Los milanos reales como especie nidificante, esto es sedentaria, se hallan catalogados en peligro de extinción, si bien parece que en los últimos años están repuntando.

El anillado de ejemplares nos permite conocer que algunos ejemplares fotografiados en los alrededores de la capital provenían de Alemania, Francia o Reino Unido, por ejemplo.
El milano negro, por su parte, es una de las rapaces más abundantes. Con una envergadura de alas unos 180 cm, y un peso en torno al kilo, verles volar es una delicia. Pero nada comparado a las acrobacias de sus primos los milanos reales, probablemente la rapaz más elegante en vuelo.
Una característica muy común a ambos es su capacidad para coger la comida en vuelo sin posarse en el suelo, y comer mientras vuelan. Fundamentalmente carroñeros, y con una capacidad de caza muy limitada, respecto a otras rapaces, son sin embargo capaces de capturar pequeñas presas, e incluso pescar peces.
El milano real es un verdadero maestro del vuelo acrobático. Su colorido castaño-rojizo, sus alas largas y estrechas, y ligeramente curvadas hacia atrás, y su marcada cola en forma de V que le sirve de timón, le hacen inconfundible tanto en vuelo como posado.
Como buen velero, se sirve de su morfología para aprovechar las corrientes de aire y las térmicas para volar horas y horas sin apenas esfuerzo. Sus continuos cambios de trayectoria, sus quiebros y evoluciones en el aire, hacen un poco complicado, a veces, el obtener una buena fotografía en vuelo, pero una vez que se le coge el tranquillo nos hace disfrutar como pocos animales a los fotógrafos de naturaleza. Pronto les tendremos surcando nuestros cielos, y alegrando las frías y soleadas mañanas del invierno leonés.