pedro-lechuga-mallo2.jpg

La pandemia de la censura

18/06/2020
 Actualizado a 18/06/2020
Guardar
Cuando en una misma frase se unen dos conceptos con connotaciones tan negativas como son pandemia y censura, adivinarán que lo que leerán a continuación va a ser de todo menos halagüeño. Esta columna lleva por título ‘La pandemia de la censura’, pero bien podría haberse llamado también ‘La censura de la pandemia’, porque en el caso que les voy a contar, el orden de los factores no altera el producto, que no es otro que indignación, rabia, impotencia e incredulidad. Vaya por delante que el hecho que narraré a continuación me ha ocurrido en mis propias carnes, o mejor dicho, en mis propias letras.

Es evidente que el control de la información es un objetivo siempre perseguido tanto por organismos públicos como por entidades privadas, una estrategia que adquiere mayor protagonismo en situaciones excepcionales como puede ser la que estamos viviendo durante la Covid-19. Me pueden vestir de justificaciones varias el hecho de querer controlar la información e intentar ejercer cierto tipo de censura, argumentando que es por el bien del interés general y en el propio beneficio de la ciudadanía, pero por ello no deja de tener ciertos riesgos que en algunos casos pueden ser inasumibles y no deberían ser aceptados por la sociedad. El motivo es claro, está en juego la libertad de expresión y el derecho a la información.

¿Se acuerdan de la pregunta del CIS sobre si el encuestado aceptaría bajo el pretexto de luchar contra los bulos que la única información que se pudiera publicar sobre la pandemia en las redes sociales y los medios de comunicación fuera la aportada por las fuentes oficiales? Si a este globo sonda lanzado por un organismo público, sumamos las iniciativas de empresas privadas como por ejemplo las redes sociales, que con la supuesta intención de luchar contra los bulos han implementado unos algoritmos para censurar ciertas publicaciones o incluso bloquear a algunos usuarios, nos encontramos ante una situación muy peligrosa y que debería hacernos cuestionar ciertos aspectos.

El que les escribe, periodista de vocación y de profesión, se embarcó hace unos meses en un proyecto editorial con el que arrojar luz sobre lo acontecido durante la pandemia desde un punto de vista periodístico. Mi principal objetivo, detectar los errores y aciertos que hemos cometido los periodistas para así extraer un aprendizaje que nos permita para el futuro estar mejor preparados para afrontar el reto de informar sobre una pandemia o un hecho similar. Para ello solicité la colaboración de periodistas de los cinco continentes, quienes aportaron su punto de vista sobre el control de la información por parte de los Gobiernos, la difusión de bulos, el papel jugado por las redes sociales, el sensacionalismo en los medios… y así un sinfín de cuestiones relacionadas con la Covid-19. E insisto, un libro impulsado por un periodista y en el que han colaborado periodistas.

Con la intención de llegar al mayor número de personas, estaba todo preparado para que la distribución fuera realizada a través de una plataforma de venta de libros de ámbito internacional, conocida de sobra por todos. Pero este lunes, recibí un amable correo electrónico en el que se me comunicaba que mi libro no cumplía con sus pautas de contenido y que no podían ponerlo a la venta, ya que están remitiendo a sus clientes a las fuentes oficiales de información sanitaria. Eso sí, me regalaron el siguiente consejo: ‘le recomendamos que elimine las referencias a la Covid-19 que aparecen en este libro’. ¿Me pueden explicar cómo puedo hacer esto si mi libro se centra precisamente en la Covid-19? Pero lo más hiriente de todo es que para ejercer esta censura previa, sólo se han basado en el contenido de la portada y de la descripción resumida del libro, porque todavía no les había enviado el manuscrito completo de mi libro, para determinar si podría ser perjudicial o no para el lector. ¿Qué peligro tiene que una serie de periodistas aportemos nuestro punto de vista sobre esta pandemia? Lo más paradójico es que en mi libro se habla precisamente en uno de los capítulos sobre los riesgos de utilizar la lucha contra la desinformación para coartar la pluralidad informativa y el derecho a la información. Un hecho que ha sufrido el propio libro. Soy consciente de que dicha plataforma es una empresa privada y por lo tanto decide lo que quiere o no vender, pero el problema es la justificación que utiliza para no permitir a sus clientes tener acceso a información más allá de la de las fuentes oficiales. Si a esto unimos que sí tienen a la venta otros libros sobre la Covid-19, saquen ustedes sus propias conclusiones.

Lo que no sabía esta plataforma internacional es que el autor es un cazurro leonés de pura cepa, con lo que eso conlleva. Así que ahora voy a centrar todos mis esfuerzos personales y económicos en que este libro llegue al mayor número de personas posibles. Soy consciente de que tengo por delante un reto inmenso, pero el periodismo y el derecho a la información de la ciudadanía merecen que lo intente. Lo que sí les aseguro es que en unas semanas el libro estará a la venta. Tienen mi palabra.
Lo más leído