Hamlet, el gran olvidado de la ópera

La Bastilla recupera la tragedia de Ambroise Thomas basada en Shakespeare, que no se veía en París desde 1938. Este jueves Cines Van Gogh la retransmite en directo con Ludovic Tézier y Lisette Oropesa

Javier Heras
30/03/2023
 Actualizado a 30/03/2023
Ludovic Tézier y Lisette Oropesa en la ópera ‘Hamlet’, que este jueves se emite en Cines Van Gogh. | ELISA HABERER
Ludovic Tézier y Lisette Oropesa en la ópera ‘Hamlet’, que este jueves se emite en Cines Van Gogh. | ELISA HABERER
Los compositores de ópera han acudido constantemente a Shakespeare: ‘Romeo y Julieta’ inspiró a Gounod y Bellini; ‘Otello’, a Rossini y a Verdi (que también adaptó ‘Macbeth’ y ‘Las alegres comadres’); ‘Mucho ruido y pocas nueces’, a Berlioz; ‘Sueño de una noche de verano’, a Purcell y Britten; ‘La tempestad’, a Thomas Adès… incluso alcanzó la zarzuela, con ‘Las bravías’, de Ruperto Chapí (1898) a partir de ‘La fierecilla domada’. Pero ¿dónde queda ‘Hamlet’?

La célebre tragedia sobre el príncipe de Dinamarca lo tiene todo: personajes centrales complejos, dilemas existenciales, riqueza lírica, venganza, asesinato, locura. Y sin embargo, solo cuenta con una adaptación digna. Durante cuatro siglos, fracasaron los intentos de Haydn, Brahms, Shostakovich o Honegger. Verdi declinó una oferta en 1850: «Tengo que elegir argumentos más cortos y sencillos», escribió por carta. Al final, fue el francés Ambroise Thomas (1811-1896) quien triunfó en París en 1868. La compuso en su madurez, tras media vida como profesor.

Avalado por el éxito de ‘Mignon’ (1866) –más de mil funciones hasta 1900–, colaboró con los prestigiosos Carré y Barbier, libretistas del ‘Fausto’ de Gounod. Partieron de la traducción al francés de Alejandro Dumas (padre), y la ajustaron al esquema de grand opéra del siglo XIX (cinco actos, con un ballet). Simplificaron la trama, redujeron el número de protagonistas (de más de 30 a una docena; desaparecen Rosencrantz, Guildenstern o Fortinbras), limaron sus pasajes filosóficos, su humor negro y cinismo. Aun así, elaboraron un texto claro, eficaz y bien estructurado. Pese a las críticas a su incongruente ‘happy end’ (en el que el joven es coronado después de matar a su tío el usurpador), ‘Hamlet’ convenció al público por su profundidad, su respeto al original y su música atractiva y variada. Alcanzó 326 representaciones en la capital francesa y viajó por todo el mundo, de Buenos Aires a Rusia.

Tras la I Guerra Mundial sufrió el ostracismo durante un siglo. Hasta que a partir de los años 90 renació de la mano de Sherrill Milnes, Thomas Hampson y otros grandes barítonos, que entendieron el potencial de un protagonista que apenas abandona la escena. Al fin, ‘Hamlet’ regresó en 2003 a la Royal Opera, donde no se veía desde 1910, y al Metropolitan en 2010 después de cien años.
Este jueves, la Bastilla salda una deuda histórica (¡desde 1938!), y Cines Van Gogh lo retransmite en directo. En el elenco, despunta la estadounidense de origen cubano Lisette Oropesa (1983), estrella del MET, donde debutó con 22 años. En 2020 se convirtió en la primera soprano en cantar un bis en el teatro Real, con ‘La Traviata’. Aunque todos los focos se centran en Ludovic Tézier: el barítono marsellés domina el papel desde hace más de 20 años gracias a su energía, timbre, arrojo y sutileza.

El director de escena polaco Warlikowski sitúa la acción en un geriátrico: el príncipe es un anciano atormentado por los espectros. El veterano dramaturgo, discípulo de Bergman y Peter Brook y especialista en Shakespeare, ahonda en la psicología y los conflictos del personaje, como esa relación edípica con la madre. Los decorados, igual que en su ‘Elektra’ de Salzburgo, son despojados y abstractos: grandes espacios delimitados por paneles.

La partitura de ‘Hamlet’ encarna la esencia de lo francés: lirismo, delicadeza, melodías espontáneas, vistosos coros. Thomas, heredero de Lully o Rameau, huyó de las modas y la influencia de Wagner. Su escritura vocal encaja en un bel canto tardío, como evidencia la escena de locura de Ofelia, con escalas, coloraturas y agilidades propias de Rossini. Aun así, la principal virtud reside en la orquesta, elogiada por el mismísimo Chaikovski: cumple una función dramática, ya que refuerza los matices del texto, describe a los protagonistas mediante los leitmotive, y está llena de detalles exquisitos, como los vientos madera que imitan a los pájaros en el jardín, o las ninfas que cantan a boca cerrada en el lago. Además, contiene el primer solo de saxofón de la historia de la ópera. En el Conservatorio de París (del que fue profesor desde 1852 y director desde 1871), Thomas entabló amistad con Adolphe Sax, padre del instrumento. Por eso pudo incorporarlo y explorar todo su registro. El saxo alto se luce en el segundo acto, durante la pantomima teatral. Y ya en la escena del ballet se escucha un saxo barítono.
Archivado en
Lo más leído