca de aquellas especies que tanto nos llaman la atención, y que hemos visto una y otra vez en los reportajes de la televisión.

Una de esas especies que tantas veces he soñado tener delante de mi objetivo eran la de los Osos Grizlly pescando salmones. Alaska era el destino ideal, y no defraudó.Durante siete días permanecimos fuera de toda civilización, en el remoto Parque Nacional de Katmai, accesible solo en avioneta, en compañía tan solo de los osos, ya que el día siguiente de nuestra llegada a Katmai, los Rangers se replegaban hasta la primavera siguiente.Acampados con la única protección de un pastor eléctrico alrededor del campamento y sin ningún servicio básico, como agua corriente, ni electricidad, ni comodidad de ningún tipo, vimos despegar el hidroavión que nos llevó hasta allí y que no volveríamos a ver en una semana.El primer día allí, la verdad que te cuesta acostumbrarte a tener tanto oso a tu alrededor, y resulta ser agobiante, por no decir que pasas cierto miedo. Pero el segundo día ya te acostumbras y se acaba convirtiendo en algo rutinario. Aunque está prohibido acercarte a ellos a menos de 45 metros, rebajamos esa distancia con creces, tanto por nuestra culpa como por culpa de los plantígrados. En una ocasión un gran macho se me acercó a unos 5 metros tan solo de distancia.El grizzly es en realidad un oso pardo como el que habita la Cordillera Cantábrica, con la única diferencia del tamaño y del peso. Si un buen macho de oso cantábrico pesa alrededor de 200 kilos, un oso grizzly puede superar los 700 kilos y los tres metros de altura.

A finales del mes de junio los
salmones remontan los ríos que les vieron nacer, para desovar. Enplena temporada desalmón, los osos son bastante permisivos con respecto al ser humano, vamos que van a lo suyo, que es comer ingentes cantidades de salmón hasta la saciedad, los cuales pescan casi sin esfuerzo, dada la gran cantidad de ellos que hay. No obstante no hay que ser confiados y mantener siempre vigilados a los
osos que hay alrededor, y a la menor señal de
peligro, ir entrando en el agua y cruzar el río, evitándoles discretamente. Y es que en caso de ataque lo último que hay que hacer es huir. Pese a ir pertrechados con sprays repelentes, no tuvimos que hacer uso de ellos, y menos mal, porque dada la distancia a la que son efectivos lo que hacen más bien es darte una falsa seguridad.
Moviéndonos constantemente por un tramo de río de varios kilómetros, y en la orillas del lago
Brooks, pudimos fotografiar una enorme variedad de ejemplares, y prácticamente todos las pautas de comportamiento habituales de estos enormes pero bellos animales. Y es que después de todo, resultaron ser más peligrosos los diminutos mosquitos que los enormes Osos Grizzly.
Espero que disfrutéis de las fotos que me traje desde
Alaska, realmente ‘La última frontera’, tal y como reza en las matrículas de los coches del estado nº 49 de los Estados Unidos.