La profundidad de un personaje

Isabel Ampudia es una mujer a la que no le gustan las etiquetas, ni en lo personal ni en lo profesional

Mercedes G. Rojo
17/11/2020
 Actualizado a 17/11/2020
Isabel Ampudia en su trabajo más reconocido, '15 días contigo'.
Isabel Ampudia en su trabajo más reconocido, '15 días contigo'.
«No me sale lo superficial, no hago tele, no me llaman porque no me sale decir solo el texto y ya»
(Isabel Ampudia. Actriz)

Nominada actriz revelación en 2006 a los premios Goya y de la Unión de Actores, por su papel protagonista en ‘15 días contigo’, que le daría también el Premio Turia; reconocida internacionalmente en la última década como mejor actriz por diversos papeles en Canberra (Australia) o Taranto (Italia), por no hablar de otros premios a lo largo de su carrera; con un número importante de películas, cortometrajes, series televisivas y obras de teatro en su haber; hoy queremos acercarnos a la actriz leonesa Isabel Ampudia (León, último tercio del siglo XX), quien, a pesar de su nada desdeñable carrera interpretativa de reconocimiento tanto nacional como internacional, parece ser otro de esos casos que responden al dicho de que  «nadie es profeta en su tierra», pues si no son muchas las personas que conocen su trayectoria,  seguir su rastro en la prensa provincial nos deja apenas un pequeño listado de apariciones en las que no aparece más entrevistas que la que a comienzos del 2018 le hiciera la revista cultural Leotopía. Y no será porque la actriz haya roto sus vínculos con la ciudad pues, a pesar de vivir en Madrid desde hace muchos años, sigue manteniéndolos vivos y acudiendo frecuentemente a un lugar que considera su hogar, porque –tal como ella misma dice– «hay sitios donde llegas, respiras, y te sientes bien, te sientes en casa». Y ese lugar es León, donde nació y pasó las primeras etapas de su vida, además de iniciarla en el cine como espectadora, precisamente en el hoy desaparecido Teatro Emperador, donde vería su primera película en compañía de sus padres y también su primera película en solitario.

Mujer a la que no le gustan las etiquetas, ni en lo personal ni en lo profesional, llega al mundo de la interpretación podríamos decir que de forma casual, porque su primera opción fue la Filosofía, disciplina en la que finalmente se graduó tras haber comenzado la carrera en Salamanca,  donde (tras algunos escarceos iniciales con el mundo teatral de su época infantil) estaría en contacto con la cátedra de Teatro. Tras varias interrupciones que la abocarían definitivamente al mundo interpretativo, la concluye en Madrid y cuenta así la experiencia: «Yo estudié Filosofía. Hice un curso de verano para variar de tanto trabajo mental y descubrí qué era lo que quería hacer verdaderamente. Así que empecé estudiando. Lo primero que hice para televisión fue una serie que se llamaba ‘El destino en tus manos’ (1996). Y luego cada vez que decidía dejarlo y volver a la Filosofía, me salía un poquito de trabajo así que era como un anzuelo permanente. Y siempre piqué». La filosofía (que dice amar «porque es una disciplina que te ordena la mente y las emociones») la ha ayudado también en este mundo de la interpretación para el que se ha preparado a fondo a través de diversas escuelas y métodos, todo tipo de cursos y un trabajo continuo de investigación: «Me ha ayudado mucho a ordenar, a ver entre líneas, a ver todas las posibles derivaciones, a hacer un análisis de texto  (inmediato)».Navegando entre cine y teatro, Isabel  Ampudia vive su trabajo como actriz sabiéndose afortunada «por vivir de un oficio que me permite encarnar tantas existencias como quiera sin perder la propia»,  y prepara sus personajes «cada uno de una manera diferente», sin un método uniforme, sin adjetivar nunca nada, para no juzgarlos. «Trabajo con música, con olores, con baile o con nada. Cada uno según me va viniendo», dice, reconociendo en una de sus últimas entrevistas haber dejado hace tiempo de ser una «actriz de método» para llegar a un momento de más libertad en el que es ella misma quien encuentra lo  que debe aplicar a cada personaje, algo que se permite gracias a un mayor conocimiento de sí misma adquirido con la experiencia, con el que puede «descubrir el camino más crítico y más corto, y a veces es metódico y a veces es rebelde».De Consuelo Trujillo, una de sus maestras, se ha quedado con que en el Teatro, el punto de partida ha de ser «una actitud de humildad ante el arte y la vida, de bajar la cabeza, de no creerte grande y de darlo todo»; como lo hace ante cada uno de sus personajes, la mayoría personajes complejos, con capas, «como en la vida», frente a los que a veces tiene que asumir retos como el dotarlos de ese marcado acento sevillano que tenía la protagonista que le valió la nominación al Goya, un rasgo externo de todo un carácter. De la evolución de su carrera –que como actriz no distingue entre el trabajo en cine o en televisión por considerarlos idénticos desde su planteamiento, aunque con características diferentes–, especifica: «Yo me siento actriz cuando todo fluye y parece que no hay esfuerzo, cuando das la sensación de que lo que haces es fácil, y eso puede suceder de igual manera en el teatro –aunque hay funciones más complicadas en las que tienes que tirar de oficio, de mirada del otro– y en el cine, en el que a veces vas al filo, no hay tiempo, no hay otra toma(…)».

Reconoce vivir «del teatro, de mis amigos, de la gente que me conoce y que me llama directamente», en una profesión en la que menos de un 10 % vive de ello, porque dice no existir para los directores de casting, quizá «porque no saben dónde colocarme». Podría decirse que con el público leonés pasa un poco lo mismo, no la conocemos, al menos no lo suficiente. Yo les invito a indagar en sus películas, sus cortometrajes, incluso en las series en las que ha intervenido, y a dejarse subyugar por la calidad de sus personajes.
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