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La piedra y el virus

25/10/2020
 Actualizado a 25/10/2020
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La simplicidad simplifica, elude complicaciones o compromisos, merma, cercena o esquiva. La simplicidad de su constitución y comportamiento se convierte en el impedimento mayor de la lucha contra un virus, contra todo tipo de virus. Son tan escuetos que es muy difícil combatir sus debilidades, pues aparentan no tenerlas. Es como desmenuzar una piedra, obtenemos más piedras. Puede que sean la entidad más abundante del planeta pero ni siquiera se sabe si están vivos del todo y su existencia solo puede garantizarla parasitar estructuras más complejas de forma expeditiva. Las viraliza. La eficacia de lo vírico reside en que vive y prospera gracias a la debilidad ajena.

Por eso Trump, por eso Bolsonaro, por eso Abascal. Todos (y son tantos) responden a ese mecanismo básico, agresivo, bajoventral. Estriba ahí su fortaleza: ofrecen soluciones imposibles de analizar, rotundas y crudas como una piedra. Una piedra presta a ser arrojada contra otro. Más España, más bandera, menos emigración, más ‘libertad’, menos impuestos… Más y menos, una primitiva matemática de restas y sumas.

La situación política, social, económica… la realidad, en definitiva, se comporta como un organismo complejo merecedor de un examen y un diagnóstico complejos, no en vano se compone de una multitud inabarcable de circunstancias, procesos, individuos. Logaritmos. Sin embargo periódicamente asistimos a la viralización de arengas simplistas, víricas, que pretenden remediarlo todo con desenlaces rasos. A pedradas.

Las redes sociales han venido a homologar esa superficialidad del discurso en un nuevo canon de la comunicación que los políticos utilizan con fruición contraproducente. Cada vez que tuitean una máxima, anuncio, diatriba o ‘apuesta’ convierten un pensamiento elaborado en un pedrusco. O en un virus. Y sancionan el mismo esquema de comportamiento: el prejuicio indiscriminado, la inmunidad, la desinformación, la conjetura elevada a categoría de axioma, la estulticia defendida como ejercicio de libertad de opinión. Lo viral. El término ‘virus’ viene del latín ‘veneno’: las palabras revelan la clave tercamente.

Esta semana hemos asistido a la escenificación de una ópera bufa política: un partido empeñado en erosionar la convivencia ha perdido el tiempo de todos en el momento más crítico con una propuesta inútil basada en el insulto y la simpleza. El caos o yo, llegaron a afirmar (el caos, por supuesto). Era un momento delicado y el líder de la derecha tenida por democrática ha hecho lo que tenía que hacer, ni más ni menos: ponerse la mascarilla de una buena vez. Ahora falta que empiece a desalojar sitios donde se reúnen con otros sin responder a ese mismo criterio de salud pública, asociaciones que alentó antes de percatarse de que el virus se difunde gracias a su propio aliento.
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