web-luis-gray.jpg

La familia y uno más

29/09/2019
 Actualizado a 29/09/2019
Guardar
En cuanto se sabe, en cuanto los medios de comunicación lo airean en función de su conveniencia y lo enfocan de acuerdo a sus intereses, en cuanto nos enteramos, nos indignamos. La furia y la chirigota atruenan las redes como antaño las tabernas y, como antaño las voces, las mayúsculas o los tacos escritos se ciscan en ellos y sus compinches. Una sana y santísima indignación se apodera de casi todos, excepto de los muy acólitos que ni siquiera se atreven a justificarlo salvo algún apesebrado de guardia. Un relámpago rabioso inflama cada pantalla, cada meme, cada teclado. Más tarde vendrá el olvido. Another Brick in the Wall.

Pero imaginémoslo desde el principio. Eres un (o una) joven con supuestas aptitudes para la persuasión, buen físico o familia bien, influyente, de esas ‘con contactos’. O las tres cosas a la vez. Te interesa la política porque crees que ello te proporcionará posición y unas prerrogativas que consideras tuyas por derecho, aunque a menudo recuerdas que no tienes otro oficio y ambicionas un beneficio fácil. El mundo, tu mundo, te debe algo solamente por existir. Tu partido, el de los tuyos de siempre, que conocen a tu padre y a tu madre y conocían a tu abuelo, tal vez un cacique de aquellos, te acoge en su cálido y hogareño seno. Te meten en las listas. Y vas subiendo. Haces un favorcito aquí, te lo devuelven allá. Una comida copiosa, un café torero, una juerga, un veraneo… hasta que un día apareces en las listas en un puesto en que puedes salir. Y sales. Y te sientas en ese foro que tanto ansiabas, donde te acomodas sin dar guerra, como te han avisado. Hasta que un día hablas. Era mucho mejor que hubieras estado calladito, pero como eres de los suyos, te protegen y justifican tu salida de tono, tus disparates, aludiendo a tu inexperiencia, aunque formes parte, por ejemplo, de una cámara que, curiosamente, se llama senado. Y pretendes justificarte y la lías más. De nuevo hay que salir a rescatarte porque las torpezas dan en barbaridades. Estate quietecito, te dicen. Y lo estás.

Al poco, en unas elecciones en que se presenta un partido nuevo que está dispuesto a dejar fuera a gente como tú, te quedas en la calle. Indignante. Tú, que tanto has hecho por tu gente. Así que llamas a unos y otros, das alguna voz. Pero sobre todo son tus parientes quienes lo hacen, llaman a uno y a otro y cobran favores antiguos y futuros. No hay que preocuparse, te dicen, ya te buscaremos algo. Y lo hacen, y te colocan en un puesto muy conveniente. Asesor. Lógico, tú que tanta sensatez has demostrado. Cuentas con un buen sueldo y obligaciones indefinidas: se han portado. «¿Y ese partido que iba a acabar con estas prácticas?». preguntas, aún con candidez, aún inseguro de las reglas del juego. «Tranquilo, ya son como de la familia».
Lo más leído