"Juan Benet y yo estábamos en distintos lados de la presa"

Julio Llamazares y la familia de Juan Benet, el escritor e ingeniero que construyó la presa que tapó el pueblo de Llamazares, protagonizaron una cordial mesa redonda sobre pantanos y literatura este sábado en la Fundación Cerezales

Fulgencio Fernández
27/05/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Bruno Marcos con Julio Llamazares y Marisol Benet. Los tres protagonizaron la mesa redonda de este sábado junto a Ramón Benet y Luis Cavanna Benet, que aportaron sus recuerdos desde el público. | SAÚL ARÉN
Bruno Marcos con Julio Llamazares y Marisol Benet. Los tres protagonizaron la mesa redonda de este sábado junto a Ramón Benet y Luis Cavanna Benet, que aportaron sus recuerdos desde el público. | SAÚL ARÉN
Ya que era el día de la finalde Champions y la víspera de otro partido del siglo para la Cultural no será pecado decir que ayer por la mañana se colgó en Cerezales (en la Fundación Antonino y Cinia) el ‘No hay billetes’, pero para la última de las mesas de debate sobre la sobre la exposición ‘Región (Los relatos). Cambio del paisaje y políticas del agua’, en la que participaban en principio Marisol Benet (hermana de Juan, el ingeniero que construyó la presa que ahora lleva su nombre) y Julio Llamazares, escritor nacido en Vegamián. Pero se sumaron a las intervenciones, desde el público, otros dos familiares del ingeniero, su hijo Ramón y su sobrino Luis Cavanna Benet, a los que pronto dio la palabra el moderador del acto, Bruno Marcos. Entre el público muchos vecinos del valle anegado, también de Riaño, lo que hacía pensar en alguna intervención tensa (las hubo en debates anteriores) que no se produjo.

Entre los asistentes resultó emotiva la presencia de dos hijas del único obrero fallecido en los trabajos del pantano (Reyes y María Jesús) que explicaron: «Si para todos es un dolor un pantano para nosotros es doble, pues perdimos a nuestro padre; pero haríamos otra reflexión, ¿para qué sirvió el pantano?, han pasado muchos años y nuestra montaña está como está, ¿que hubiera sido de Vegamián si no se hace el pantano? ¿Cómo es posible que después del sacrificio no hayamos sido capaces de ponernos de acuerdo para que este drama no haya sido en balde?». Sus reflexiones fueron recibidas con un cariñoso aplauso de la gente.

Desde el comienzo del acto latía que había dos «miradas» sobre el agua, los pantanos, las grandes obras. El hijo de Benet, Ramón, le dijo a Llamazares: «Eramos entonces dos niños, uno a cada lado de la presa». Reconoció el escritor que así era, «pero no pasa nada, yo con tu padre tuve una relación absolutamente cordial, pese a un primer encuentro ‘brusco’, pero es evidente que estábamos en distinto lado de la presa en la realidad y en la literatura. Benet era muy faulkneriano y yo soy muy partidario cederle la voz a los protagonistas, a la gente».

Marisol Benet explicó que la filosofía del Benet constructor de pantanos era la de «soñar que toda España tuviera agua; le producía desazón, le parecía absurdo, ver manantiales cuya agua se perdía sin remisión».

Ramón Benet recordó que era muy niño cuando vinieron a vivir «en principio en Remellán», pero fue una experiencia de alguna manera dura. «Mi padre pasaba largas temporadas fuera pues dirigía otras obras, sus ausencias eran largas, como largos, fríos y oscuros eran los inviernos aquí». Pero añadió, «sin embargo, sí me calaron estos paisajes pues en ellos está mi decisión de ser geólogo, mi profesión».

Mayor que él era Luis Cavanna Benet, sobrino del ingeniero y escritor, que también pasó temporadas en Vegamián y recordó una serie de anécdotas sobre cómo era la vida en aquella comarca en los años 60. «Hay que reconocer que era dura y, de alguna manera, aislada, aunque había más de 200 obreros en la presa, en algún momento llegaron a 300. Recuerdo que en la radio sólo podíamos sintonizar la BBC y por las noches; por cierto, en la presa se trabajaba día y noche». Y todos los días. Tan solo se detuvieron un día, porque venía Franco a León, nos montaron en unos autobuses, nos dieron unas banderitas, bocadillos, cinco durosy a aplaudir. Se pararon las obras y se cerró todo». Los cinco duros debía ser la gratificación habitual pues también contó que «los domingos se empezaba a trabajar después de misa. Había que bajar al cura a Vegamián, daba la misa, le dábamos 25 pesetas, el desayuno y de nuevo para Vegamián, en un Jeep de las obras». Llamazares recordó que el párroco era «don Eulogio, porque fue el que me bautizó a mí».

Recordó Cavanna Benet las obras y las prioridades de aquel momento: «Lo primero que se hizo fue el nuevo cementerio, para los que murieran durante las obras, después se taparon con hormigón los cementerios de los pueblos y las carreteras para poder acceder y dar salida a la gente».Al hablar de los trabajos Marisol recordó que «Juan siempre comentaba la tremenda pena que le produjo la muerte de un obrero, tener que ir a decírselo a la familia... Fue muy duro para él». Entonces Julio Llamazares le recordó que estaban allí las dos hijas del fallecido, Reyes y María Jesús, y fue cuando se les pidió que dijeran unas palabras. «No recuerdo a su hermano cuando fue, yo era muy niña, pero sí recuerdo el día, no lo podré olvidar jamás».

Julio Llamazares recordó un primer encuentro ‘tenso’ con Benet. «Él había mostrado interés por conocer a aquel ‘regionato’ que escribía. Un día nos presentaron y me dijo, no sé si en broma: ‘Así que eres escritor gracias a mí’. Yo no lo tomé a broma y ahí se acabó la conversación». Después todo se arregló en otros encuentros pues, cree Llamazares, «no es el mismo Benet con más gente que él solo, que diría que fue hasta tierno conmigo, bajaba la guardia, dejaba la arrogancia, me preguntaba por Felipe el de La Venta del Remellán, hablábamos de literatura, desde distintos lados de la presa, con diferentes miradas, pero con el tiempo he llegado a pensar que tenía razón cuando decía que era escritor gracias a él o por culpa de él pues es evidente que escribimos desde la memoria, y la mía está en Vegamián, hasta el punto de que mi primer recuerdo nítido es el señor Guillermo con un carro y un burro».

De refilón salió el tema de Riaño. Cavanna explicó que «aquello se hizo muy mal, pésimamente mal, tanto que marcó una antes y un después en la política hidráulica de este país. Juan Benet estaba convencido de que aquel pantano no se cerraría». Pero se cerró.
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