26/07/2023
 Actualizado a 26/07/2023
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El verano es ese momento que llega como un tiempo de huida. Hay quien puede costearse unas vacaciones con todos los lujos y quien quizá no pueda salir de su ciudad o sólo se permita unos días en el pueblo o en el mar. En todo caso, la pregunta que debemos hacernos es ¿qué es el lujo para nosotros?

Para mi el lujo es la familia, los amigos, la naturaleza y los libros. No hay hotel maravilloso, ni vistas idílicas, ni piscina infinita que puedan sustituir la risa de un sobrino, las charlas con una amiga o las tardes en el Valle de Luna. Amo el olor a romero y las variedades de cardos que hay en el monte, aunque el dato les parezca sorprendente.

El ser humano tiende a estar insatisfecho porque da por sentado las cosas que son el verdadero lujo de su vida. Y es en estos momentos, como la temporada estival, cuando parece que tenemos la necesidad de hacer planes más ‘exóticos’ (al igual que todo el mundo)

Añadamos que en algunos casos el plan veraniego implica colas infinitas, atascos ingentes, cocinitas intensivas y broncas varias en el viaje de ida y en el de vuelta. El retorno merece otro capítulo. El comité de recepción incluye las mil lavadoras, plantas mustias, dos o tres cucarachas patas arriba y la dieta en puertas porque vuelves como un boniato.

En estos momentos la pregunta ineludible es ¿qué vas a hacer este verano? Y hay tantas respuestas como personas, economías y filosofías de vida.

A mí a esa pregunta me gustaría contestar cosas como: Voy a sobrevivir a mi locura (como Kenzaburo Oé sabría hacer), me tiraré de cabeza dentro de un libro, soñaré despierta hasta septiembre, meditaré sobre el azul (¿por qué no?), trataré de ahondar en mi humanidad (allá donde esté después de los envites del sistema), me dedicaré a honrar la memoria de mis abuelos, o cualquier otro desvarío.

Y ustedes ¿qué van a hacer este verano?
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