La invisibilidad de una gran poeta

Manuela López recogió en poemas todo aquello que a su alrededor le hacía sentir y vibrar

Mercedes G. Rojo
30/01/2018
 Actualizado a 12/09/2019
La poeta Manuela López.
La poeta Manuela López.
"Quedé muda de tanto dolerme las palabras.
 La voz se sintió ausente y fugitiva   
como inadvertido pájaro en la sombra...». 
(‘Caminos nuevos’, de Arena y viento. CEAMM)

Pertenecen estos versos a una magnífica poeta berciana que pasó por la vida con una amplia e interesante obra poética. Fue Manuela López (Cacabelos, 1910-2005) una prolija poeta de la que solo hay publicada una mínima parte de su obra, y la mayor parte de ella gracias a instituciones públicas o privadas ligadas a los lugares con los que sentimentalmente estuvo más unida, Cacabelos y Astorga. Todas estas obras impresas vieron la luz en el periodo comprendido entre 1977 (Cauce para un latido) y  2003 (poemas dedicados a Cacabelos, publicados con motivo de su nombramiento como «hija predilecta» de la villa).

Fue Manolita, como la llamaban quienes la conocían, una mujer sensible a la par que fuerte que se formó entre León y Madrid, de cuya estancia siempre destacó su paso por la Residencia de Señoritas ‘María de Maeztu’ donde se impregnaría del espíritu de  la Institución Libre de Enseñanza.  Profesionalmente se educó para ejercer el Magisterio, con verdadera vocación, hasta tal punto que siempre se consideró «maestra, que no profesora»  y dejó marcada huella en quienes con ella estudiaron. Sintió desde muy joven la llamada de la poesía, recogiendo en poemas todo aquello que a su alrededor le hacía sentir y vibrar, no solo como la expresión de sus sentimientos si no también de su pensamiento.

Sus versos poseen un marcado carácter intimista. Dicen quienes más la han estudiado que ello es debido, precisamente, a que solo «versificó» sobre lo que sentía y sobre lo que vivía. Y así sus composiciones se desdoblan en dos líneas diferentes: la que se hace eco de sus sentires religiosos, de su «profunda y ardiente sobre toda ponderación» religiosidad; y aquella otra a través de la que exterioriza sus sentimientos más íntimos en el correr de su vida, convirtiendo sus poemas en una especie de diario  a través de los cuales vuelca, con una «escritura al margen de la edad y del tiempo», su más profundo sentir. Leyendo sus versos podemos apreciar fácilmente en ellos una elaborada sencillez, un lenguaje a través del cual convierte el sentimiento en pensamiento y donde la ternura y la delicadeza de estilo se hacen siempre presentes cualquiera que sea el  tema escogido, temas en los que el reflejo de las cosas pequeñas se dota de una dimensión que trasciende a la insignificancia que el día a día parecería proporcionarles.  Sonetos y otras composiciones se alternan como forma de expresión de sus pensamientos, los primeros más ligados a su sentir más religioso,  el resto mostrándonos una variedad poética en la que también se hace muy presente el verso libre, siempre acompañado de una marcada cadencia con la que afronta temas como la niñez, el sentir femenino, los pequeños detalles del paisaje, los sentimientos del día a día… Manuela López vivió y sufrió mucho; también amó mucho a pesar de todo, y así lo transmiten sus versos, en los que pasa de la angustia y la impotencia que siente ante algunos de los episodios más dolorosos de su vida como la pena de muerte que le hizo perder a su primer marido, embarazada de cinco meses de su primer hijo, o la grave enfermedad de uno de sus hijos que le hizo temer por su vida.

Contagiada por el ejercicio de su magisterio nos dejó también algunos escarceos con la poesía infantil, normalmente breves poemas en los que recoge su visión de elementos del día a día, de personajes infantiles, de situaciones que los más pequeñuelos pueden ver pasar ante sus ojos, con composiciones en las que de nuevo rima y verso libre se entrelazan, buscando más el ritmo que la forma, el juego con las palabras,  un juego que resulte cautivador y atractivo para los más pequeños y del que sentirse protagonistas, como en estos versos pertenecientes a ‘La mañana’, texto incluido en Poemas infantiles (CEAMM, Astorga, 1992): «Gallos de la aurora vienen / cantando por los caminos. / Picotearon la noche / con su pico, pico, pico, / y sacaron la mañana / para entregarla a los niños…».

Manuela López fue, además, una activa colaboradora en diferentes publicaciones periódicas de las que hablaremos en otra ocasión.  Ahora quiero concluir este acercamiento a su figura y para ello nada mejor que hacerlo con un fragmento del epitafio que ella misma se escribió para cuando llegara el momento, aunque antes me tome la osadía de recomendarles que busquen sus versos y que los beban sorbo a sorbo, sin prisas y disfrutándolos.

«Nació para el amor.
Vivió sembrando amor…
Y  perdió las cosechas…»
(De ‘Epitafio’. Manuela López)
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