La leonesa que lucha en África contra la ablación

Elena Luna acaba de regresar de Tanzania, donde ha colaborado con una ONG que protege a las niñas que huyen de la mutilación genital femenina e intenta concienciar sobre la "brutalidad" de esta práctica

Cristina Centeno
18/02/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Las pulseras, que realizan las mujeres y niñas del proyecto, se venden a 5 euros. Con la recaudación, mantienen a las niñas que han huido de la mutilación. | L.N.C.
Las pulseras, que realizan las mujeres y niñas del proyecto, se venden a 5 euros. Con la recaudación, mantienen a las niñas que han huido de la mutilación. | L.N.C.
Hace ya dos años que Elena Luna conoció de primera mano la «brutalidad» de la mutilación genital femenina. Fue gracias a un programa social de la Junta de Castilla y León para el que fue seleccionada y tuvo la oportunidad de ir a Kenia, «una lotería». Allí estuvo dos meses y se vinculó con una ONG que, en colaboración con las organizaciones del país, lucha contra la ablación y protege a sus víctimas. Dos años después acaba de regresar del que es ya su tercer viaje a África, donde ha estado un mes en Tanzania.

En ambos países, la mutilación genital femenina está prohibida por ley, «si una niña denuncia que sus padres la quieren mutilar y casar esos padres pueden ser multados e incluso ir a la cárcel, pero el problema es que muchas niñas no saben que tienen ese derecho», explica Elena.

En África, ha trabajado con dos organizaciones españolas, Mundo Cooperante y Wanawake –mujer en swahili–, que colaboran con ONG de la zona. Las historias que ha conocido allí son sobrecogedoras, lo que la ha llevado a implicarse de lleno con esta causa. Sobre el terreno, hacen varias labores. Por un lado, dan educación y protección en casas de acogida a niñas que han huido de sus familias para evitar tanto la ablación como el matrimonio forzado, y gracias a esa formación logran que conozcan sus derechos. Además, junto a estas mujeres víctimas, hacen campañas de divulgación por las diferentes aldeas y tratan de concienciar a la población de la zona del «absurdo» de la mutilación, una práctica que se realiza en la mayoría de los casos cuando las niñas tienen su primera menstruación. «En Kenia se hace con 12 ó 13 años, en Tanzania se está haciendo antes y con 8 ó 9 te encuentras a niñas ya mutiladas y con 12 casadas», relata Luna. «La mujer allí no pinta absolutamente nada», lamenta y, pese a la situación, celebra «cada niña salvada», tanto de la mutilación como del matrimonio forzado. Recompensa verlas después, «con formación, con trabajo», porque hacen «un efecto multiplicador en la zona».En su último viaje, la organización salvó a dos niñas: una de 13 años y otra de tan solo 8. La primera era huérfana, «nos la trajo su abuela porque estaba a cargo de su tío, le salía ‘caro’ tenerla y la iba a vender por unas cabras, ella se enteró, vino al centro porque conocía el proyecto y firmó la autorización para que nos la lleváramos». Consiguieron librarla del matrimonio impuesto, pero para la mutilación ya era tarde. En el caso de la otra niña, fue su propia madre la que decidió entregarla cuando su padre quería casarla, «tuvimos que ir a mediar para que el padre no pegara a la madre cuando volviera sin su hija».Ambas organizaciones realizan lo que se denomina seminarios de rito alternativo, en los que «intentan concienciar a las familias de que no hace falta mutilar para que una niña pase a ser mujer», explica Luna. Durante una semana tienen a las menores en un colegio y las forman en diferentes ámbitos, «les explican sus derechos, lo perjudicial para su salud, su sexualidad y su persona que es la mutilación», además de realizar talleres de autoestima o de conocerse a sí mismas. «Parece mentira el cambio que dan en una sola semana, dándose cuenta de que no las tienen porqué mutilar y haciendo luego un efecto de difusión enorme», asegura. «No se sabe a ciencia cierta porqué se mutila», pero el caso es que se sigue haciendo pese a estar prohibido. Hay diferentes creencias, «porque si la mujer no tiene placer no se va a ir con otros, porque el hombre goza más, porque hace más fértil a la mujer, porque es el paso de niña a mujer...», explica Elena, «creencias totalmente absurdas pero que están muy arraigadas y cuesta muchos quitarlas».Pulseras contra la mutilaciónTanto las mujeres de Kenia como las de Tanzania realizan dentro de los proyectos de las ONG pulseras artesanales contra la mutilación que luego venden para recaudar fondos con los que mantienen a las propias mujeres artesanas, para gastos de gestión y para la creación de nuevas iniciativas solidarias que las garanticen una independencia y un futuro y continúen poniendo «granos de arena» en la lucha contra la ablación.El proyecto de las pulseras, que se pueden comprar online en la página web de Mundo Cooperante por cinco euros, comenzó para dar una alternativa a las mujeres mutiladoras para que dejasen de practicar la ablación. «Como después no se daba a basto se vinculó a más mujeres, madres, hermanas...», explica la leonesa. Además, participar como artesana en la elaboración de las pulseras supone firmar un manifiesto para declararse contrarias a la mutilación.

Lo más relevante de esta campaña de las pulseras, confiesa, es que es testigo de que «el dinero llega y he visto que de verdad funciona». Al proyecto ‘La solución está en tu mano’ se han unido en España rostros conocidos como Maribel Verdú, Paco León, Macarena García, Bebe, Juan Ramón Lucas, Patricia Montero y un largo etcétera.

Mucho por hacer


Pese a todo el trabajo que se están llevado a cabo las diferentes organizaciones, el hecho de que la práctica de la mutilación genital femenina esté prohibida, al menos sobre el papel, y que la cifra de mujeres y niñas mutiladas ha descendido en los últimos años, queda «mucho por hacer».

Proyectos como los de Mundo Cooperante y Wanawake, en los que ha participado esta leonesa, «ponen un grano de arena» pero por desgracia «no van a erradicarlo, porque se necesita implicación de muchísimos sectores». La mutilación genital femenina es una costumbre «muy arraigada» en algunas aldeas y, pese a estar prohibida legalmente, muchas niñas desconocen que tienen ese derecho. Además, los tipos de ablación varían de unos países a otros y en algunos como Sudán o Somalia, en constante conflicto, es aún más complicado que estas organizaciones entren y que no se realice esta práctica. Tampoco hay «medio materiales», asegura Elena, recordando el protocolo que han establecido varias autonomías españolas por el que los pediatras controlan a las niñas de familias de países en los que existe la mutilación antes y después de los viajes a África. «Si se comprobara así allí, se acabaría radical, pero no tienen ni el dinero ni los medios para las revisiones pediátricas», lamenta Elena, que espera que su «granito de arena», junto con el trabajo de todos, ayuden a que esta «salvajada» llegue pronto a erradicarse.
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