Mucho mejor así. Lo que no quita para coincidir en lo merecido del reconocimiento después de una vida cantando, tocando y manteniendo las tradiciones y las coplas de su tierra.
A la llamada del homenaje a las Pandereteras de Casares —Ángeles, Cilinia, Nieves y Marucha— acudieron músicos y estudiosos de todas partes, «y si se lo hubiéramos pedido a otros tantos vendrían encantados».
En el Salón del Hogar del Pensionista de Villamanín estaba, cómo no, su paisano, Mario González ‘El Jilguerín’ de Casares; Rodri Martínez, el de Tarna, que tocó a dúo con Mario; David ‘Omaña’, artífice del disco que hay publicado con temas de ‘las pandereteras’; el estudioso y músico Roberto Álvarez y un nutrido grupo llegado desde Asturias, Perendengue, de Cangas de Narcea.
Todos ellos reconocieron la deuda que la música tradicional y la vida comunal tiene con estas mujeres, que han recogido y perpetuado, como ellas mismas explican, «los cantares que escuchamos a nuestros padres y a nuestros abuelos... y a la pandera, a base de darle todo el invierno en la cocina se le coge el truco». También agradecieron la idea del Ayuntamiento de Villamanín de reconocer a Ángeles, Cilinia, Nieves y Marucha.
Quien tomó la palabra en nombre de todos fue, lógicamente, Mario, no en vano se apellida «de Casares» como las pandereteras. El Jilguerín guardaba una sorpresa, había preparado unas coplas a Casares que interpretó al rabel, en estreno mundial: «En el pueblo de Casares, / dos cantinas hubo antaño. /Una en el barrio de arriba / y otra en el barrio de abajo. // Se compraban comestibles, en casa del Tío Jamín, /el que quería tabaco, / en casa el Tío Manolín. // Desde las eras del Fuesio, / hasta el Alto del Lutero, / no había casa en el pueblo, / que no hubiera filandero. //(...) Dos casas hay en Casares, / que son de gran interés, / una de ellas es la ermita, / la otra el molino de Andrés. // Y con esta me despido, / que vivan estos lugares. / Y gritad todos conmigo / ¡¡viva el pueblo de Casares!!».
Ya sólo quedaban unas palabras de las protagonistas, y fue Marucha la que tomó la palabra para decir algo tan corto como sincero. «Gracias».
«A vosotras», se escuchó a muchos de los que abarrotaban el salón.
