Cuando Napoleón regresó a Mataluenga y le preguntaron por la experiencia pronunció una de esas frases que quedan para siempre en los titulares buscados en las hemerotecas: «Pues yo, la verdad, es que nunca malicié que iba a ser el principal».Y es que a este paisano le gustaba el teatro, trabajaba en las comedias que se representaban en el pueblo y le descubrieron la evidente vis cómica que tenía como para llevarlo a aquel Vivir cada día en el que triunfó «siendo el principal. Yo a la farándula le saqué lo que disfruté, más no hubo».
No era una ocurrencia aislada, a Napoleón le salía así la forma de contar la vida, incluso en aquellos pasajes que nada tenían de comicidad. Un ejemplo era la situación que le tocó vivir en su propia infancia. «Yo conocí a mi padre, que era maestro y preparado, cuando ya tenía 14 años. Me dijeron, ‘ahí tienes a tu padre’ y nos abrazamos. Las cosas de la Guerra, que lo tuvieron por el mundo adelante».
Era su forma de hacer camino, de despertar buen rollo a su alrededor, de ser, como él mismo decía,«de buena conformidad aunque no hubiera motivos».
Pero fue, asimismo, un gran trabajador, como él mismo recordaba: «Para comer necesitévarios oficios. Primero fui carpintero, era muy curioso, hasta que me corté un dedo. Después compré un camión para el transporte de patatas y delincuentes».
Sorprende la última expresión pero también fue real pues, «fundamentalmente transportaba patatas pero un día me asaltó ‘El Argentino’, aquel sinvergüenza que había violado y asesinado a una niña en Villablino. Me vinieron muy bien los recursos del teatro pues aunque no me dejaba decir ni pío cuando nos pararon los guardias hice gestos de teatro y ellos cazaron la indirecta» y nos detuvieron unos kilómetros más adelante y pudieron llevar para la cárcel a aquel delincuente, que es donde mejor estaba». Y allí murió.
Irrepetible este Napoleón de Mataluenga, un paisano de esos que siempre se agradece tener como vecino.
