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La máquina del tiempo

10/10/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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Pasada la polémica sobre si el Museo del Prado ofreciera, o no, una de sus sedes al Seminario Mayor, parece que las obras para convertirlo en Museo de la Semana Santa han dado comienzo. 40 caminos de tierra han salido del patio en el que hubiera una palmera, única en León. Tierra que, afirman, pertenece a la época medieval. A la romana, no. Esa se mantiene, firme, a 3 metros de profundidad.

«Con la iglesia hemos dado, Sancho», exclama Don Quijote en el capítulo IX de la segunda parte de El Quijote. O con la catedral, que desde su construcción hasta el día de hoy ha sido costeada por el común de los leoneses. Las preguntas son: ¿Es la Iglesia, también, propietaria del pasado? ¿Lo es, también de un pasado en el que ella no existía? ¿Iglesia y propiedad no es un contrasentido desde su inicio a su final?

Los especialistas aseguran que ese patio del Seminario es una verdadera ‘máquina del tiempo’ y la concejala de cultura habla de restos posteriores ‘al concilio de Trento’. El cronista, que pasó ahí tres cursos en su juventud, estudiando filosofía con Don Antonio González de Lama como profesor, recuerda en patio una palmera, a la que dedicara sus primeros versos en una revistilla interna, y siente pena de que el ‘contínuo’ entre las mansiones de los tribunos romanos y la palmera como símbolo extraño de un lejano oasis somnoliento, haya sido interrumpido nada menos que por esos escombros del Concilio de Trento.

¿No sería mejor continuar escavando tres metros más hasta ‘dar con’ los cimientos romanos? ¿No sería más fácil exponer los pasos y demás elementos de la Semana Santa en otro lugar que no albergara tanta historia como este? La máquina del tiempo produce historia y la historia antigua tiene un precio y un mercado turístico excepcional. Una ciudad como la nuestra continúa albergando en su subsuelo una verdadera mina de oro, que es patrimonio común que no debiera ocultar.

Que la Iglesia es otra cosa que una multinacional, lo mantenía aquel Don Antonio González de Lama, quien, dentro de aquella ‘máquina del tiempo’ que es el Seminario Mayor, y con un eterno cigarro en la boca, a menudo topaba con el dicho que Cervantes pone en boca de su escudero y admitía que toda interpretación cabe de él, y más viniendo de un Cervantes ya de vuelta de todo en aquel siglo y aquella edad.

Polémicas aparte, tal vez urja dilucidar este busilis, en concejo abierto si es preciso, reunidos ante el parteluz de la Virgen Blanca. Pero, no más concilios de Trento, por favor.
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