La capitalidad
La capitalidad
OPINIóN IR
Imprimir
La capitalidad
En los albores del nacimiento de la autonomía de Castilla y León se habló de la histórica Tordesillas como su posible capital. Era un modo de aguar un poco la pretensión de Valladolid, la ciudad más grande de la comunidad, y también de hacer algo original, al estilo de esos tres grandes estados que pertenecieron al imperio británico –Canadá, Australia y Sudáfrica– que eligieron como capitales a ciudades pequeñas. También la República Federal Alemana en tiempos del telón de acero, eligió a la recoleta y musical Bonn como sede de su parlamento y su cancillería.
La idea de Tordesillas pronto naufragó. Y la capitalidad recayó en Valladolid. Por su ubicación, por su tamaño y por decisión de los políticos que negociaron la creación de esa enorme autonomía que es más extensa que dieciséis de los veintisiete estados de la Unión Europea. Aunque su población sea ligeramente inferior a la de la provincia de Valencia, lo que nos habla del enorme vacío demográfico de la meseta del Duero.
Valladolid es la capital de la autonomía. El hecho de que ese dato figure o no oficialmente en el estatuto no tiene mayor importancia porque nadie piensa en que vaya a dejar de ser la capital de castellanos y leoneses. Ahora bien, en su momento habría sido muy conciliador e inteligente situar la capitalidad de la gran región en León, siguiendo el criterio utilizado por los vascos, que situaron en Vitoria, la ciudad menos nacionalista, la capital autonómica. Y si no en León, debido a esa cansina rivalidad con Pucela que se expresa tan a menudo, bien podría haber sido elegida la ciudad de Zamora. O la de Toro, que está algo más centrada en el mapa. En todo caso, una urbe leonesa y ello como herramienta para coser mejor a la única autonomía de España que está constituida por dos regiones.
Toro sería nuestro Bonn, nuestra Camberra, nuestra Otawa, nuestra Pretoria. Una ciudad institucional, llena de parques y de edificios públicos, que completarían la rica belleza arquitectónica de una ciudad que llegó a ser capital de provincia en el siglo XVIII y que tenía gran parte de su territorio situado en la actual provincia de Palencia. Una ciudad que apenas despertaría recelos, y que sería símbolo de inteligencia política. Pero como Valladolid va a seguir siendo la capital autonómica, y debatir sobre ello es un tanto necio y baldío, mejor se dedican nuestros dirigentes a resolver asuntos reales que están sobre la mesa. Por ejemplo, dotar del servicio de radioterapia al hospital del Bierzo.
La idea de Tordesillas pronto naufragó. Y la capitalidad recayó en Valladolid. Por su ubicación, por su tamaño y por decisión de los políticos que negociaron la creación de esa enorme autonomía que es más extensa que dieciséis de los veintisiete estados de la Unión Europea. Aunque su población sea ligeramente inferior a la de la provincia de Valencia, lo que nos habla del enorme vacío demográfico de la meseta del Duero.
Valladolid es la capital de la autonomía. El hecho de que ese dato figure o no oficialmente en el estatuto no tiene mayor importancia porque nadie piensa en que vaya a dejar de ser la capital de castellanos y leoneses. Ahora bien, en su momento habría sido muy conciliador e inteligente situar la capitalidad de la gran región en León, siguiendo el criterio utilizado por los vascos, que situaron en Vitoria, la ciudad menos nacionalista, la capital autonómica. Y si no en León, debido a esa cansina rivalidad con Pucela que se expresa tan a menudo, bien podría haber sido elegida la ciudad de Zamora. O la de Toro, que está algo más centrada en el mapa. En todo caso, una urbe leonesa y ello como herramienta para coser mejor a la única autonomía de España que está constituida por dos regiones.
Toro sería nuestro Bonn, nuestra Camberra, nuestra Otawa, nuestra Pretoria. Una ciudad institucional, llena de parques y de edificios públicos, que completarían la rica belleza arquitectónica de una ciudad que llegó a ser capital de provincia en el siglo XVIII y que tenía gran parte de su territorio situado en la actual provincia de Palencia. Una ciudad que apenas despertaría recelos, y que sería símbolo de inteligencia política. Pero como Valladolid va a seguir siendo la capital autonómica, y debatir sobre ello es un tanto necio y baldío, mejor se dedican nuestros dirigentes a resolver asuntos reales que están sobre la mesa. Por ejemplo, dotar del servicio de radioterapia al hospital del Bierzo.