Las torres gemelas
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Las torres gemelas
Aún permanece vivo en nuestro recuerdo uno de los atentados terroristas más impresionantes de la historia de la humanidad: la caída de las Torres Gemelas en Nueva York. Como ahora se suele decir, es toda una metáfora del poder destructivo del ser humano. Desde entonces va ser difícil poder decir aquello de que torres más altas han caído. No obstante, los que conocen el Bierzo están a punto de ver caer un par de torres gemelas emblemáticas de nuestra comarca, las de la central térmica de Compostilla en Cubillos del Sil. En esos días o semanas en que la niebla cubre la hoya berciana, dándole la apariencia de un lago, al menos dos de ellas han sobresalido siempre, dando testimonio de que bajo la niebla hay vida.
A su vera ardieron y han ardido miles y miles de toneladas del oro negro de nuestras minas, si bien en los últimos años se precipitó el cierre de las mismas, adelantándose la crisis laboral de la comarca, aunque el carbón seguía viniendo sin parar del extranjero. No vamos ya a decir que habría que esperar un poco y seguir quemando carbón, como hacen en Alemania o en la vecina Galicia, en la central térmica de As Pontes, o como queman en Rusia, China o la India. Pero nos conformábamos con que dejaran algún recuerdo visible, como es alguna de las mencionadas torres y chimeneas. Algo así como la chimenea de la ladrillera de Priaranza.
Es como si en Segovia hubieran decidido eliminar el acueducto por ser un estorbo o por dedicar el espacio que ocupa a construir pisos, o como si en Egipto hubieran destruido las pirámides. Hay una pregunta clave: ¿A quién beneficia el derribo de esos importantes símbolos bercianos? Desde mi ignorancia solo encuentro dos respuestas: o a los forofos de la nefasta Ley de Memoria Democrática, por ser obras que proceden del franquismo, o a los ávidos de dinero a cualquier precio porque su demolición va a dar pingües beneficios a las empresas encargadas de destruir este patrimonio histórico.
Recientemente hemos pasado por Anllares, donde no queda la más mínima huella de que allí hubo una gran central térmica. En el fondo todo esto es una metáfora de lo que está ocurriendo con España. Las chimeneas y las torres de refrigeración son elementos materiales que vemos desaparecer con tristeza. Es como si los romanos al terminar de sacar el oro de las médulas hubieran decidido restaurar el paisaje, rellenando los huecos resultantes. Lo peor es que hay un patrimonio inmaterial, moral, cultural y espiritual que también se está destruyendo a pasos agigantados.
A su vera ardieron y han ardido miles y miles de toneladas del oro negro de nuestras minas, si bien en los últimos años se precipitó el cierre de las mismas, adelantándose la crisis laboral de la comarca, aunque el carbón seguía viniendo sin parar del extranjero. No vamos ya a decir que habría que esperar un poco y seguir quemando carbón, como hacen en Alemania o en la vecina Galicia, en la central térmica de As Pontes, o como queman en Rusia, China o la India. Pero nos conformábamos con que dejaran algún recuerdo visible, como es alguna de las mencionadas torres y chimeneas. Algo así como la chimenea de la ladrillera de Priaranza.
Es como si en Segovia hubieran decidido eliminar el acueducto por ser un estorbo o por dedicar el espacio que ocupa a construir pisos, o como si en Egipto hubieran destruido las pirámides. Hay una pregunta clave: ¿A quién beneficia el derribo de esos importantes símbolos bercianos? Desde mi ignorancia solo encuentro dos respuestas: o a los forofos de la nefasta Ley de Memoria Democrática, por ser obras que proceden del franquismo, o a los ávidos de dinero a cualquier precio porque su demolición va a dar pingües beneficios a las empresas encargadas de destruir este patrimonio histórico.
Recientemente hemos pasado por Anllares, donde no queda la más mínima huella de que allí hubo una gran central térmica. En el fondo todo esto es una metáfora de lo que está ocurriendo con España. Las chimeneas y las torres de refrigeración son elementos materiales que vemos desaparecer con tristeza. Es como si los romanos al terminar de sacar el oro de las médulas hubieran decidido restaurar el paisaje, rellenando los huecos resultantes. Lo peor es que hay un patrimonio inmaterial, moral, cultural y espiritual que también se está destruyendo a pasos agigantados.