Juan Pardo se compromete a venir a León antes de que se clausure su exposición el próximo 8 de diciembre. El motivo por el que decidió no acudir a la inauguración lo justifica en el hecho de que quería huir del tumulto y prefiere que pase un tiempo y acudir un día cualquiera para tomarse un vino con sus muchos amigos leoneses.
Preguntado si una vez tomada la decisión de abandonar la música decide ya entonces plantearse seriamente su nuevo oficio de pintor o si aún tendría que pasar algún tiempo hasta ponerlo en práctica, Pardo responde que «mi acercamiento a la pintura se produce ya desde pequeño, donde pude conocer a pintores magníficos, he podido estar en sus estudios y les he visto pintar, pero mi dedicación a la música me impedía totalmente dedicarle más tiempo a esta otra afición. Siempre decía que cuando tenga más tiempo pintaré un poco, aunque nunca pensando en llegar a desarrollarlo como una segunda profesión. Pero como dejé la música pronto, porque sí sentí la realidad del momento –no me gustaba tipo me voy ahora, vuelvo este año, vuelvo a recordar los sesenta, luego los setenta, etc–, como vine a la música, que fui bastante silencioso, me he ido. No me gusta ese vivir el escenario aunque te hayas bajado de él», confiesa Pardo, que una vez tomada la decisión sintió la necesidad de volcarse «con la gente que quieres, con el tiempo que no has tenido para mí mismo y como trabajo fundamental estudiar más pintura, más técnicas, porque disponía de mucho más tiempo y la tranquilidad suficiente. Lo que sí me ha pasado, y debo reconocerlo así, es que me he ido enamorando más y más de la pintura y me atrevo a presentar mi obra con muchísima humildad porque realmente en este país tenemos unos pintores con mayúsculas. Pero pienso que un sitio puede tener mi obra y la ilusión que me produce tener un pequeño sitio en la obra está totalmente dedicada a mejorarme, a superarme, a ir haciendo por lo menos el 10% de la fantasía que tengo mental con la pintura», asegura el artista.Juan Pardo reconoce que no es un gran dibujante y eso le ha llevado a probar fortuna con otros estilos. «No soy realmente un dibujante que con el lápiz te hace esas maravillas que es capaz de hacer otra gente. Dibujo algo, sombreo, pero me veo más con la mezcla de colores que yo le llamo como engurruñando los ojos y que es donde veo el borrón de mis cuadros, lo que me cuentan más profundo y la valentía de atreverme a dibujar y después desdibujar», sostiene Pardo.El aire pop que destilan los cuadros de Juan Pardo es la consecuencia de su formación artística. «La música fue la reina y señora de mi vida, y dentro de la música pues conoces a todo tipo de artistas, escultores, pintores... El rompimiento de las etapas y las épocas es lo que realmente me ha ido marcando de fondo, y ahora no es que yo estuviese a la caza de un estilo, sino que simplemente me he dejado llevar por lo que realmente me enloquece y veo que voy tendiendo y que van saliendo esas líneas que pueden definir lo que se llama, si es que tengo, estilo muy propio», comenta Pardo, para quien su condición de pintor de retratos fue más bien fruto de la casualidad. «Al principio, haciendo cosas, me animé a hacer retratos, que después descomponía un poco, y sobre todo me atreví con mi autorretrato a tratarme un poco más loco y no ser nada conservador», reconoce el artista, al que el eco que le dio ese autorretrato en su círculo más cercano le animó a seguir por esta senda. «Empecé a hacer más retratos y tengo una colección para un futuro, no sé cuándo, que se llama ‘Admirados y amigos’ y que está integrada por una serie de artistas con los que he convivido, he admirado su trabajo y he tenido el honor de su amistad. A todos ellos les puedo descomponer un poco y es una colección muy interesante integrada por 33 cuadros».
‘Una mirada’, la muestra con la que se presenta en León, obedece a otro planteamiento argumental que desgrana de esta manera el artista. «Poco a poco fui desarrollando una historia relacionada con los animales de trabajo. Entonces me encontré con los borriquitos en primera línea y luego surgieron esos elefantes indios, que los utilizan como trabajo, y los camellos, unos animales aparentemente poco atractivos, pero que les quise poner con ese lazo de unión que existe entre el animal de trabajo y su cuidador, que normalmente es un lazo mucho más fuerte aún que el que se tiene con una mascota. Tengo un perrillo que me adora y al que solo le falta coger un pincel conmigo, pero esa relación no es tan fuerte como la que yo he visto en esos cuidadores de camellos o en gente con los borriquitos. Me pareció bonito hacer una serie con este motivo», destaca Pardo, que muestra en la galería Sharon Art una pequeña selección de la misma por cuestiones de espacio. «Charo me contó que el nuevo local era más pequeño y se llevó una muestra de lo que supone esta serie».Hasta ahora solo unos pocos privilegiados habían podido apreciar las cualidades como pintor de Juan Pardo. «Mi colección al público se reduce a cuatro cuadros que he cedido a obras benéficas. Figura un cuadro muy bonito de mi nieto, que se lo di a Isabel Gemio para su fundación y que hizo una especie de exposición con obras de Aute, Palomo Linares y un montón de artistas de otras categorías y que también tenían como hobby o como profesión la pintura. También doné un cuadro para una subasta de Cruz Roja, y uno más para enfermos de cáncer. Esas son las únicas salidas que ha tenido mi pintura profesionalmente. Ahora puedo decir que he renacido al son de unos pinceles. Pero digamos que el bautismo de honor me lo ha dado León y más en concreto la galería de Charo», reconoce Pardo, que siempre elige la mañana para coger los pinceles. «La luz de la mañana es maravillosa. Soy muy disciplinado. Pinto todos los días, a veces muy poco, pero todos los días me pongo a trabajar», concluye.