La memoria vertebra el día de CamparredOnda

El proyecto cultural que lidera Gregorio García Castañón presenta sus novedades editoriales y concede el Premio ‘La Armonía de las Letras’ en su undécima edición a Miguel Fuertes González

Joaquín Revuelta
05/04/2018
 Actualizado a 07/09/2019
El jurado encargado del fallo del XI Premio Armonía de las Letras. | L.N.C.
El jurado encargado del fallo del XI Premio Armonía de las Letras. | L.N.C.
La pequeña familia cultural de CamparredOnda, al frente de la cual se encuentra Gregorio Fernández Castañón, se reúne este jueves para presentar las novedades editoriales y conceder el Premio de Reconocimiento Cultural ‘La Armonía de las Letras’, que en su undécima edición ha recaído en la persona de Miguel Fuertes González «por ser uno de los precursores que, con el paso del tiempo, mantiene viva la interesante revista ‘La Mata de Curueño, un pueblo que nos une’, próxima a cumplir los cuarenta años. Por la búsqueda de articulistas y temas, por sus propios artículos, por su bondad, y por mantener con la misma ilusión del primer día a todo un pueblo y comarca con la llama de las letras», se recoge en el acta de jurado, que como novedad este año también incorpora la figura de finalista o segunda candidatura más votada, que ha distinguido a Toño Morala «por sus artículos publicados en La Nueva Crónica a lo largo de los años: monjes, boticarios, telefonistas, toneleros, ferreteros, nodrizas... El exilio, el trasmallo, la garrafa, las vacaciones en el pueblo... Villancicos, aquellos cuentos troquelados, mesas, alacenas, escaños, palomares, cunas, carricoches, andadores... Todo un mundo sensorial con sabor añejo al alcance del lector. Artículos, en definitiva muy bien elaborados. Pequeños retazos del pasado que nos hacen recordar, sí, pero también humanizar y añorar otros tiempos».

El acto tendrá lugar este jueves a las 20:00 horas en el Palacio del Conde Luna y contará con las intervenciones de Marta Arias Aguirrezabala, Alfonso García y Gregorio Fernández Castañón.

El primer premio consiste en una escultura de bronce (serie limitada), obra original del escultor leonés Antolín, y en un diploma acreditativo con ilustraciones de Alejandro Cartujo. El finalista recibirá un diploma. Durante el acto se darán a conocer los contenidos del número 19 de la revista CamparredOnda y se llevará a cabo la presentación del libro nº 14 de la colección ‘Los libros de CamparredOnda’, que en este caso viene firmado por el autor de Santa Lucía de Gordón, Alfonso García, con el título ‘Los límites de la memoria’. Como viene siendo habitual en la fiesta de CamparredOnda, habrá sorteos de regalos culturales, hasta agotar existencias, y los asistentes podrán llevarse a casa los últimos libros publicados por la Asociación Cultural ‘La Armonía de las Letras’, como es el caso del mencionado ‘Los límites de la memoria’, ‘Cronos de Bardaya’, de Sara Otero, o ‘León entre recuerdos y añoranzas’, del anfitrión Gregorio Fernández Castañón. El territorio de la infanciaAlfonso García se muestra encantado de formar parte de la familia CamparredOnda con la publicación de ‘Los límites de la memoria’ en el sello editorial de Fernández Castañón. «Para mí una de las grandes ilusiones de este libro era el que pudiese estar en la colección de CamparredOnda por el mimo y la exquisitez con que se publican. En realidad, no creo que nunca más en mi vida publique un libro tan exquisito en ese sentido como este y para mí resulta muy gratificante poder formar parte de una colección tan hermosa», señala el autor de Santa Lucía de Gordón, que recuerda fue el propio Gregorio Fernández Castañón quien hace un año y medio, a través de una llamada telefónica, le comunicó su interés de publicar un libro suyo en su sello editorial. «Le dije que para mí era un privilegio poder publicar en CamparredOnda. En pocos días le mandé el título, ‘Los límites de la memoria’, le gustó la idea que le expuse, que sería un pequeño cuaderno de bitácora de mi infancia a través de escenas diferentes y de fotografías antiguas, algunas de las cuales ya tenía escritas y otras que fui incorporando durante ese año, con una razón muy clara, de ahí el título ‘Los límites de la memoria’, y es que la memoria se desboca a veces, podría contar muchas cosas, pero había que ceñirse a los límites de un libro, con lo cual muchas escenas de esas se quedaron fuera. Pero me hacía una enorme ilusión, efectivamente, estar presente en esta colección».Alfonso García reconoce que desde hace tiempo quería contar ciertas experiencias de su infancia. «Simplemente porque a lo largo de mi vida ha habido tres elementos fundamentales que eran el carbón, la nieve y el agua. Tres elementos que sobre todo yo los tengo vinculados a la infancia. La vida de la minería en mi pueblo Santa Lucía, la nieve como símbolo que condicionaba esas formas de vida pero que nos hacía mucha ilusión a los niños, y efectivamente el agua cuando carecíamos precisamente de ella. Yo fui un poco el resultado también de que ya con 10 y 11 años empieza a llegar el agua a las casas, y por tanto antes teníamos que acarrearla y eran momentos precisos que yo recordaba con una nitidez extraordinaria y que en cierta forma condicionaron, como cuaderno de bitácora, mi propia vida. Pero, por otra parte, también quería, de algún modo, contrastar la idea de que todo aquello que no se escribe se termina olvidando, y aunque hay tantas memorias como personas iba a quedar un documento, un testimonio sin pretensión de ningún tipo, de una forma de vida que, a Dios gracias, ha desaparecido, pero que sin duda también marcó la infancia de mucha gente como yo en una zona minera con sus propias características tan específicas».

El autor leonés cree que la infancia es un territorio común a muchos escritores por el hecho de que «es un periodo de descubrimiento en el que se empiezan a anidar los sueños y las personas de tu entorno se convierten en héroes, las circunstancias de alguna forma te limitan y te marcan, el miedo en el caso de la minería suscita en ti una inquietud y, como te decía antes, la nieve, cuando la tienes grabada ahí –no es una frase mía sino de Julio Llamazares– es en cierta forma la metáfora de la memoria, la metáfora de la infancia», reconoce el autor.

García considera que la memoria «es un sustrato literario y existen maneras de ‘adobar’ la memoria, aunque siempre he intentado que no me traicione y contar con exactitud lo que yo recuerdo de aquel momento, si bien es verdad que del mismo hecho otras personas tendrán otro recuerdo, porque, no cabe la menor duda, de que con el paso del tiempo también somos capaces un poco de transformarla».
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