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Las guerras de los abuelos

13/11/2022
 Actualizado a 13/11/2022
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¿Qué le sucede a la derecha española con la Guerra Civil y Franco? ¿Qué clase de complejo les impide reconocerse plenamente al lado de los demócratas, en el lado de la historia donde todos vivimos y convivimos ahora? ¿Por qué siguen saltando como un resorte cuando se pretende, no «borrar» la historia como tan erradamente dicen, sino dejar de honrar a quienes la ultrajaron? ¿Por qué no podemos comportarnos como los demás países que han pasado por una dictadura?

Esta semana el pizpireto alcalde madrileño inauguraba otro mamotreto en la capital esta vez dedicado a la Legión y, de paso, se enorgullecía de infringir la ley con una calle aún dedicada al siniestro golpista Millán-Astray. No es un hecho aislado. Dejando aparte al partido político neofascista que, eso sí, nos sitúa en los mismos vergonzosos términos que el resto de Europa, se siguen publicando artículos de opinión –en este mismo periódico– por parte de gente que se dice demócrata y se dedica a ensalzar las virtudes del franquismo con el grotesco argumento de que hizo cosas buenas. Durante cuarenta años se hacen muchas cosas; esa no es la cuestión, por supuesto.

Muchas veces se oye también lo de no fijar la vista en el pasado sino hacia el futuro. Por parte de gente que a menudo enaltece la Edad Media, el imperio de los Austrias o cualquier pretérito de mucho orgullo y prosopopeya. Por supuesto que debe mirarse al futuro: con los ojos limpios de legañas franquistas. Esas que no permiten mirar a la cara a españoles que aún no han podido enterrar a sus familiares o reconocer los homenajes que siguen ocupando calles y espacios públicos con el enaltecimiento de personajes degradantes. ¿Hay que seguir agasajando a los protagonistas de un régimen fascista? ¿Debemos mantener la exaltación de asesinos y represores con la excusa de que no debe «revolverse» la historia o somos dueños de nuestras elecciones a la hora de homenajear a los españoles del pasado? ¿No sería mejor resolver estas cuestiones pendientes con el consenso que merecen y acabar ya de una vez con este debate gracias a las únicas decisiones honrosas que caben al caso?

Comentándolo con alguien salió enseguida otro «gran argumento»: ¿y Paracuellos? Paracuellos fue una matanza indigna, una atrocidad, por supuesto ¿Quién lo niega? Quienes recurren a ese contraargumento se instalan en la confrontación como si esta no hubiera acabado y tuvieran que contrarrestar a otro bando, como si ambos bandos aún pugnasen. Solo ciertos abuelos, en palabra de Feijóo, siguen estando pendientes de quién gana una pelea que los demás han dado por terminada. Y solo alguien que se siente aún implicado en una confrontación antigua se desentiende de quién llevaba razón y solo se vincula con el que ganó aunque no la tuviera.
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