Josu de Solaun: "En Estados Unidos viví el ocaso de la Europa exiliada"

El intérprete valenciano regresa este sábado al Auditorio Ciudad de León con un concierto homenaje al músico norteamericano Keith Jarrett (que se hizo famoso por una serie de piezas improvisadas grabadas en directo), en lo que supone una novedad en la trayectoria del gran referente del piano en España

Joaquín Revuelta
11/03/2021
 Actualizado a 11/03/2021
El pianista valenciano Josu de Solaun en uno de los recitales celebrados en León invitado por la Fundación Eutherpe. | MARÍA DÍEZ
El pianista valenciano Josu de Solaun en uno de los recitales celebrados en León invitado por la Fundación Eutherpe. | MARÍA DÍEZ
Su currículum es tan abrumador como cercano y cordial es su trato, probablemente porque va en su carácter y porque la llamada procede de León, una ciudad a la que el pianista valenciano Josu de Solaun se siente especialmente unido y a la que ha acudido siempre que la presidenta de la Fundación Eutherpe, Margarita Morais, se lo ha pedido y su apretada agenda internacional se lo ha permitido. Este sábado regresa de nuevo para protagonizar el concierto inaugural del XV Ciclo Maestros Internacionales con un concierto muy especial en homenaje a Keith Jarrett, el más importante improvisador vivo, que tendrá lugar a las 19:30 horas en el Auditorio Ciudad de León. «Mi relación con León de hecho empezó hace mucho tiempo, porque uno de los amigos de mi familia, de los grandes amigos de mi padre que falleció este pasado noviembre, es un leonés que se llama Guillermo Quintás y que es profesor de Filosofía en la Universidad de Valencia. Alguna vez nos invitó a visitar su tierra cuando yo todavía era muy pequeño y recuerdo que la primera vez que vi nevar fue en León. Yo venía de Valencia y nunca había visto la nieve. Me acuerdo perfectamente. Yo he vivido veinte años en Estados Unidos, desde los 17 hasta los 37 años, pero con 23 años, en el 2005, conocí la Fundación Eutherpe y me apunté a sus cursos de pianistas y directores de orquesta, acudiendo hasta en cinco ediciones, cuatro de ellas consecutivas y la última en 2011 para interpretar un exigente concierto de Martucci», recuerda el pianista y también filósofo y poeta valenciano, que reconoce haber aprendido mucho durante aquellos cursos que entonces impartían Bruno Aprea y Joaquín Achúcarro, coincidiendo también algún año con Horacio Gutiérrez, quien fuera su maestro en Estados Unidos.

Con Margarita Morais le une una gran amistad que perdura ya 17 años, teniendo comentarios muy elogiosos hacia la labor que viene desarrollando la presidenta de la Fundación Eutherpe. «Me encanta lo que hace y musicalmente ha colocado a León en el mapa europeo», destaca De Solaun, que reconoce no tener antecedentes musicales en su familia, aunque asegura que la música siempre ha estado muy presente en su casa. «En la familia de mi padre todos eran de ciencias. Mi abuelo era ingeniero civil de caminos y mi padre era médico. La familia de mi madre eran gente de labranza, si bien a mi abuela y a mi madre les apasionaba la zarzuela. Quizás por ahí me viene el amor por la música, porque mi abuela era una fanática de la zarzuela. Y mi padre, aunque no era músico, cantaba en los coros de su pueblo (Arrankudiaga) las misas de Lorenzo Perosi, un compositor nacido a finales del siglo XIX pero que escribía en un estilo renacentista. Mi padre me cantaba siempre las partes que todavía recordaba de aquellas misas de Perosi que él cantaba de niño en la iglesia de su pueblo. En mi casa ha habido un amor muy grande por la música, lo que pasa es que no ha habido músicos de profesión, excepto yo», reconoce este gran referente del piano en España y uno de los intérpretes con mayor proyección internacional, cuya formación se desarrolló a lo largo de doce años en la Manhattan School of Music de Nueva York bajo la tutela de la pianista rusa Nina Svetlanova y del pianista cubano Horacio Gutiérrez. La oportunidad de formarse como músico en este prestigioso centro le llegó gracias a que en Valencia estudió desde muy pequeño en un colegio americano. «Desde los 4 hasta los 17 años estudié en un centro para hijos de diplomáticos y personal militar destinado en España que querían que sus hijos tuvieran una educación bilingüe. Mis padres me apuntaron a ese colegio porque querían que hablara inglés. Pero el motivo de irme a Nueva York fue porque tuve conocimiento de una profesora, Nina Svetlanova, que era la ex mujer del gran director de orquesta ruso Evgeny Svetlanov y una de las pocas alumnas vivas que quedaban de Heinrich Neuhaus, uno de los grandes pedagogos del piano del siglo XX y profesor de Richter, Gillels, Radu Lupu y otros grandes pianistas, cuyo libro ‘El arte del piano’ leí de pequeño. El hecho de saber que en Nueva York había una profesora que era alumna de ese hombre y condiscípula de todos esos grandes pianistas me condujo directo a una ciudad que además idolatraba por mis otras dos grandes pasiones que son el cine y la poesía. Por cierto, en mayo voy a presentar en Valencia un  poemario que llevo escribiendo veinte años. Así que con 17 años me vi viviendo solo en un piso de Manhattan. De aquella tenía un espíritu aventurero y exploratorio que aún conservo». De su experiencia neoyorquina Josu de Solaun recuerda haberse encontrado con una Europa que ya no existía en el viejo continente porque era la Europa exiliada después de la Segunda Guerra Mundial, muchos judíos –pero no solo– que habían continuado su trayectoria artística y musical en Nueva York. «De hecho todos mis profesores habían sido alumnos de Nadia Boulanger, de Stravinski... Muchos han muerto pero yo coincidí con el ocaso de la inmigración europea de la Segunda Guerra Mundial, exiliados de la Unión Soviética, exiliados de la Alemania nazi que en los noventa todavía estaban allí. Entonces tuve una especie de contacto tan rico con unas tradiciones milenarias europeas que la verdad aquello me fascinó. Luego también, por supuesto, me encontré con el espíritu artístico americano que tiene mucho que ver con la experimentación, y ahí tuve un contacto con las vanguardias y con el arte contemporáneo que no había tenido en Europa. Me marcó mucho a este nivel el poder encontrarme, de manera simultánea, con la vanguardia más radical y la Europa más vieja. Me hizo no dicotomizar esas dos cosas. Precisamente una de las grandes lecciones que aprendí durante mi estancia en Estados Unidos es no crear esos falsos dilemas», sostiene el intérprete valenciano, que a nivel humano reconoce haber experimentado «una ráfaga súbita de libertad que tuve que saber gestionar muy bien, porque también hubo momentos de una cierta precariedad en los que me vi obligado a tener varios empleos a la vez para poder sobrevivir en Nueva York, incluso con la beca, porque la beca tan solo me cubría la matrícula y yo tenía que vivir».Los últimos cuatro años en Nueva York, Josu de Solaun estuvo de catedrático en la Universidad Estatal de Houston, pero la enfermedad de su padre le llevó a tener que tomar la decisión de regresar a España. «Ese fue sin duda el principal motivo, pero también influyó el hecho de que tenía una prometedora carrera concertística en Europa tras haber ganado los concursos de Praga, de Bucarest y de Valencia», comenta este virtuoso del piano, que además de Estados Unidos profesa una gran devoción por Rumanía, país que ha dejado una profunda huella tanto en su persona como en su trayectoria profesional. «Yo era fan de Mircea Eliade, que fue el gran filósofo de las religiones en el siglo pasado. En mi casa me crié con muchos libros y había un libro suyo que se titulaba ‘Lo sagrado y lo profano’ que leí siendo todavía muy joven. Ese fue mi primer contacto con Rumanía, que después continuó con el gran filósofo y escritor Emil Cioran, que en España introdujo Fernando Savater, y con el compositor George Enescu, cuya música descubrí durante mis primeros años en Nueva York tras asistir a un recital de Lupu tocando su música y realmente me fascinó. Todo se juntó para que yo fuera a prepararme el concurso en 2014 y al ganarlo llevo los últimos siete años tocando, si no todos los meses sí cada dos meses, en este país, donde he establecido unos lazos humanos muy profundos», reconoce.

Otro de los hitos en la carrera de Josu de Solaun es haber sido el único español en ganar el Concurso Internacional de Piano José Iturbi en las más de 30 ediciones de este certamen que se celebra en su Valencia natal, un hecho que recuerda con especial emoción. «Lo recuerdo con una gran emoción porque mis primeros conciertos públicos como niño fueron asistiendo a las finales del concurso Iturbi en el Teatro Principal de Valencia. Creo que tendría ocho en el primer concurso Iturbi al que asistí. Yo me crie con este concurso como una especie de acontecimiento-marca en mi biografía personal. Poder escuchar a toda esa gente que venía de fuera con estilos tan diferentes para mí significó un enorme aprendizaje. Pensar que años después ganaría este concurso fue como un sueño hecho realidad, un hecho muy emotivo porque estaba toda mi familia apoyándome. Yo llevaba en Nueva York siete años sin haber tocado prácticamente nada en España. Cuando gané el concurso era un completo desconocido, el jurado debió de mostrarse muy sorprendido pero su voto fue unánime. Seguramente se preguntarían, ¿de dónde ha salido este? Además, por casualidades de la vida, me unía con José Iturbi  el hecho de que ambos somos de padre vasco y nos fuimos a Nueva York, aunque su manera de tocar no tiene nada que ver con la mía, porque mi manera de tocar está totalmente influenciada por Rusia y él tiene una influencia mucho más francesa. Pero, aun así, se daban una serie de concomitancias simbólicas muy bonitas».
   
En estos últimos meses Josu de Solaun ha sido noticia por dos registros discográficos. El pasado mes de enero era galardonado junto a la violinista alemana Franziska Pietsch en los Premios Internacionales de Música Clásica 2021 (ICMA) en la categoría de Música de Cámara por ‘Fantasque’, un disco con sonatas para violín y piano de los compositores franceses Gabriel Fauré, Claude Debussy, Maurice Ravel y Francis Poulenc, y en febrero presentó en la Sala Gayarre del Teatro Real de Madrid el disco ‘Digressions’, que incluye obras de Schumann y Brahms. «Es curioso porque antes del Covid las grabaciones estaban empezando a decaer por el abastecimiento tan fuerte que había en el mundo cultural de conciertos públicos. Como eso ha cambiado por la crisis sanitaria vuelven a revalorizarse las grabaciones, y eso son ciclos que tienen que ver con cuestiones político-históricas-sociológicas que no podemos controlar. Yo siempre he querido tener grabaciones por dejar un legado. Tampoco les he dado más importancia de la que tienen, pero en un momento en que los conciertos públicos no son de tan fácil acceso, disponer de una grabación siempre es una ayuda. Con relación a estos dos discos que mencionas, el primero con Franziska es un trabajo de música de cámara, que es uno de mis géneros preferidos sino el preferido porque se trata básicamente de hacer música con otros músicos. En el caso de Franziska es una grandísima violinista con la que tengo un dúo y grabamos este disco con muchísimo cariño en la Jesus-Christus-Kirche de Berlín, una iglesia que es donde grababan sus discos Karajan y Furtwängler al ser la preferida de la Filarmónica de Berlín porque tiene una acústica impresionante. Tuvimos la suerte de poder grabar ahí con un piano maravilloso que Luis Clemente trajo expresamente de Madrid para la grabación. Del repertorio francés que tocamos en el disco hay una Sonata de Poulenc que curiosamente está dedicada a Federico García Lorca. La belleza del disco fue reconocida por un jurado internacional integrado por algunos de los principales nombres de la crítica musical especializada europea y ganamos el premio. Estoy muy contento por ello porque es un disco del que me siento especialmente orgulloso», reconoce De Solaun, que con relación al segundo disco, ‘Digressions’, comenta que en el mercado internacional saldrá el próximo 4 de abril e incluye obras de Schumann y  Brahms, «que son dos de mis compositores talismanes y que grabé en Granada para el sello español IBS Classical, un sello fantástico que está haciendo una labor impresionante tanto de recuperación de patrimonio como de promoción de artistas españoles en un momento en que es más necesario que nunca», argumenta el pianista español y estadounidense, que en su nueva cita con el público leonés va a sorprender con un concierto-homenaje al pianista norteamericano Keith Jarrett, considerado el mayor improvisador vivo y al que dos derrames cerebrales obligaron a tener que abandonar la práctica del piano. «Es por eso por lo que le quiero hacer este homenaje en León. Keith Jarrett es uno de mis ídolos», sostiene el intérprete valenciano, al que pregunto qué relevancia ha tenido la música de jazz en su carrera. «Yo creo que el jazz en mi vida supone mi vínculo con lo popular, pero cuando digo lo popular no hago referencia a lo comercial sino al folclore, a lo vernáculo por precisar un poco más. El jazz contiene unas raíces profundísimas de música africana a la par que de música europea, de música caribeña. Es una música que tiene unas raíces vernáculas muy fuertes y es una música que digamos me mantiene con los pies en la tierra, en lo atávico, en lo ancestral. El jazz es también, además del cine y la poesía, una de las razones que me estimularon a querer ir a Nueva York», reconoce De Solaun, para quien la figura de Keith Jarrett trasciende el marco del pianista de jazz «porque su música desborda cuestiones de género. Es un músico completísimo que toca desde Mozart hasta Shostakovich o una improvisación libre. Él ha hecho durante muchos años algo que en el mundo de la improvisación tampoco es tan inusitado, que es hacer recitales de improvisación, de composición en el acto, en la que tiras de todo el léxico y las experiencias musicales que tienes. Es como componer pero con una especie de reloj haciendo tic tac en tu espalda. Muchos de sus conciertos se grabaron: el concierto de Viena, el de Munich, un concierto en La Scala totalmente improvisado que es una obra maestra de hacer música. Y a mí se me ocurrió una cosa que no es muy habitual en las programaciones de lo que canónicamente se considera música clásica, aunque son términos que a mí no me gustan mucho, que es un recital improvisado. Lo llevo haciendo toda la vida, pero nunca en público porque sociológicamente siempre he pertenecido al gremio de la música clásica, pero esta pandemia ha hecho replantearme todas esas cosas. Tanto la poesía como la música improvisada son partes de mi universo creativo de las que pretendo que quede constancia. Por ese motivo el 4 de mayo presentaré un libro de poemas en Valencia y este sábado haré este concierto-homenaje a Keith Jarrett porque pienso que es el momento de hacerlo, ahora o nunca. Por suerte Margarita Morais tiene la mente muy abierta y no me ha puesto ninguna pega. Cualquier otro programador me hubiera dicho si estaba loco. Ni siquiera me preguntó, se limitó a decir si tú lo haces tiene que estar bien. Por lo que esto supone para mí un auténtico regalo, uno más, por parte de la presidenta de la Fundación Eutherpe».  
Lo más leído