Sé que me voy a meter en un jardín, pero qué le vas a hacer. Lo sé porque si estuve más de un año en la mili y no acabé de entender los líos de galones, colores, estrellas, número de puntas... para distinguir al furriel del rey; si se diera el caso de que pasara por tu compañía, que no se dio. Por suerte no pasó; y no es cosa republicana, es que si cuando venía el coronel había que sacarle brillo a las esquinas de los azulejos redondos no me quiero ni imaginar qué habría que hacer si hubiera ido don Majestad. Ni cómo le hubiera anunciado el cabo primero Fermín que, dicho sea de paso, no era muy partidario de la causa regia, aunque ésa es otra historia.
Vuelvo al jardín, que me ‘esnorté’. Si en un año no aprendí los galones como para entender las vestimentas litúrgicas cristianas por haber sido monaguillo cuando tenía menos uso de razón que ahora, si cabe. Y la verdad es que don Alejandro hizo lo que pudo ya que el intento, como es bien sabido, no está penado.
El caso es que entre la nevada de enero (extrañísima nevada en enero) y Amancio el de Villahibiera le han puesto a La Negrilla un solideo (aquí ya dudo, pero ahí lo dejo) que le convierte en la nueva Papisa de la ciudad.
Es decir, fumata blanca, hay Papisa, y no hablo de la cosa electoral.
Y espero que el señor obispo me perdone, aprovechando que mañana nos invita a un vino porque es el patrono de los periodistas (con retraso) pues ya me doy por confesado... y pido absolución sin penitencia.
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