León apocalíptico (X): ¡Os maldigo!

Contraportada a cargo de Mario Paz González que pone el texto a la imagen de J.J. Rodríguez en el 'Retablo de fotógrafos' que aparece en las últimas páginas de La Nueva Crónica este verano

J.J. Rodríguez y Mario Paz González
06/09/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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–Tranquilícese –dijo el comisario– y vuelva a contarlo todo desde el principio.

El hombre vestido con harapos aspiró profundamente el aire provocando un ligero temblor en las aletas de su nariz. Le habían dado una manta para que se cubriera el torso desnudo. El inspector no dejaba de observarlo. Aquel gesto torvo, aquella mirada reconcentrada le recordaban a alguien.

–Mis tres compañeros y yo salimos en una misión espacial que partió en 1972 desde Cabo Cañaveral. Tras dieciocho meses hibernando por el espacio...

–Perdone –lo interrumpió el comisario–, pero veo que insiste en eso de la misión espacial. Le recuerdo que nadie ha visto todavía la nave de la que habla ni sus trajes de astronauta.

–¡Ya le he dicho –comentó el hombre visiblemente irritado– que todo eso se hundió en el lago! ¡Busquen allí si no me creen!

–Está bien, dejémoslo para más tarde. Continúe, por favor.

–Como le decía, tras el viaje, sufrimos un aterrizaje forzoso junto al lago y descubrimos que estábamos en el año 3978. Lo demás ya lo sabe –el hombre se acarició las sienes dando visibles muestras de cansancio–, me lo ha escuchado mil veces esta mañana. Nos atacaron unos simios armados y montados a caballo. Perdí de vista a mis compañeros y me vi en una jaula con Nova.

–La chica que lo acompañaba cuando lo detuvimos, ¿no es así?

–Efectivamente. Luego, dos de los simios, Aurelio y Zira, nos ayudaron a huir de su mentor, Zaius, y entonces llegamos a la playa. Lo primero que vi allí, horrorizado, fue la estatua de la Libertad semienterrada en la arena. Seguimos caminando y apareció la torre Eiffel derruida y oxidada, luego la cúpula de la basílica de San Pedro cosida a balazos, el convento de San Marcos de León y su plaza hechos unos zorros y yo que sé cuántos monumentos más en un estado verdaderamente lamentable. Entenderá que, después de esto y de lo pasado con los simios, ver a todos aquellos otros animales vestidos como humanos hizo que perdiese los nervios.

–Vamos a ver –dijo el comisario elevando el tono–, ¿y cree que eso justifica que la emprendiese a gorrazos con ellos? Absolutamente todos, los simios, los ratones, los patos, perros, ardillas..., hasta los señores con boina. Todos eran actores. ¿Acaso en el lugar del que proviene no conocen el concepto ‘parque temático’?

El hombre permaneció callado mirando fijamente el suelo.

–Mire –masculló el comisario tratando de parecer comprensivo–, tranquilícese y vuelva a contárnoslo todo, pero esta vez de verdad desde el principio.
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