"La inocencia de la infancia debería ser nuestro destino"

Alejandro Simón Partal es una de las figuras literarias más relevantes del momento, y viene a León (miércoles, 19:30 horas, librería Sputnik) para presentar ‘La parcela’, su primera y ya premiada novela

David Rubio
08/03/2022
 Actualizado a 08/03/2022
Alejandro Simón Partal se había dado a conocer hasta ahora por su obra poética.
Alejandro Simón Partal se había dado a conocer hasta ahora por su obra poética.
Acaba de recibir el premio ‘Cálamo. La otra mirada’ por ‘La parcela’, la novela que este miércoles presenta en León (librería Sputnik, en la calle Legión VII número 3, a partir de las 19:30 horas) y que ha editado Caballo de Troya dentro de una colección dirigida por el inquieto Jonás Trueba. Su nombre es Alejandro Simón Partal (Estepona, 1982) y está llamado a convertirse en una de las figuras determinantes de la literatura española, pues goza de un gran reconocimiento tanto con ésta su primera novela, que cuenta la historia de amor entre un profesor español y un refugiado sirio, como en los libros de poesía y alguna obra teatral por las que era conocido hasta ahora.

-  Hasta ahora había centrado su creación literaria en la poesía y salta ahora a la novela con ‘La parcela’. ¿Responde a la necesidad del narrador por salirse del lenguaje más condensado o a la historia que quería contar en este caso?
- La historia solo podía contarse desde la narrativa, aunque no siento que forme parte ni que me deba a un género o a otro. Todo nace de la necesidad de contar una historia y contarla de la mejor manera posible, oír qué tiene que decirte. Considero la poesía más una forma de estar en el mundo que un oficio literario. Escribir esta novela me obligó a sentarme varias horas al día, cosa que la poesía rara vez exige.

- A todos los poetas que se convierten en novelistas se les hace la misma pregunta, que a unos incomoda y a otros les encanta. Ahí va: ¿Es la suya inevitablemente una prosa poética?
- Desearía que no fuera así. Sí que tenemos la obligación de llevar la palabra a su mayor alcance, trabajarla bien, pero huyo premeditadamente de la prosa poética. Me fatiga mucho. Es algo que me desespera.

- Se hace referencia en su novela a “los raros” que viven en nuestros pueblos, y que cada vez son más aunque los habitantes cada vez sean menos. ¿Hemos llegado ya al punto de que en las ciudades vive gente repetida y es más fácil encontrar en los pueblos personajes que “no aceptan lo que se les impone sino que prefieren elegir lo que viene”?
- No creo que haya una formula concreta. Las ciudades son espacios de libertad para muchas personas, e incluso trabajar en un McDonald´s un porrón de horas por un salario penoso ha supuesto una vía hacia la integración humana para muchas personas. Y de la misma forma, volver al campo puede ofrecernos la posibilidad de un ritmo de vida en el que podamos dirigir nuestro tiempo en lugar de claudicar ante él. Pero sí, los raros están casi siempre por encima de los espacios, todo el mundo podrá localizar a un puñado de ellos en sus vidas, y eso se debe a que normalmente saben habitar este mundo con una autenticidad feroz.

- Dice en su novela que hay gente a la que le gusta vivir en Barcelona o en Madrid  por la posibilidad de que pase algo. ¿Cree que se pierde la capacidad de sorpresa por vivir lejos de las grandes urbes?- Nuestros asombros suelen depender más de educar nuestra mirada y orientar bien nuestro cuerpo que de que si lo que nos rodea es un prado verde o la M-30. El asombro nos mantiene despiertos y vivos, y el único requisito es levantar la cabeza, estar en alerta.- La provincia de León es una de las grandes afectadas por la despoblación. ¿Cree que, entre otros motivos, puede deberse a por un problema de mentalidad, de pensar que quedarse en el pueblo suena a fracaso social?- Ese estigma sigue existiendo incluso en ciudades grandes como Zaragoza, donde paso buena parte del año. Mucha gente de mi edad justifica su estancia allí recordando su paso previo por Londres, Barcelona o Berlín, como si vivir en un sitio u otro te dotara de talento o capacidades, como si el hecho vivir en Nueva York te eximiera de ser un imbécil. El ser humano es muy complejo, y eso, por otro lado, nos convierte en lo más interesante del planeta.- ¿Qué consecuencias tiene haber sustituido la educación en la espiritualidad por Netflix, como afirma en su novela?- Sin trascendencia nos minimizamos, nos empobrecemos porque nos limitamos a lo palpable, cuando casi todo lo que nos sostiene es aquello que no podemos ver ni tocar. - Una crisis migratoria sirve como telón de fondo para el argumento de ‘La parcela’, y ahora estamos ya viviendo otra. ¿Cree que será una constante en el siglo XXI?
- Sí. Lo único que se ha mantenido constante en los siglos XX y XXI es el odio y el desprecio a los derechos básicos de las personas. De momento no parece que haya solución a corto plazo, aunque vivamos en la esperanza porque no podemos vivir de otra manera para seguir adelante.

- Los recuerdos de la infancia, que tan presentes están en la novela, ¿son un motor inagotable para la literatura?
- Desde luego, aunque a veces la idealicemos. Esa inocencia que a veces aglutina la infancia tendría que ser nuestro destino y no algo que dejamos atrás, un destino que hay que trabajar muchísimo.

- Uno de los temas fundamentales de ‘La parcela’ es la relación del protagonista con sus padres. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptarnos como personas adultas, en cierto modo nuevas, dentro de una misma familia?
- Considero que el hecho de aceptarnos como adultos no corrige esa relación. Y que quizá aceptarnos como adultos es un síntoma del infantilismo que hoy vivimos, que no tiene nada que ver con ser una persona débil, frágil, dependiente, vulnerable, sino más bien con ansiar una avidez sin límites. Para mí el tema fundamental de la novela es el amor radical, que supone abandonarse radicalmente y dejar de ser insaciables. Creo que de eso va la historia de amor entre el protagonista de este libro y Nizar, el chico sirio que intenta llegar a Inglaterra.

- Es un gran conocedor de la literatura española. ¿Ha leído o le ha influido algunos de los autores leoneses?
- Claro. Me interesa mucho la obra de Agustín Delgado, por ejemplo, que inició su poesía en Málaga, por cierto. También por supuesto Julio Llamazares y Amancio Prada, cuyo último trabajo a partir de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer merece todos los reconocimientos. Son algunos referentes para mí.
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