In memoriam al artista José-Antonio Sarmiento de la Puente

Un recuerdo para el pintor y ceramista que murió recientemente en Suecia

María Jesús Sarmiento
01/06/2022
 Actualizado a 01/06/2022
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El pasado veinticinco de marzo falleció en Suecia José-Antonio Sarmiento, después de un periodo muy corto de enfermedad. Dedicó su vida, hasta unas semanas antes de su partida, a lo que para él había sido tan importante y natural como respirar: comunicarse desde la expresión plástica, un lenguaje universal de gestos y sin palabras en armonía con el material y los elementos de la naturaleza, al trabajar con plena libertad la pintura y la cerámica, disciplina por la que ha sido conocido internacionalmente y a la que se dedicó a tiempo completo desde 1980.

José-Antonio había heredado la pintura de su familia materna, dedicándose a ella durante sus años de juventud para retomarla con fuerza en los últimos quince años de su vida en Suecia y compaginarla con su personal obra cerámica durante estos años en los que también compartió taller y vida con la artista sueca Helena Andersson, su esposa, mientras realizaban en el taller de Sockerbruket cada cual su obra personal. De esta última etapa ha tratado su última exposición conjunta: ‘Among the Clouds: pinturas y cerámicas de José-Antonio Sarmiento y Helena Andersson’ –exhibida hasta el pasado trece de marzo en la galería Rivercity de Gotemburgo– mediante la que J-A. recibió su última alegría profesional, la adquisición de una de sus pinturas por parte del organismo de cultura de la región de Västra Götaland a la que pertenece Gotemburgo.
Sobre la obra cerámica de José-Antonio Sarmiento podemos decir que consiguió ser conocido y apreciado no solo como maestro especialista en la cocción con leña en alta temperatura, que también, sino por lograr lo que él creía importante según sus palabras: «se trata de dominar la técnica para después olvidarla y conseguir la libertad».J-A. había construido en León su impresionante horno ‘Anagama-Noborigama’ cuando, a principios del año 2000, regresó a la pequeña localidad de San Cibrián de Ardón después de su estancia en Japón –país donde se le recibió con respeto en el taller del que fue su mentor y uno de los artistas internacionales más relevantes de nuestro tiempo: Rioji Koie (Japón,1938-2020). Años antes J-A. había construido otro horno de leña de dos cámaras en el que también trabajó con sal y soda, así como esmaltes de alta temperatura junto a la impronta de la leña. Y anteriormente se distinguió por algo en lo que igualmente había sido pionero en nuestro país, es decir, su cerámica sacada al rojo del horno y trabajada en estado incandescente o lo que es lo mismo la técnica japonesa conocida como Hikidashi.Búsqueda de la armoníaTodos estos procesos técnicos citados no fueron sin embargo para J-A. un fin en sí mismos sino solamente medios y herramientas para construir una obra personal y única que le permitió articular su compromiso con una búsqueda incansable en armonía con la naturaleza, el azar, y su filosofía de vida en su reflexión sobre el sentido del arte y sobre todo sobre la integración de dicho concepto en la vida cotidiana.El prestigioso especialista del arte Kosme Mª de Barañano le dedicó a José-Antonio un catálogo y comisarió su exposición más importante. También han escrito sobre él, entre otros, Javier Hernando Carrasco, Abraham Rubio, José Mª Parreño, Thomas Lissing, Eduardo Zotes, Robert Yellin, y Shunsuke Fujimori, dedicandole reseñas a propósito de sus exposiciones; críticas o comentarios, como la presentación que le hizo David Rodríguez Caballero junto a Barañano en un congreso sobre mística en Ávila y que han sido fundamentales para entender una obra compleja que como a menudo puede pasar en la esfera artística seguramente se adelantó a su tiempo;y que en el caso que nos ocupa podemos decir que se situó, con total intención, al margen de modas y tendencias.
Sobre lo que ha supuesto la trayectoria de J-A. contamos, además, con las publicaciones recogidas en lo que fue el blog de «alfargaleriaazul.com» editado hace años por quien esto escribe, su hermana; sin olvidar a la Revista Cerámica, entre otras publicaciones. En lo que se refiere a León, han hecho alguna referencia a su trabajo Marcelino Cuevas, Marta Prieto, Luis García, entre otros, y la última vez que en su ciudad natal pudo contemplarse una obra suya fue con motivo del homenaje realizado a Manolo Valdés: ‘La República de las Artes y las letras’ (noviembre 2015 - enero 2016), colectiva en la que José-Antonio Sarmiento participó con una obra intimista de pequeño formato enviada desde Suecia a propósito para la ocasión, y que en mi opinión, no solo bajo su enunciado Haiku, si no también bajo su carácter formal condensó toda una declaración de intenciones.

Para terminar este resumen de tan vasta trayectoria, ya que en este espacio sería imposible incluir su totalidad, me gustaría recordar los inicios de su andadura cuando solo era un joven con determinación de expresarse (contra viento y marea y desde su rebeldía pacifista a través de la cerámica; aunque dicha disciplina se encontrarse en la periferia del arte, y seguramente elegida a consecuencia de ello) me refiero y debo subrayar el agradecimiento que J-A. siempre sintió por los ánimos y la confianza que por aquel entonces (principios de los años ochenta) le manifestó Antonio Gamoneda, sin olvidar el respaldo de aquella pequeña beca que le otorgó la Excma. Diputación de León para la realización de su primer gran mural: Luna sube y baja mareas.


Cursos y clases magistrales


Otro grato recuerdo son aquellos cursos y clases magistrales en los que con su magisterio, y desde 1995, él lo daba todo, ya fueran impartidos en su alfar o en escuelas y centros universitarios de nuestro territorio y del extranjero. Él siempre tuvo muy claro que el compartir sus conocimientos tal vez le pudiese servir a alguien así como el concepto de llamémosle su «filosofía» de trabajo, para allanar aunque fuese mínimamente un camino que en sus comienzos él había encontrado lleno de piedras y obstáculos debido seguramente al momento y el entorno en el que le había situado su existencia, dificultades ante las que sin embargo nunca claudicó ni se apartó de sus convicciones.

Para los tiempos que hoy vivimos, José-Antonio, que por su apariencia física como mucho siempre aparentó diez años menos de los que había cumplido y que siempre había tenido una salud de hierro (incansable para el trabajo), no ha tenido una vida demasiado larga; ciertamente se ha ido antes de tiempo y en plenas facultades creativas, pero lo importante es que cumplió su deseo: vivir en armonía con la naturaleza y con sus convicciones y, sobre todo, conseguir hacer la obra que quería hacer que no fue poco. Se acercó a lo que se suele denominar el espíritu zen, sin seguir realmente esta escuela filosófica o espiritual, al ser tal similitud –como él siempre subrayaba– era coincidencia o, mejor dicho, una consecuencia de una forma de ser y estar en el aquí y el ahora.

En resumen, fue José-Antonio Sarmiento un hombre excepcional, de carácter callado, seguro de su arte y sin embargo muy humilde En resumen, fue José-Antonio Sarmiento un hombre excepcional, de carácter callado, seguro de su arte y sin embargo muy humilde. Siempre pensaba que el siguiente paso podría ser mejor, así que una vez hecho ya no le daba importancia a lo conseguido y se ponía manos a la obra en lo siguiente. Sobre la valoración de lo hecho, o mejor dicho, lo que hubiese sobrevivido a su exigente criterio ya no consideraba que fuese de su competencia.

Ha sido y se sintió leonés, pero también ciudadano del mundo y por ello igualmente algo sueco por los años vividos en un país lejano de su tierra natal pero que sin embargo le inspiró, le acogió, y donde encontró el amor de su vida. Tal y como vivió se fue: sin miedo, consciente y decidió hacerlo en silencio y en paz. Nos ha dejado una obra intemporal que ahora nos consuela y que tal vez nos pueda ayudar a comprender un poco mejor cosas que son importantes; en la contemplación de su obra podremos reconocer su amor por el ser, la naturaleza y la luz de los lugares que habitó: la crudeza del páramo leonés; la humedad nebulosa de las mañanas en Japón, el musgo; el mar, el hielo bajo la luz de las lejanas tierras del norte; el sonido del viento, la ceniza y los gestos de la mano y el fuego.

Sus cerámicas o sus pinturas son ramas del mismo árbol, obras que bajo sus enunciados nos avisan de su sentido (‘Haiku’, ‘Siluetas’, ‘Esferas’, ‘Hikidashi’, ‘White poplar’, ‘Fuego blanco’, ‘Yakishime’, ‘Reversibles’, ‘Después del invierno’, ‘Contornos’, ‘Paisajes’, ‘Paradoja’, ‘Among the Clouds’…); obras que nos acompañarán y permitirán seguir reflexionando sobre el sentido de la vida.
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