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La censura de la moción

25/03/2021
 Actualizado a 25/03/2021
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De moción a moción y tiro porque me toca. Es la versión remasterizada del ‘Panem et circenses’ (pan y circo) del poeta latino Juvenal. Así nos han entretenido durante los últimos días mientras la fiera de la COVID-19 seguía descuartizando vidas humanas, que a priori deberían ser más importantes que las vidas políticas. Dos gatillazos y una escapada hacia adelante. Así se podría titular lo sucedido hasta ahora, porque el espectáculo circense no finalizará hasta el 4 de mayo por la noche, cuando sepamos los resultados de los comicios en la Comunidad de Madrid.

Habrá que esperar a esa fecha para saber qué fotógrafo o cámara se reencarna en Francisco de Goya y capta la versión moderna del cuadro ‘El 3 de mayo en Madrid’. La duda es quién o quiénes serán los que aparezcan arrodillados con brazos en alto o tapándose el rostro y quiénes los que formarán parte del pelotón de fusilamiento. Ya saben que la historia depende de quien la cuente, así que entiendo que todos se quieran apropiar del espíritu de los patriotas madrileños fusilados hace más de un siglo y nadie quiera ser la infame tropa invasora, aunque esto supondría una derrota a corto plazo y ya se sabe que en política la apuesta por el largo plazo lamentablemente sólo queda reservada para una minoría.

La lógica diría que esta opción, recogida en nuestra Constitución y en los estatutos de autonomía, se debería utilizar cuando haya verdaderas opciones de que salga adelante, pero ya saben que lógica y política no maridan muy bien.Por este motivo, lo ocurrido recientemente deja un halo de misterio y de incógnita. Sólo algunos sabrán a ciencia cierta lo que había detrás de cada uno de los tres aldabonazos dados en la puerta de tres gobiernos autonómicos. Lo único que sí tenemos aparentemente claro es lo sucedido en Murcia, donde la moción de censura sí tenía visos de salir adelante. Pero los urdidores de dicha estrategia no contaron con el efecto veleta, que influye en tránsfugas o defensores de la democracia y de la voluntad popular, según desde qué punto cardinal de las siglas políticas sople el viento a la hora de calificarlos.

En cuanto a lo sucedido en Madrid y Castilla y León conocemos versiones tan antagónicas que nunca sabremos los entresijos de lo sucedido realmente y de las motivaciones que tuvieron unos y otros para tomar sus decisiones. Lo único que sí está claro es que tras los últimos episodios la figura de la moción de censura ha perdido valor y credibilidad, desvirtuándose su función real, que no es otra que desalojar del poder a unos representantes que supuestamente han perdido la confianza de la mayoría. A finales del año pasado Vox ya nos regaló una moción de censura contra el Gobierno de Pedro Sánchez que en el mismo momento en que se presentó ya se sabía que iba a ser un fracaso. Otro tema de estudio es si es ético o no utilizar esta fórmula con el único objetivo de llamar la atención, con la esperanza de ganar algún voto o desgastar al rival de la bancada de enfrente. Pero al igual que sucede con la lógica, la ética y la política no forman un matrimonio bien avenido.

El lenguaje no siempre atesora la propiedad conmutativa, por lo que en ocasiones el orden de los factores sí altera el producto. Por esta razón, quizás lo oportuno tras lo sufrido estos últimos días es cambiar el orden de los conceptos y pasar de la moción de censura a censurar las mociones que carecen de un fundamento mínimo que las permitan materializarse y dar sentido a su existencia y aquellas que salen adelante previo pago de 30 monedas de plata. Un condicionante, este último,que tampoco debería ser válido para protegerse de esta fórmula democrática. De lo contrario, lo único que se estará favoreciendo es el desconcierto entre la población y el descrédito de la clase política.
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