Adiós al Bar Begoña, todo un clásico entre los clásicos

La mitad de los leoneses tienen un recuerdo del Begoña, y los que no lo tienen es porque no lo conocieron. Después de casi tres décadas, el que ya era uno de los bares más antiguos de la capital baja la trapa

David Rubio
12/06/2020
 Actualizado a 13/06/2020
Manolo y Luci, con su hijo Javier, regentaron durante tres décadas el bar Begoña. | SAÚL ARÉN
Manolo y Luci, con su hijo Javier, regentaron durante tres décadas el bar Begoña. | SAÚL ARÉN
Begoña se llamaba la hija de uno de los dueños, el propietario del edificio, el que abrió a mediados del siglo pasado el bar que hace esquina entre La Rúa y la calle Fernández Cadórniga, en la plaza de las Concepcionistas. Antes se había llamado el Valdevimbre. Desde el principio, el local se convirtió en punto de encuentro para todos los que llegaban a León desde la comarca de Luna, que era de donde procedían los hosteleros. Había también pensión y, cada vez que se celebraba mercado, bajaban tantos ganaderos que los pasillos se llenaban de colchones.

En febrero de 1991 cogieron el traspaso Manuel Alonso Marcello y Luci Fernández Domínguez, Manolo y Luci, quienes, con su hijo Javier, terminaron convirtiendo el Begoña en uno de los bares clásicos de la ciudad de León, uno de los más antiguos junto al Morán y el Casa Benito, al que la crisis del coronavirus le ha adelantado el final que ya estaba previsto. Ha bajado la trapa y ha colgado el cartel de ‘Se traspasa’, aunque sus dueños aún sigan regentado otro local, el Begoña 2, a pocos metros de distancia.

La mitad de los leoneses tienen un recuerdo en el Bar Begoña, y quienes no tengan un recuerdo tiene que ser porque no lo conocieron, porque nunca atravesaron la puerta, lo  que era también todo un viaje en el tiempo, un viaje al sabor de lo auténtico. Si en un principio el local fue punto de encuentro para los de Luna, en estos 30 años ha sido el lugar de reunión para babianos de todas las generaciones, pues Manolo y Luci proceden de La Majúa y de Peñalba de los Cilleros respectivamente. Pero, además de babianos, el encanto del Begoña residía también en la variedad de sus parroquianos: allí se daban cita muchos de los miles de cofrades de esta ciudad, pues pocos lugares hay donde disfrutar mejor de la Semana Santa leonesa (llenaban hasta el techo con carteles de todas las cofradías) y por su puerta pasan prácticamente todas las procesiones que aquí se celebran, aunque la religión con más practicantes era la del naipe y el dominó. Los peregrinos que llegaban a cualquier hora desde los cercanos albergues completaban el crisol. «Tuvimos muchos clientes que hoy dicen que hicieron aquí el bachiller y la carrera y, como casi todos están fuera, cada vez que regresaban a León se juntaban aquí para rememorar viejos tiempos, los que podríamos llamar los años buenos del calimocho, que era un ambientazo los jueves, viernes y sábados...», cuenta Luci. Tunos, vecinos del barrio del Mercado y paisanos de verdad, de los que ya quedan pocos, completaban el paisaje del Bar Begoña, todo un clásico entre los clásicos de León.
Lo más leído