La vocación

Por Saturnino Alonso Requejo

Saturnino Alonso Requejo
18/12/2022
 Actualizado a 18/12/2022
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Aunque Marañón dijera que «el individuo es tiempo, y como tiempo, variable», lo cierto es que en nuestro lenguaje viven y permanecen las cosas, las ideas, los deseos, la sabiduría concentrada, la Creación entera y verdadera. Pero también el ayer, el hoy y la esperanza del mañana. ¡Todo el tiempo en la casa habitable del lenguaje, porque «Hoy es siempre todavía».

El Libro del Génesis, 1,1-27, piensa que los seres aparecieron al ser nombrados por Dios:
– Dijo Dios: «Haya luz». Y separó Dios la luz de las tinieblas.
– Dijo Dios: «Haya un firmamento que separe las aguas».
– Dijo Dios: «Brote la tierra verdor».
– Dijo Dios: «Haya lumbreras en el firmamento que separen el día y la noche».
– Dijo Dios: «Bullan las aguas de bichos vivientes y revoloteen aves sobre la tierra».
– Dijo Dios: «Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y dominen en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas».

En fin: que todo cuanto existe es hijo de la palabra eficaz de Dios.

Tan es así, que los Faraones de Egipto terminaban sus discursos y decretos con esta fórmula casi sagrada:
«¡EL FARAÓN HA HABLADO!»

Porque la palabra, hablada o escrita, siempre se cumplía al pie de la letra.

Pero echemos abajo las cabras de la imaginación para ampararlas en el redil de la VOCACIÓN que supera en calidad a la mera OCUPACIÓN rentable. Veamos, pues, cómo es esto.

Es el caso que, andando yo de estudiantillo por Valladolid en el año 1968, me topé con el libro ‘Vocación y Ética’ de Gregorio Marañón. De inmediato me puse a estudiarlo con el mismo empeño que pone el labriego cuando ‘pica’ la guadaña para sacarle el ‘cabruño’. Porque también el campesino sabe, sin saberlo, que el ‘hoy’ de su tarea heredada sigue siendo un ‘todavía’, como lo es el chaleco de pana que le dejó su abuelo en herencia.

Pero había una batalla sangrienta entre la VOCACIÓN del alma y la llamada corporal de las tareas rentables. Hasta los Santos han participado en esta guerra de la vida.
¡VOCACIÓN frente a oficio rentable!

Con razón dijo Aristóteles que ‘El hombre piensa con las manos’. Que se lo digan si no a ese hortelano que tiene las manos callosas y relucientes por culpa del mango de la azada. O a los terrones que hablan y protestan. O a Aurelio, no el romano Marco Aurelio, sino Aurelio Rodríguez Puerta, el de Pedrosa, que anda a vueltas con su hórreo que ya cojea de los cuatro pegollos como cualquier jubilado. El caso es que el hombre piensa cuando emplea sus manos. Y cuando se calza las madreñas para recorrer el paisaje y ver si los dioses le son propicios o le han apedreado la cosecha con una tormenta de verano. También este dolor forma parte de la VOCACIÓN a la que hemos sido convocados.

Cuando el tío Albricias se topaba con el de la guadaña le decía en tono profético:
«¡Al que bien cabruña,
le cantan las aleluyas!
¡Al que afila desganado,
lo bueno se torna malo!».

La palabra VOCACIÓN viene del latín ‘Vocatio’ que significa llamada, invitación, convocación, citación y así.

El pueblo llano suele entender por VOCACIÓN la determinación de un muchacho o una rapaza de ingresar en un Seminario o entrar en un monasterio o una Orden Religiosa.

Pero no considera vocación la llamada que pueda sentir un artista, un científico, un enseñante, etc. Porque estos practican un oficio remunerado y ahí queda todo.

La VOCACIÓN es otro asunto, como vamos a ver enseguida. Se trata de esa inclinación personal, nacida de la naturaleza de cada persona, que llama a cada uno a ejercer de por vida una ocupación vocacional: artística, literaria, científica, religiosa y así.

El llamamiento personal y de entrega a estas tareas, requiere de antemano la posesión de ciertas cualidades innatas o adquiridas mediante la educación. Y, ¡zas!: ¡La VOCACIÓN llamando a la puerta!

Pero, según Kant: «Dos hombres que obran según principios son muy pocos».

Pero definamos ya con Marañón lo que es y debe ser la VOCACIÓN. Se trata de:
«La voz interior que llama a cada uno
hacia una profesión determinada
y al ejercicio de la misma».

Se trata de una «PASIÓN AMOROSA» que requiere:
– Dedicación exclusiva al objeto y tarea amada.
– Servicio desinteresado que no busca ni fama ni rentabilidad económica.
– Se podría comparar con el matrimonio estable, precedido de un cierto noviazgo temporal y experimental.
– La VOCACIÓN tiene un gran parecido con el llamado «Amor Religioso o Sagrado»: Religa de por vida.
– Cuando alguien da con su verdadera vocación, encuentra la FELICIDAD que le corresponde a un ser temporal y mortal por naturaleza.
– La VOCACIÓN no es un trabajo remunerado, sino un servicio gratuito. De modo que la Vocación eleva la categoría de la simple ocupación rentable. Ni siquiera busca el aplauso o el ser bien visto.

Pero, en cualquier caso, el vocacionado de algo tiene que vivir. Es un animal ‘rumiante’ que necesita comer.

A su manera, también la Biblia se ocupa de la VOCACIÓN:
– En la Carta de San Pablo a los Romanos, 11,29, se dice:
«Los dones y la VOCACIÓN de Dios
son irrevocables» (Son de por vida).
– En la Primera a los Corintios, 7,20, escribe Pablo:
«El que recibió la llamada del Señor
siendo esclavo, es un liberto del Señor...
Permanezca cada cual ante Dios en el estado en que fue llamado». (Oficio, trabajo, obligaciones familiares y sociales, etc).
– Y en la Segunda Carta de San Pedro, 1,10, se recomienda:
«Poned el mayor empeño
en afirmar vuestra VOCACIÓN
y vuestra elección». (La Vocación requiere un cultivo permanente).

¡Ojalá todos pudiéramos vivir en la casa de nuestra VOCACIÓN! Pero hemos de trillar la parva con las mulas tordas y los bueyes negros que tenemos.

Llevando ya estas aguas a mi molino personal, confieso que desde mi adolescencia se apoderó de mi la VOCACIÓN DE LA ESCRITURA, lo mismo que al labriego se le pega a las manos la herramienta mandible. Y, como si fuera un remordimiento de conciencia, me corría por las venas lo que me decía Emilio Lledó de la sociedad actual:
«El hombre se ha convertido
en un consumidor de lo que no necesita.
Ya no hay amor a la SABIDURÍA».

Y la FILOSOFÍA DE LA VIDA está de vacaciones.

Tal vez el origen de mi VOCACIÓN A LA ESCRITURA fuera que, en las noches de invierno y a la luz parpadeante de la lámpara de carburo, se leía en voz alta el ‘Quijote’, el ‘Pan de los Pobres’, los ‘Milagros de Fátima’ y así. Lo de los Niños de Fátima me hacía llorar como un llamargo.

El segundo empujón literario me lo dieron en los Colegios de Enseñanza.

Yo era un alumno del montón, pero destacaba en lo de las REDACCIONES semanales: aquellas composiciones literarias de tema libre o impuesto por el profesor.

El caso fue que recibí premios en Aranda de Duero, salió un trabajo mío en el periódico de Segovia, escribía semanalmente en el periódico de Salamanca, me premiaron un poema en la Universidad de Alcalá y cosas así.

Aunque he publicado algunos libros, se me están saliendo del cajón los que no han visto la luz. Y ya no me queda tiempo para ver salir el sol.

Pero esto también le pasa al labriego que, como ya no es quién para patear el campo, se contenta con poder calentar sus canillas en el poyo de la puerta de su casa.

Reconozco que, en mi caso, HOY YA NO ES TODAVÍA, sino YA NO.

¡Pobres trabajos míos, que ya se me salen del cajón pidiendo auxilio!

En fin, que me he casado con la palabra y ¡HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE!
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